“El escarnecedor no ama al que le reprende, ni se junta con los sabios” Pr. 15:12 (Foto: Udo Geisler/Flickr)
Hace tiempo leí sobre la reacción de un jefe nativo cuando se vio en un espejo por primera vez. Él no era del todo atractivo, así que se impresionó cuando se vio. Luego de ese impacto inicial, mandó destruir semejante artefacto, porque hablaba mal de él. ¿Corrigió así lo que consideró que estaba mal?
Otra historia cuenta de un predicador que preguntó a su congregación: “¿A ustedes les gusta que les mientan?” La respuesta general fue: “¡no, no nos gusta!”. Enseguida el predicador les dijo: “Entonces, ¿por qué se enojan cuando les dicen la verdad, o cuando alguien les hace ver sus errores?” ¿Nos pasará lo mismo?
Como seres humanos, sentimos enojo contra aquel que Dios usa para hacernos ver el camino errado por donde andamos, y sentimos atracción hacia aquel que se complace y nos ayuda a justificar nuestras ofensas al Señor. Esta inclinación nos hace víctimas de los falsos amigos y de los falsos maestros (1 Co. 15:33; 2 Ti. 4:3) Esto puede hacer que endurezcamos nuestra cerviz, para repentinamente y sin remedio ser quebrantados. (Pr. 29:1)
Solo si estamos unidos y afirmados en Cristo, podemos valorar y agradecer los consejos de aquellos que Él usa para reprendernos, aunque inicialmente lleguemos a enojarnos. (Pr. 27:5-6)
“Bienaventurado el hombre a quien tú, JAH, corriges, y en tu ley lo instruyes, para hacerlo descansar en los días de aflicción, en tanto que para el impío se cava el hoyo” Sal. 94:12-13
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