¡Qué decepción siente el alumno al darse cuenta de que hizo una tarea que no fue la asignada por el profesor! Bien hecha, quizás, pero no fue sobre el tema requerido. (Foto: Andrew Bowden/Flickr)
¿Cuál es la tarea que Dios nos ha asignado? Que no nos equivoquemos gastando energía y tiempo en lo que no es el proyecto de Dios. Es cierto que Dios tiene más de un solo proyecto. Quiere que cada creyente crezca a la imagen de Cristo, quiere que cada familia sea según su voluntad, pero a la vez, y de especial interés para Él, es la iglesia, por la cual se entregó en la cruz para santificarla, Efesios 5:25. Los asuntos nacionales también son importantes, pero, recordemos la frase que Pedro escribió sobre la iglesia: Vosotros sois…nación santa (1 de Pedro 2:9-10). Es sobre ella que Dios ha puesto su amor.
El colegio es importante, la evangelización, también, y además la Escuela Dominical, pero mientras estemos ocupados en estos ministerios, los cuales son parte de la vida de la iglesia, tengamos muy presente que la iglesia como tal debe ser saludable y como Dios quiere que sea, si es que lo demás ha de funcionar bien.
Varios salmos enfocan el afecto que Dios tiene para con la iglesia. Véase 122, 125, 126, 129, por ejemplo.
¿La iglesia? ¿Ocuparnos de ella? ¿No es ella muchas veces la institución más débil, ineficaz, inepta, conflictiva, y de mal testimonio? Peleas, controversias, ofensas, etc., tristemente son a menudo su experiencia. Pero, sí, nos ocupamos de ella, pues, ella es la ocupación de Dios. Jesucristo no ha renunciado a ser su cabeza. Él la tiene como “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:23).
Gracias a Dios por cada creyente en Cristo, cada miembro de la iglesia, quien con su presencia (cuando es posible) en todos los cultos, con sus contactos y apoyos a favor de todos los demás miembros, con el uso a su favor de los dones recibidos de Dios, y con sus oraciones constantes a favor de ella, a favor de cada uno de los miembros (Salmo 122:6). Gracias a Dios por cada uno que así muestra que se preocupa y se ocupa en lo mismo en que Cristo mismo hace.
Ni por un momento debemos perder de vista las buenas nuevas de Jesucristo (el evangelio). Por su obra en la cruz, procuró a favor de su iglesia (a favor de cada miembro) el perdón de sus pecados y la presencia de su Espíritu por quien, sí, podemos vivir en paz los unos con los otros; la paz, claro, siempre con la verdad, siempre con todo el fruto del Espíritu (Gálatas capítulos 5 y 6, y Efesios 4, 5, 6). …Viniendo [al Señor], como a una piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios, también ustedes, como piedras vivas, sean edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. (1 de Pedro 2:4-5).
El texto en 1 de Pedro 2 nos obliga a pensar una cosa más. Es que la iglesia es una comunidad compuesta de individuos (“piedras vivas”), y cada miembro individual tiene el deber de actuar plenamente en lo que le corresponde. Por ejemplo, Hebreos 3:13: Antes, exhórtense los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: “Hoy;” no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado. Mire también Hebreos 10:24-25, y Efesios 4:16, “…Se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro…”
Mostramos amor a Cristo y a su iglesia cuando cada uno actúa en todo lo que debe actuar. ¡Qué privilegio! “Sigan la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. (Hebreos 12:14)