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Que nos quedemos con Dios (Jun, 2019)

Boletín junio 2019 

Sobra insistir que Dios debe ser el centro de todo nuestro pensamiento y anhelo. ¡Cuántas veces escuchamos esto, por ejemplo, en las palabras de Romanos 11:36! Dios declara por Isaías: Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Isaías 45:22. (Foto: Sascha Pohflepp/Flickr)

Pero, si bien sobra esta exhortación, la hacemos de todos modos, porque todavía muchas veces ocupamos el centro del escenario de nuestras vidas en lugar de tener a Dios allí. ¿Podemos testificar como hace el salmista en el Salmo 42:1-2? El cual dice: Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo, ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Y, escuchamos a Dios el Señor y Libertador diciendo en Isaías 55:3, Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David.

Cito a continuación un párrafo traducido del original en Inglés del comentario sobre Isaías, de un famoso predicador del siglo XVIII, el pastor John Gill, el cual se encuentra en https://www.e-sword.net/

Aunque todas las palabras del capítulo 55 tienen que ver literalmente con los judíos y su regreso a la tierra después del cautiverio, sin embargo, espiritualmente podemos aplicarlas a la conversión de los seres humanos en general. Se tratan de la Palabra de Dios obrando eficazmente en los escogidos de Dios (55:11). Fueron símbolos de esta experiencia tanto el cautiverio en Babilonia como la posterior liberación. Cuando los seres humanos “salen”, como dice el v. 12, de la servidumbre bajo el pecado, bajo Satanás, y bajo la ley; cuando salen de una condición de tinieblas e ignorancia; cuando salen del abismo de la miseria y del estrés de la naturaleza; cuando salen de sí mismos y de la confianza en su propia justicia; cuando salen de sus caminos pecaminosos y salen de entre los hombres del mundo – y aunque hay en todo esto un poder divino ejercido, sin embargo salen voluntariamente, siendo llevados por el Espíritu de Dios, quien los toma de la mano, por decirlo así, y los conduce por caminos que les son desconocidos, pues los conduce a Cristo, a su persona, su plenitud, su sangre, su justicia; los conduce a la casa de Dios y a las ordenanzas de ella, y los conduce de un grado de gracia a otro hasta que lleguen a la gloria – y todo esto va acompañado de gozo y paz para ellos, hallándose libres de la servidumbre y en un estado de luz y comodidad, sacados fuera de ese horrible abismo y puestos sobre la roca; son llevados a Cristo y son vestidos con su justicia; son llevados a los ángeles quienes se regocijan sobre un solo pecador que se arrepiente; son llevados a los ministros del evangelio, los cuales son los instrumentos de su conversión, y son llevados a todos los santos y la comunión con ellos. Este gozo al cual son llevados es explicado en las figuras de los vv. 12 y 13.


Lo anterior es sólo para decir que todo lo tenemos en Cristo. Claro, por voluntad de Dios tenemos que ocuparnos en muchas cosas y confiar en muchas personas, pero sólo por medio de Dios y su Cristo las “muchas cosas” reportan satisfacción y esperanza. No es una pérdida de tiempo oír la voz de Dios en las Escrituras, y tenerle presente con entendimiento y amor en todos los aspectos de nuestra vida. No es sano en ningún sentido dejar a Dios afuera, o buscar diluir o cambiar lo que Él dice. Observamos al mundo en derredor nuestro ocupado en una carrera loca por justificar e imponer en todos las aberraciones fatales y feas de la “sabiduría” humana. No cambia nada descartar o modificar la realidad de Dios y su ley y su salvación en Cristo, y en su lugar recibir otras supuestas soluciones. La verdad de Dios permanece igual como siempre ha sido. Dios en nada y nunca cambia. Dios es bueno, y para siempre es su misericordia.

 

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