¿Por quiénes murió Cristo?

La naturaleza de la redención que Cristo obró

No es una pregunta fácil de contestar. Hay versículos en las Escrituras que dicen que Cristo es el Salvador de todo el mundo. Otros declaran que murió solo para salvar a su pueblo. ¿Por quiénes murió Jesús? (Foto: Angela Marie Henriette/flickr)

 

Versión completa en pdf (4 páginas) 

DescargarBoton2

 

 

¿Por quiénes murió Cristo?
¿Murió Jesús para redimir a todos los hombres os solo a su pueblo?

 

No es una pregunta fácil de contestar. Hay versículos en las Escrituras que dicen que Cristo es el Salvador de todo el mundo. Otros declaran que murió solo para salvar a su pueblo. ¿Por quiénes murió Jesús? Los cristianos no están de acuerdo en cuál debe ser la respuesta a la pregunta. ¿Cuál fue el propósito del Padre al enviar a su Hijo a la cruz? ¿Salvar al mundo o salvar a su pueblo? Comparemos dos puntos de vista, consideremos un tercero, y después tratemos de discernir cuál de los tres es el más bíblico.

 

El desacuerdo

Hay dos posiciones básicas. Los que creen en la Redención General y los que creen en la Redención Particular. La Redención General es la idea de que Jesús murió para redimir toda la humanidad. Esta interpretación normalmente se asocia con la posición teológica que se llama el Arminianismo, que cita versículos como Hebreos 2:9 para apoyar su posición ‒gustase la muerte por todos‒. Al otro lado están los que creen en la Redención Particular (a veces llamada la Redención Limitada). Esta es la idea de que Jesús murió para redimir solo a los elegidos: su pueblo. Esta interpretación normalmente se asocia con la posición teológica que se llama el Calvinismo y cita versículos como Mateo 1:21 para apoyar su posición ‒llamarás su nombre Jesús porque salvará a su pueblo de sus pecados‒.

Pero, ¿por qué existe el desacuerdo? ¿Por qué no pueden todos leer los mismos versículos y salir con las mismas conclusiones?

 

Lo que causa el desacuerdo

La raíz del desacuerdo, en el puro fondo, nace de opiniones encontradas con respecto a lo que es la naturaleza de la voluntad de Dios. Para el arminiano, la voluntad de Dios puede ser simples deseos que Él tiene y por lo tanto Dios no siempre logra lo que desea lograr. Las cosas no siempre salen como la voluntad divina quiere que salgan. Al contrario, el calvinista mantiene que la voluntad de Dios no consiste de meros deseos, sino de lo que ha determinado hacer. Y lo que Dios determina hacer siempre se logra. Las cosas siempre salen como Dios ha determinado.

Cuando los puntos de vista anteriores se aplican a la muerte de Jesús, vemos que cada grupo sale con sus conclusiones distintas en cuanto a lo que el sacrificio logró. Según la posición de la Redención General el propósito de la muerte de Cristo fue ofrecer una posible salvación para todas las personas del mundo. Se citan versículos como Juan 3:16 como apoyo ‒de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna‒. Según esta posición, la muerte de Cristo no aseguró la salvación para ninguno. Solo hizo posible que todos se salven. Esta salvación potencial solo es eficaz cuando el pecador la acepta mediante su libre albedrío. Esta forma de entender la obra de Cristo se observa con frecuencia en los tratados evangelísticos o el llamado del predicador ‒Amigo, Cristo murió en la cruz para salvarte. Cristo hizo el puente necesario para llevarte a Dios. Ahora, depende de tí el cruzar ese puente. Dios hizo su parte. Lo que falta es que tu tomes el paso para cruzar el puente. Dios te espera‒.

En contraste, la posición de la Redención Particular dice que el propósito de la muerte de Cristo fue asegurar la salvación para un grupo específico: los muchos pecadores que creen: la Iglesia. Se citan versículos como Tito 2:13-14 como apoyo ‒Jesucristo, quien se dio a si mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para si un pueblo propio‒. Según esta posición, la muerte de Cristo logró el propósito que Dios tenía en mente: ganar su Iglesia con la sangre de Jesucristo (Hechos 20:28). En otras palabras, salvar a todos los que estaban ordenados para la vida eterna (Hechos 13:48). Su sacrificio no solo hizo posible la salvación de estos muchos ‒la logró. Ellos se arrepentirán y creerán porque están destinados a tal fin. Los calvinistas insisten en que la predicación del evangelio solo debe consistir (en su esencia) de un llamamiento al pecador para que busque a Dios en arrepentimiento y fe en Jesús como Señor y Salvador. Según ellos, la salvación nunca se debe presentar como una obra medio cumplida cuya otra parte depende del hombre. Toman esta posición porque creen que es el evangelio más bíblico. Argumentan que los apóstoles nunca predicaban ni más ni menos que este mensaje.

