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La bondad - 7

La bondad - 7

Sonia enfermó gravemente, pero eso no le impidió ser bondadosa, en la historia de hoy vamos a ver cómo Sonia pudo ayudar a muchos. (imagen: classroomclipart.com)

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La bondad - página para colorear - 7

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La bondad - 7

La profesora Josefina, al llegar al salón fue recibida con un: “feliz, feliz cumpleaños deseamos para ti, que el Dios Omnipotente te quiera bendecir. Feliz, feliz cumpleaños, que Dios en su bondad, te de muy larga vida, salud, felicidad. A Dios le damos gracias que con su amor sin par, al fin de otro año hermoso te permitió llegar, feliz, feliz cumpleaños que Dios en su bondad te de muy larga vida, salud, felicidad. Cumpleaños feliz, te deseamos a ti. Cumpleaños profesora, cumpleaños feliz. Que los cumplas feliz, que los vuelva a cumplir, que los sigas cumpliendo, pero en Cristo Jesús. Eeeh, feliz cumpleaños profesora Josefina.” Luego cada niño, se acercó, le dio un abrazo y un regalito. La profesora, emocionada por semejante presente de los niños, les dijo: “Oh mis amados niños, no merezco tamaño homenaje. Muchas gracias. Que mi Señor sea propicio con cada uno.” Todos los niños estaban felices de ver a su profesora contenta, pero en el fondo del salón estaba Rebeca, muy triste. Su mirada estaba dirigida al suelo. La profesora rápidamente percibió que la niña no estaba bien. Se acercó a ella, y le dijo: “Rebeca, linda, ¿te está pasando algo?” Rebeca, casi instantáneamente se abrazó a la profesora, y estalló en llanto, diciendo: “profesora, yo no puedo ser bondadosa. Todos los niños queriendo practicar la bondad te trajeron regalos, pero yo puedo ser bondadosa porque no tengo nada para darte, aunque yo te quiero mucho…” Con mucho sentimiento lloraba Rebeca. La profesora abrazándola, le dijo: “ya linda, ya mi pequeña Rebeca. Creo que te falta aún aprender algo importante acerca de la bondad. Te quiero adelantar que el abracito tierno que me diste es un gran regalo. Gracias Rebeca” Rebeca, al escuchar las palabras de la profesora se tranquilizó.

Después de ayudar a sentar a Rebeca, la profesora pasó al frente, y dijo: “Niños, nuevamente gracias. Mas luego de recibir el inmerecido homenaje y tantos presentes, quiero que continuemos aprendiendo sobre el don de la bondad. ¿Recuerdan cuál es la verdadera bondad? La verdadera bondad es aquella que hace parte del fruto del Espíritu Santo, aquella que tienen todos los que han sido unidos a Jesús, todos los que van para el cielo por haber sido lavados con la sangre de Cristo. La práctica de la verdadera bondad es una de las evidencias de que la persona es salva. Si una persona no practica la verdadera bondad, aunque pueda decir que es un hijo de Dios, decir que cree en Él, no es salva. Nuestro Señor Jesucristo dice: “Así que, por los frutos los conoceréis.” (Mt. 7:20) ¿Y cómo sabemos que una persona tiene la verdadera bondad? Recordemos: cuando una persona tiene la verdadera bondad, esta ayuda a su prójimo conforme con lo que la Biblia dice, y lo hace para que el nombre de Dios, y no el suyo, sea glorificado, para que el nombre de Dios sea honrado por los demás.

La profesora caminando por el salón y mirando a sus alumnos dijo: “Quiero que hoy aprendamos dos cosas sobre la verdadera bondad. Primero, que la verdadera bondad no consiste solo en dar cosas materiales. Una persona puede no tener nada, pero si tiene la verdadera bondad, Dios lo usa para enriquecer a muchos desde el punto de vista espiritual. Es usado por Dios para dar a los demás el principal tesoro, la Palabra de Dios; es usado para animar, para consolar a los que están en aflicción. Segundo, los que tienen la verdadera bondad, tienen la tendencia a no vivir recordando lo que han hecho por otros, esto debido a que lo que hacen lo hacen como para el Señor y no para los hombres, pero aun lo que hacen para Él tienen la tendencia a olvidar. ¿Y cómo sabemos esto?” Rebeca, la niña pobre, estaba muy atenta, pues ella creía que solo los que dieran cosas materiales tenían la verdadera bondad. La profesora abriendo su Biblia en Mt. 25, dijo: “Niños en el día del juicio, el Señor separará a los que por sus obras mostraron que verdaderamente estaban unidos a Jesús, a ellos los colocará a su derecha, y a los que no a su izquierda ¿Saben que preciosas palabras escucharán los que en esta vida reciben de Dios la verdadera bondad? Escuchen lo que Jesús les dirá: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” ¿Rebeca te das cuenta de que no es solo dar cosas materiales?” “Visitar a un hijo de Dios que esté enfermo o en la prisión y compartirle la Palabra de Dios, acompañarlo en ese momento como si nos estuviera aconteciendo a nosotros y orar juntamente con él es un regalo de valor incalculable” Rebeca respondió: “Si profesora, ahora comprendo.” La profesora continuó: “ahora escuchemos las preguntas de los que poseen la verdadera bondad: “Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? Y, ¿cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo y te cubrimos? O, ¿cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?” ¿Quieren saber la respuesta de Jesús? “Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” Mt. 25:34-40

