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El Espíritu y el evangelio en la evangelización

El Espíritu y el evangelio en la evangelización

...estos predicadores no usaron otro medio. No les era necesaria ni la música para cumplir exitosamente su comisión. Dios se vale del evangelio al efectuar su voluntad en la salvación de una multitud de personas. Obra de tal manera que creen todos los que están ordenados para vida eterna. (Foto: Chirs Yarzad/flickr)

 

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El Espíritu y el evangelio en la evangelización

 

Creemos en la trinidad. Creemos así porque así es Dios, y sabemos que así es Dios porque así lo dice Dios mismo. Seguimos la Biblia, y la Biblia enseña que Dios es uno y a la vez es tres personas.

Hemos hablado últimamente en estas reuniones de la obra del Hijo. Ahora hablemos del Espíritu Santo. En esto está la importancia de la Trinidad. Cada persona, de manera especial, obra la salvación. Dios el Padre la diseña. El Hijo, el Mediador, la obra objetivamente. El Espíritu Santo la aplica, es decir, la obra subjetivamente. Jesucristo por nosotros; el Espíritu en nosotros. Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros?

Creemos en el Espíritu Santo. Él es el Espíritu de gracia y el Espíritu soberano, pues el viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido, mas ni sabes de dónde viene ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu (Jn. 3:8) (Acuérdese de Ez. 37 y el valle de los huesos secos).

¿Cómo hemos de identificar esta obra regeneradora y santificadora del Espíritu? Es decir, ¿con qué se revela personalmente el Espíritu en la conciencia o en el pensamiento del pecador objeto de su obra de gracia? La respuesta es que el Espíritu Santo llama al pecador con El Evangelio, y esta llamado con este instrumento resulta eficaz. 2 Te. 2:13,14. De esta manera, el pecador, ya vivificado por el Espíritu, comprende y aprecia lo que Dios ha obrado en él, y puede responder con acción de gracias y un nuevo estilo de vida.

No dudemos del poder del evangelio, instrumento utilizado por el Espíritu Santo para conversión del pueblo de Dios. Fíjese en los siguientes textos para reconocer y regocijarse en este medio de cambio: Ro. 1:16; 1 Co. 1:20-24; St. 1:18,21; Hc. 20:32; 1 P. 1:23. Para lo mismo, fíjese en las conversiones en los Hechos acontecidas con la predicación del evangelio (2:37; 13:42,48; 16:14,15; 17:4). Estos predicadores no usaron otro medio. No les era necesaria ni la música para cumplir exitosamente su comisión. Dios se vale del evangelio al efectuar su voluntad en la salvación de una multitud de personas. Obra de tal manera que creen todos los que están ordenados para vida eterna, Hc. 14:48. Ya en la reunión pasada hablamos de que el hombre natural, sin el Espíritu, resiste la voz del Espíritu Santo, pero no la resiste más cuando este mismo Espíritu con el evangelio lo vivifica espiritualmente.

Detallando más este tema del llamamiento que el Espíritu hace con el evangelio, notamos los siguientes pasos en la conversión del pecador por obra suya:

1. El llamamiento externo, el evangelio anunciado por medio de la predicación. De esto en sí mismo y por sí mismo no resulta nada, porque el hombre natural no puede comprender las cosas de Dios (1 Co. 2:14).

2. El Espíritu obra antes o con este evangelio anunciado para impartir vida espiritual. Esta obra es la regeneración en el sentido más estricto o limitado del término teológico. La persona es engendrada de Dios, Jn. 1:12. Valga la observación que el Espíritu obra directamente sobre el pecador, muerto en pecados; no necesita de ningún instrumento para hacerlo.

3. El Espíritu llama internamente a la persona regenerada y que ya goza de la capacidad de oír espiritualmente. Oye y entiende.

4. El Espíritu con el mensaje del evangelio hace que la persona regenerada oiga en su alma y obedezca, arrepintiéndose y creyendo en Cristo, quien ya le fue presentado en el evangelio. Esto lo podríamos llamar la regeneración en el sentido más amplio, ya que incluye la respuesta del pecador, es decir, su conversión. O podríamos llamar esto “el nuevo nacimiento”.
Claro, todo esto acontece simultáneamente en la experiencia de la persona, e incluso es muy probable que no reconozca en el momento de la experiencia qué fue lo que pasó y que piense que todo fue sencillamente por decisión y actuación suya, a no ser que haya sido cuidadosamente instruido antes en estas verdades. (Para mirar mejor los cuatro pasos anteriores, por favor consulte el capítulo sobre “El Llamamiento y la Regeneración” en El Sumario de Doctrina de Berkhof).

Estamos mirando este tema con un triple propósito:

1. El de dar a Dios toda la honra en la salvación, porque a Él le pertenece. 2 Te. 2:13 y Ro. 11:36; Jn. 1:12,13.

2. El de reconocer agradecidos al Espíritu Santo en toda la soberanía de sus operaciones. Tanto se habla de honrar, reconocer, y creer en Él, pero a menudo se es desconocido en su obra básica salvadora. La verdadera espiritualidad no es tanto una experiencia mística o esotérica, sino una conciencia de depender de Él, de manera absoluta para vivir, creer y obedecer.

3. El de mantenernos fieles al uso del medio evangelístico ordenado por Dios, y en el rechazo de sustitutos y complementos. Confiemos en el anuncio del evangelio como eficaz para reunir a los escogidos y edificar la iglesia. Elementos como la música, por ejemplo, o el drama, deben ser usados con sumo cuidado. Recordemos 1 Co. 2:3-5. Lo que el Espíritu bendice es la verdad, y no es sabio envolver la verdad clara del evangelio en neblinas de sabiduría humana. Claro que la música y el drama impresionan. Pero es dudoso si impresionan con suficiencia y claridad del evangelio. Por algo Dios no recomienda estas formas al tratar de la evangelización. “Pero:”, dirá alguno, “¿No funcionan estos medios como ganchos para que la gente por lo menos se acerque y escuche el evangelio?” Puede ser que sí, aunque en la práctica, valernos de ellos es arriesgado. No descartemos el peligro de las falsas impresiones. La emoción que la música comunica fácilmente hace que la persona confíe haber experimentado una conversión espiritual cuando no ha sido así.

Lo que enfatizamos en estos renglones es que estos medios no son necesarios para la evangelización y que pueden ser perjudiciales. No son necesarios porque Dios Espíritu Santo, con la predicación del evangelio, es poderoso para vivificar directamente sin necesidad de más. El evangelio es el poder de Dios para salvación. Insistir en atraer a la gente con otras cosas es dudar de la sabiduría y el poder de su voluntad. Algunos opinan que por vivir en el siglo 21 y por estar la gente acostumbrada a las formas modernas de comunicación; la sencilla predicación no va a efectuar en nada a nadie. Pero, para Dios no es difícil hacer vivir a los muertos, y lo hace a su manera para que sea reconocido como autor de la salvación, lo que dice 1 Co. 1:21-23. No, no somos enemigos de la música y del drama, pero como medios de evangelización, creemos que por lo general hacen más daño que bien.

Esto no descarta la necesidad de predicar con unción, fervor, persuasión, compasión, claridad, etc., etc., pues de todo esto hablan las Escrituras. Pero todo debe ser como comunicación del mensaje y el espíritu del evangelio.

 

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