Hay otra explicación de la muerte de Cristo que ha sido ofrecida por algunos teólogos. En su esencia, es un intento por sacar elementos de las dos anteriores posiciones opuestas, unirlas y salir con una interpretación equilibrada. Propone que la muerte de Cristo tuvo un propósito dual; logró dos cosas: hizo cierta la redención de los elegidos y, al mismo tiempo, hizo posible la redención de todos los hombres. Así se puede decir que lo que Dios determinó hacer no fracasó a pesar del hecho de que multitudes perecen sin haber aceptado su oferta de salvación.

Pero, aunque esta propuesta suena razonable y como posible resolución al desacuerdo, tiene una dificultad inescapable: en ninguna parte de las Escrituras dice que Dios haya tenido un propósito dual en la muerte de su Hijo. Simplemente no hay afirmación bíblica que la redención en Cristo se pueda aplicar de dos formas distintas. Parece difícil entonces aceptar esta propuesta como una opción viable.

 

¿Se hace o no la voluntad de Dios? Lo que enseña la Biblia

De las dos opciones que quedan entonces, ¿cuál es la más bíblica? (Esto requiere de un estudio detallado y aquí no pretendemos abarcar todo el campo textual. En una futura edición de esta carta se publicará la segunda parte de este tema.)

La dificultad de la posición de la Redención General (Cristo murió para ofrecer una posible salvación a todo el mundo) se halla en su presuposición fundamental: la voluntad de Dios no siempre se realiza. Es una presuposición teológica que simplemente no se puede reconciliar con el testimonio de las Escrituras. Pasajes como el de Isaías 46:9-11 hablan en rotunda oposición a la idea ‒Yo soy Dios... que anuncio lo por venir desde el principio y desde la antiguedad lo que aún no era hecho, que digo; Mi consejo permanecerá y haré todo lo que quiero... Yo hablé y lo haré venir; lo he pensado y también lo haré‒. No se puede imaginar que estas sean las palabras de un Dios cuya voluntad tenga un cumplimiento incierto. Otros pasajes testifican fuertemente a la certeza del cumplimiento de su voluntad.

 

Algunos se refieren a su soberanía sobre ciertas áreas de la vida:

• Sobre la voluntad de los líderes políticos:

‒ Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová. Proverbios 21:1

‒ Dice de Ciro: es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y al templo; Serás fundado. Isaías 44:48

• Sobre las circunstancias en la vida del creyente:

‒ Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Romanos 8:28

• Sobre la forma en que el evangelio se recibe o se rechaza:

‒ En aquella misma hora, Jesús se regocijó en el Espíritu: y dijo. Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí Padre, porque así te agradó. Lucas 10:21


• Otros pasajes hablan de su soberanía sobre todo en el universo:

‒ Habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad. Efesios 1:11

‒ Nuestro Dios está en los cielos. Todo lo que quiso ha hecho. Salmo 115:3

‒ Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos. Salmo 135:6

Tales versículos ponen al arminiano en una posición difícil de defender. Tiene que explicar cómo es que Dios quiere que todos los hombres se salven cuando en realidad multitudes se pierden. Tienen que explicar, ¿cómo es posible que los planes de Dios se puedan frustrar?

La Redención Particular responde al dilema mostrando que la voluntad de Dios no es (y nunca ha sido) que todas las personas en el mundo se salven. Su plan de salvación siempre ha sido para con su pueblo escogido. (Desde los patriarcas hasta la Iglesia.) Y su pueblo, sí, será salvo porque Él quiere que se salve. Dios hace todo lo que quiere.

Pero, ¿qué del argumento arminiano que cita 2 Pedro 3:9? Multitudes perecen en el infierno a pesar de que Dios no quiere que perezcan. ¿No establece esto que la voluntad de Dios no siempre se realiza? Es una buena pregunta que exige una segunda mirada al versículo. Dice que el Señor ‒no quiere que ninguno perezca‒. El problema aquí es que los que dicen que esto muestra que la voluntad de Dios puede ser frustrada no toman la palabra “ninguno” en su contexto correcto. Salen distorsionando su sentido. La plena frase del versículo dice ‒el Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca‒. El pronombre “nosotros” cualifica el sentido en que se debe entender “ninguno”. Se debe entender como “ninguno de nosotros”. Y según el contexto más amplio, ¿a quiénes se refiere “nosotros”? A Pedro y los creyentes a quienes escribe. La expresión es limitada en su alcance y no universal. La única conclusión que se puede sacar de este versículo entonces es que Dios no quiere que ninguno de sus hijos creyentes perezca. En igual manera, cuando Jesús dice ‒no es la voluntad de vuestro Padre que se pierda uno de estos pequeños. Mateo 18:14‒ el contexto hace muy claro que “estos pequeños” se refiere a las “ovejas” que pertenecen al rebaño mencionado en la parábola anterior. Es difícil dudar de que estas ovejas sean los creyentes de su iglesia. (‒Mis ovejas reconocen mi voz y me siguen‒). La expresión no se puede referir a cualquier persona.

 

- ♦ -