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NUESTRO VERSÍCULO LEMA: Efesios 2:8

¿Conoces a Leviatán?

Imagen de un dinosaurio, con muchos dientes.

"Nadie hay tan osado que lo despierte; ¿Quién, pues, podrá estar delante de mí?"
Job 41:10 (Foto: BiancaVanDijk/pixabay)

¿Sabes lo que es un Leviatán? Si has leído Job 41, sabrás de primera mano las características de esta temible criatura, porque en este capítulo, su autor, Dios mismo, se dedica a describirnos con lujo de detalles la magnificencia de este incomparable e indómito animal.

En este pasaje el Creador resalta del leviatán, entre otras cosas, la absoluta incapacidad del hombre para cazarlo o dominarlo, las espantosas hileras de sus dientes, la rigidez de su carne, su increíble tamaño, la intensidad de su furia y la dureza de sus escamas blindadas al efecto de toda arma humana. Lee sobre él, y estarás de acuerdo conmigo en que jamás hubieras querido encontrarte de frente con uno de estos titánicos seres, de quienes Dios mismo decía: "pon tu mano sobre él; te acordarás de la batalla, y nunca más volverás." (Job 41:8)

Pero por más de que puedas hoy en día saber de la existencia pasada del leviatán y hacerte una idea en tu cabeza de lo temible que era, ya nunca podrás experimentar lo que realmente significaba conocer de frente a un leviatán, su poder, la fuerza de sus golpes y mordeduras, ni el terror que te inspiraría presenciar tan solo el vapor saliendo a través de su nariz hoy podemos decir que tú sabes del leviatán, pero no conoces al leviatán.

Esto nos lleva a descubrir la enorme diferencia que existe entre saber de algo, y conocer algo, o la enorme diferencia que existe entre saber de alguien y conocer a alguien... y esto mismo aplica a nuestra relación con Dios.

Una persona puede saber mucho de Dios, tener una licenciatura en teología, o una maestría con honores que le lleve a escribir muchos libros acerca de la fe cristiana... Pero eso no garantiza que esa persona ha conocido realmente a Dios, porque conocer al Señor implica mucho más que un profundo saber intelectual; conocer a Dios, al igual que en mi ilustración del leviatán, implica encontrarse frente a frente con Él. Conocer a Dios implica dialogar con Él. Conocer a Dios involucra nuestros sentidos... Involucra una experiencia íntima, cotidiana y disciplinada con el Creador mediada por la fe (sin referirme con esto a la necesidad de pasar por ningún tipo de trance emocional, extraño o fantasioso, sino por el contrario, a una experiencia viva y totalmente real). Conocer a Dios, implica ver la vida por medio de sus ojos, y no de los nuestros; saborear con el alma el significado de cada uno de sus atributos; palpar su presencia en cada acontecer; percibir la fragancia de la gracia y de la justicia de Cristo a lo largo de las Escrituras; y oír con un corazón obediente todo lo que su Palabra nos manda por amor a su nombre.

No estoy diciendo con todo esto que no debemos anhelar el hecho de saber cada día más acerca de Dios; por el contrario, estudia y esfuérzate por aumentar ese saber, pero sé consciente de que el solo intelecto no te salvará, pues la vida eterna no está solo en saber de Dios, sino en conocerlo, como bien dice el Señor en Su Palabra: "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado." (Juan 17:3) Ya no podemos conocer al leviatán porque Dios no quiso que en nuestro tiempo lo conociéramos (afortunadamente), pero sí podemos conocer a Dios, porque Dios mismo quiso revelarse plenamente a nosotros por medio de su amado Hijo ¡Qué enorme privilegio este que tenemos de poder conocer en vida y personalmente al Rey y Creador de todo el Universo!

A la luz de este texto, examina tu corazón por favor, y respóndete: al día de hoy, ¿conoces realmente a Dios, o tan solo sabes de Él?


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