La profesora cerró su Biblia, y dijo: “Niños amados, para reforzar que la verdadera bondad no incluye solo dar cosas físicas, les quiero contar la historia de una niña que asistida a la iglesia de su pueblito, su nombre era Sonia. Dios le había dado el privilegio de conocerle. Aprendió que Jesús descendió del cielo para salvarla, creía que Él había cargado todos sus pecados, que había muerto por ella y que ahora estaba vivo a la diestra de Dios rogando por ella. Ella experimento el verdadero arrepentimiento y conversión a Jesús. Y desde entonces sus papás, sus abuelitos, sus hermanitos y todas las personas que la conocían se dieron cuenta de que Sonia no era la misma. Se convirtió en una niña muy colaboradora. Ayudaba en la iglesia en lo que podía, aprendió a hacer galleticas de chocolate con su abuelita, y todos los domingos, no para que dijeran que era buena, mas por amor a su Señor, llevaba un paquetico para compartir. Se notaba claramente que Dios había hecho de ella un árbol bueno que produce frutos buenos. Pero un día para sorpresa de todos, Sonia se enfermó y fue necesario hospitalizarla. Su pastor la visitó, y al llegar la encontró llorando, pero no de la enfermedad. Ella le dijo: “pastor, estoy triste no por mi enfermedad, estoy triste porque así enferma no le puedo servir a mi Señor.” Sabiamente el pastor, le respondió: “¿Y quién te dijo Sonia que así como estas no le puedes servir a Dios ayudando a otros?” La niña dijo: “¿pero cómo pastor, si ni me puedo levantar?” El pastor le dijo: “Con esa inmensa riqueza que tienes en tu nuevo corazón, este es el lugar ideal para enriquecer a todo aquel que entre a este lugar. ¿Entendiste?” la niña suspirando, dijo “Entendí pastor, no había pensado así. Gracias, muchas gracias.” Las palabras del pastor fueron como un bálsamo, y desde ese día la niña no estuvo más triste. Ella no perdía oportunidad para hablar de Dios a todo aquel que entrara a su sala. Todo aquel que llegaba a consolarla, salía consolado. Mas además de ello, ella oraba por las personas del pueblo, y se deleitaba preguntando, “¿alguien se convirtió del pueblo?” Y cuando le daban noticias de las personas que venían humilladas a los pies de Cristo, quería saltar de alegría. La niña no mejoró, su enfermedad la fue deteriorando cada vez más, hasta que finalmente murió. Su periodo de enfermedad fue usado para enriquecer con su testimonio y sus palabras a muchos. Dicen que cuando levantaron el cuerpito de la niña, encontraron debajo de la almohada una lista de las personas por las cuales ella estaba orando.

Diana preguntó: “¿pero si era una niña tan bondadosa porque Dios no la sano?” La profesora respondió: “parece un final triste e injusto, ¿no es verdad Dianita?, pero no lo es, porque todo aquel que tiene la verdadera bondad, puede decir con Pablo: “para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:21) Todo cristiano cuando muere, su alma es llevada al cielo, pensemos en Sonia. Al llegar allí, ve la ciudad celestial con su muralla de diamante, cuyos cimientos estaban adornados con toda clase de piedra preciosa, y sus doce puertas son perlas gigantes. Al entrar ve que sus calles son de oro, ve el rio de agua de vida y a lado y lado el árbol de la vida, ve a los ángeles, se encuentra con todos los que desde el comienzo de la historia fueron unidos a Jesús, ve a Adán, a Abel, Noé, Abraham, Sara, Isaac, Jacob, David, Pedro, Juan, Pablo, pero especialmente ve a Jesús; mira las heridas en sus manos, en sus pies, en su costado, heridas que Él sufrió para que niñas como Sonia pudiesen estar para siempre en su reino. Dianita, ¿fue entonces la muerte para Sonia una mala noticia, fue algo injusto de parte de Dios, fue una noticia triste?” Diana, dijo: “No profesora, es una noticia muy maravillosa.”

La profesora, mirando a los niños, les preguntó: “¿Qué cosas aprendieron hoy?” Rebeca levantó la mano, y dijo: “Hoy entendí que la verdadera bondad no es solo dar cosas materiales, que es también dar cosas espirituales.” La profesora dijo: “muy bien Rebeca,” “¿Alguien más?” José David dijo: “Que cuando la persona tiene la verdadera bondad hace las cosa como para el Señor y no para los hombres, y que tiende a no vivir recordando el bien que ha hecho.” La profesora dijo: “Muy bien niños, un feliz día para todos” Rebeca se acercó a su profesora, la abrazo con fuerza, y le dijo: “Profesora, muchas gracias con tus palabras y afecto me enriqueciste mucho.” La profesora, dijo: “Rebeca, si esto aconteció, la gloria debe ser toda para mi Señor.”

 

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