“Lámpara es a mis pies tu Palabra, y lumbrera a mi camino” Salmos 119:105 (Foto: flickr/Jorge Redgrave)
La luz física hizo la diferencia. Cierta mañana al dirigirme hacia el baño, y aun un poco oscuro, no use la luz para evitar tropezarme. Por esto, de repente, sentí una picada en el pie, fuertísima; un escorpión me había inyectado de su veneno, y por eso estuve incapacitado varios días. En otra ocasión, ya casi de noche, tuve que ir a encerrar las gallinas, pero esta vez sí llevé la linterna... Qué susto el que me llevé cuando vi una serpiente talla X, gracias a la luz, justo en donde debía dar el siguiente paso. Dios, en su providencia, usó la luz de la linterna para salvarme de la mordida de la serpiente: la luz hizo una diferencia abismal.
Las Sagrada Escrituras hacen toda la diferencia. En este mundo en tinieblas espirituales en el cual vivimos, solo hay una fuente de luz para mostrarnos el camino, para que nuestro andar sea seguro hacia el cielo. Esa Luz es Cristo; mas es por medio de sus Sagradas Escrituras que Él nos alumbra, como lo leemos en Juan 8:12
El que desprecia las Sagradas Escrituras está en tinieblas absolutas. Nadie que tenga en poco las Sagradas Escrituras (y que por tanto tiene en poco a Cristo), podrá dar un solo paso seguro. Con certeza, será víctima de las tinieblas, las cuales con todo su sistema de maldad consumen a sus presas en la condenación eterna. (Juan 3:19-20)
“El que es de Dios, las Palabras de Dios oye...” Juan 8:45