Los salmos nos mantienen delante de Dios en nuestro pensamiento, contemplándole, adorándole, y deleitándonos en Él.
Nos llevan a confiar en Él en medio de todo y siempre. Una buena dosis de meditación en Dios fácilmente elimina angustias que sin ella nos molestarían horas, días y hasta semanas.
Tomemos dos ejemplos, Salmos 111 y 113. No dicen cosas nuevas, sino otra vez las mismas que ya hemos oído. Otra vez las mismas, pero, ¡cuán importante mirarlas otra y otra vez! Somos incrédulos todavía. Juzgamos todo a la luz de nuestras propias ideas. Nos parece imposible que Dios pueda o quiera ayudar. Nos parece que las situaciones van más allá de una solución. Es por pensar así que a veces echamos mano a remedios que no son remedios, que más bien enojan a Dios, porque contradicen su sabiduría, o porque desconocen a Dios.
Claro que nos toca actuar según nuestro deber, pero debemos actuar de acuerdo con lo que Dios manda. Por ejemplo, seis días debemos trabajar y hacer toda nuestra obra (Deuteronomio 5:12-15). Pero nuestros esfuerzos, si bien mandados por Dios, no logran por sí las metas deseadas a no ser que Dios obre a la vez. Además, muchas veces las soluciones deseadas no son las buenas. Por lo tanto, obedezcamos lo que Dios nos manda, y también sometámonos confiadamente bajo su fiel cuidado. Esforzados y confiados, orando en todo tiempo, haciendo conocer nuestras peticiones delante de Dios, pero declarando, tal como Jesucristo mismo hizo en Getsemaní, “No lo que yo quiero sino tú”.
Salmos como 111, 113 son ejemplos de cómo el libro de salmos mantiene nuestra atención en el Señor. ¿Cuántas veces habla el Salmo 111 de las maravillosas obras del Señor? Cuéntalas. Lea rápido el salmo. Luego, léalo otra vez. Luego, piense en lo que ha leído. ¿A qué nos llama el salmo?
El salmo 113 da otro cuadro de Dios, el Señor. ¿Qué dice en cuanto a Él? Haga la lista de cosas que el salmo dice. ¿A qué le llama a uno el salmo? Como que el versículo 7 presenta una dificultad. El Versículo 7 no parece ser cierto. Pero, si bien no es universalmente cierto y no lo es en todo momento, es así porque en la sabiduría de Dios no es su voluntad volver ricos a todos los pobres, siendo que la pobreza es para muchos lo más beneficioso en este momento. Sin embargo, sí, es cierto para todo el que cree en Cristo Salvador. Es cierto en este sentido, que gozan en todo momento de las riquezas de su gracia y de toda bendición espiritual en Él. Por lo tanto, dejemos de cuestionar las afirmaciones de las Escrituras según criterios pecaminosos, materialistas y temporales. Miremos las cosas a la luz de la realidad del mundo según Dios la define en la Biblia. Y, ¡confiemos! ¡Alabemos!
Al hablar de meditar la Palabra de Dios para matar la angustia o la tentación, no hablamos de algo mágico. No se trata de resolver la dificultad en seguida. Tenemos que insistir con nosotros mismos para pensar en línea con la verdad de Dios, la verdad del evangelio, y para resistir a pensar que las dificultades y los peligros vayan a destruirnos. Claro, es posible que en la sabia providencia de Dios sea necesario sufrir desastres. Pero, en Cristo, “en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. (Romanos 8:37)
Los salmos como 111, 113 nos invitan a investigar también la Historia Sagrada para encontrar casos que comprueban las verdades que estos salmos presentan. Estos casos nos ayudan a entender aún mejor en qué sentido debemos entender las promesas que los salmos hacen. Así evitamos falsas expectativas, pero mantenemos expectativas en cuanto al cuidado último de Dios.