Cuando una persona invoca a un ser para que lo socorra, y cree que este estará ahí para responderle, lo está elevando (consciente o inconscientemente) a la posición de Dios... (Foto: areta ekarafi/Flickr)
...pues está creyendo que es omnipresente, cuando este atributo solo lo tiene Dios. Creer así, a la luz de las Escrituras, es una profanación al primer mandamiento en Éxodo 20:3, “No tendrás dioses ajenos delante de mí.” No importa cuán santo haya sido o sea ese ser, a eso Dios lo llama idolatría.
Les ruego, por el bien de sus almas, que mediten profundamente en lo anterior, les ruego que tomen muy en serio la lectura de la Biblia, en orden, y evalúen con las Escrituras todo lo que les han enseñado y que creen.
El Dios de las Escrituras nos ordena no poner la confianza en nuestra propia prudencia, ni en el hombre, por santo que este sea o parezca, sino solo en lo que Él dice en su Palabra, Proverbios 3:5-8; Jeremías 17:5-10
No existe peor tragedia que vivir y morir creyendo en lo errado, pensando que estamos en el camino correcto si en realidad no lo estamos.
“El que es de Dios, la Palabra de Dios oye;” Juan 8:47a