Ya pasó la Semana Mayor, pero las lluvias, quizás no.
Lo seguro es que la gente se acuerda más de éstas que de aquélla. Pero, parece que ni ola invernal ni Semana Santa son cuestión de reflexión acertada. La gente no nota la estrecha relación entre las dos.
"Llamarás a su nombre Jesús, porque Él salvará a su nombre de sus pecados". Estas palabras de Mateo 1:21 nos llevan a la Navidad. Todo está relacionado. ¿En qué sentido? Pues en que las lluvias excesivas son la reacción a Dios al pecado de Colombia, pero que por eso Dios envió a su Hijo Jesucristo en expiación por el pecado (Isaías 53:10-12).
La Biblia es muy clara al decir que Dios envía las lluvias o que no las envía (Salmo 135:5-7). Dios envió el diluvio en días de Noé; era para castigar una humanidad indiferente, rebelde, violenta, e idólatra. "Y el SEÑOR vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era sólo hacer siempre el mal". (Génesis 6:5). No hay nada de casualidad en lo que pasa en el mundo. Dios dirige todo (Ecl 11:5).
No, no es que los que perdieron todo en las inundaciones y los derrumbes eran más pecadores que los demás. Dios castiga la nación como un todo (y no sólo a Colombia) porque en general persiste la idolatría y la inmoralidad. Desconoce a Dios y quebranta sus mandamientos. Aun los que son el pueblo de Dios sufren, aunque como cuestión de la disciplina sabia de un Padre de amor en Cristo.
En general, la reacción ante el desastre es echar la culpa sobre "la niña", sobre la naturaleza, o sobre el gobierno. Después, la reacción es exigir al gobierno ayuda y reparaciones. La reacción debe ser más el arrepentimiento por parte de todos, cada cual según su culpa particular. Esto incluye a la iglesia, la Iglesia Cristiana Gracia y Amor también. Hay aún pecado en nosotros. No hemos buscado al Señor como Él merece. No hemos orado sin cesar, no hemos adorado en Espíritu y en verdad, no hemos predicado el evangelio abundantemente, no nos amamos los unos a los otros con amor sincero, y no hemos servido debidamente a los necesitados.
Tengamos presente nuestro privilegio de ayudar a quienes sufren bajo las pruebas o castigos que Dios pone. Él mismo, ¿no hace salir el sol sobre los buenos y lo malos? ¿No vino Jesucristo para morir por nosotros cuando aún éramos pecadores (Semana Santa)? Si bien Dios es muy severo, es a la vez muy misericordioso.
¿Paz en el mundo? Jesucristo vino para reconciliarnos con Dios. Las dimensiones del desastre del invierno son tan grandes que nos parece inútil intentar ayudar. Pero, nos preguntamos, ¿es más grande este desastre de ahora que la caída de Adán? Porque para aquella ruina Dios proveyó el remedio. ¿Qué más podemos y debemos hacer? A la larga no habrá paz sin que por el evangelio las personas se reconcilien con Dios, pero, si bien la conversión de las personas depende de Dios, es para nosotros obedecer en lo que nos manda, o si no, volvemos peor el problema y atraemos más castigos. Despreciar las misericordias de Dios en Cristo Jesús no es un pecado pequeño. Ante el desastre, tengamos muy presente la obra redentora de Cristo. ¡Prediquemos las Buenas Nuevas!