"Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo." Hebreos 13:3.
Mayormente en el día de hoy la Iglesia cristiana occidental asocia la palabra persecución a una reliquia histórica en la cual los cristianos del primer siglo eran arrojados a los leones en el coliseo Romano, o ardían en una hoguera al rehusar negar su fe.
Para otros la palabra persecución provoca una serie de imágenes como alambradas, campos de concentración, deportaciones y, de manera comprensible, se llega a la conclusión de que no todos los creyentes afortunadamente deberán pasar por situaciones semejantes.
Finalmente, están aquellos que afirman que la persecución de nuestros días consiste en ser reprochados y malentendidos por nuestros círculos familiares y de amigos, poniéndonos en nuestras cabezas la corona de mártires. Al exponernos al vituperio de ser simplemente de una opinión diferente, o ser excluidos de un grupo social.
Lejos de llegar a disminuir el infortunado desprecio al recibir oprobio y rechazo de nuestros allegados, ya que ningún siervo en el cuerpo de Cristo al hacer el bien debería condenársele como alguien peor que un impío, es mi deseo hacer ver ante nosotros una realidad que nos parece tan lejana en el tiempo, pero quizás esa distancia no debe medirse por medio de los años, sino por medio de nuestra indiferencia e ignorancia ante la verdadera situación en la que vivimos.
En un estudio realizado en el 2010 se calculó que en el mundo eran perseguidos alrededor de 100 millones de cristianos, además del escalofriante dato de que cada 5 minutos un cristiano muere por su fe. Si sumamos la cantidad de cristianos perseguidos en el siglo XX y XXI supera con creces la cantidad de cristianos que fueron perseguidos desde el siglo I hasta el XIX juntos.
Es de admirar las historias de los creyentes que vivieron durante las guerras mundiales y en el tiempo de la Unión Soviética en el Este de Europa, como el bien conocido Richard Wurmbrand llamado el "Pablo de la Cortina de Hierro".
Pero el historial de la persecución no terminó con la Perestroika*, y no terminará hasta que venga nuestro Señor Jesucristo. Es necesario como bien nos dice Pablo: "Acordarnos de los maltratados" y reivindicar el hecho de que la persecución severa y extrema sí es una realidad de nuestros días. No la vemos, ni escuchamos noticias de ellos salvo una que otra mención de Boko Haram u otro grupo similar, pero por la gracia de Dios existen organizaciones que nos hablan de ellos, para que nosotros aprendamos a tener en cuenta esta gran parte del cuerpo de Cristo y podamos sentir responsabilidad acordándonos de ellos en oración.
Para ello les invito a seguir estos enlaces y saber cómo podemos orar por ellos:
http://www.persecucion.org/
https://www.puertasabiertas.org/
*es conocida como la reforma que fue creada para desarrollar una nueva estructura de la economía interna de la Unión Soviética, (http://es.wikipedia.org/wiki/Perestroika)