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Llorando y celebrando a la vez

Llorando y celebrando a la vez

¡Qué difícil es en medio de este “desastre” pensar y actuar según la totalidad de lo que la Biblia enseña! Aun cuando lloramos con los que lloran, debemos hacerlo como fue el caso del profeta Jeremías... (Foto: Prachatai/Flickr)

 

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Llorando y celebrando a la vez
(El bienestar humano y la gloria de Dios)

El salmo 118 habla de la misericordia de Dios, en los versículos 1, 2, 3, 4, 29. Igual, y aun más, el salmo 136, tiene “la misericordia” de Dios en cada uno de sus 26 versículos. Además, a través de toda la Biblia encontramos esta virtud de Dios, su “misericordia”. Hablando del salmo 136, uno quizás se sorprenda al leer de algunos de los casos y las razones por las cuales el salmista celebra esta misericordia. Por ejemplo, el versículo 10: el salmista alaba a Dios, “Al que hirió a Egipto en sus primogénitos”. ¿Se acuerda del llanto que había en Egipto en cada hogar de los egipcios, aquella noche cuando el ángel de la muerte pasó matando a los primogénitos? ¿Fue eso una misericordia de Dios? Sí, porque fue por razón de aquella matanza que el pueblo de Dios salió libre de Egipto, después de 400 años de esclavitud. Y, entendamos esto, que fue Dios quien envió al ángel en su misión de muerte. En ella Dios fue honrado al tener a su pueblo escogido libre para adorarle como Dios quería. Mire otro ejemplo en el salmo 136, los versículos 17-21. No fue una misericordia para Sehón y Og el hecho que Dios los matara. Pero, sí, fue una misericordia para con Israel, porque así quedó abierto el camino a la conquista de la tierra de Canaán, tierra que Dios les había prometido como herencia, que fluía leche y miel.

Ahora (y a través de los siglos pasados) ante plagas y mortandad como la del covid-19, podríamos estar preguntándonos, ¿dónde está la misericordia de Dios? Miles de muertos y las economías debilitadas, causando hambre, violencia, etc. ¿Es Dios misericordioso o no? Sí, por supuesto que lo es, Dios es misericordioso, pero Dios es así según su propósito, y ese propósito es siempre bueno (y justo), es decir, bueno para defender su propia honra, y bueno siempre para con su pueblo. Los caminos de Dios son buenos y justos según el programa de Dios mismo. Los seres humanos que no andan en estos caminos justos y buenos son enemigos de Dios, y son a la vez enemigos del pueblo de Dios y de la humanidad como un todo. Nadie tiene el derecho de contrariar a Dios, pues Él es Dios, y todo le pertenece a Él. Además, Él es sabio y bueno, y por lo tanto dañar su mundo es dañar la perfección de las obras de Dios.

Miremos el mundo en nuestros días, como era antes del nuevo coronavirus. ¿Qué había entonces? Pues, había muerte por todos lados, idolatría, sufrimiento, guerra, violencia, pobreza, inmoralidad, corrupción, injusticia, opresión, odio, hambre, rivalidades – la lista es larga. ¿Tiene razón Dios al castigar a los que molestan el buen orden de las cosas? Recordemos que este mundo es suyo; Él lo hizo, y debe recibir acciones de gracia. Los habitantes del mundo deben cuidar lo de Dios, de su mundo y de su honra. Deben vivir de acuerdo con el consejo del dueño. Le deben respeto y amor. Nadie tiene el derecho de destruir y perturbar el buen orden que Dios creó.

El salmo 94 habla de “el Dios de las venganzas”, versículo 1. El salmista ruega que este Dios se muestre. ¿Que se muestre en qué? Pues, en dar el pago a los soberbios, a los impíos por su rebeldía contra Él. Lea el salmo 94, los versículos 1-11, y pregúntese si usted está de acuerdo con la oración del salmista. ¿Se equivocó? ¿Cuántas veces leemos en la Biblia que de Dios son las venganzas? Vea por ejemplo Romanos 12:19, y después busque en una concordancia otras citas sobre esto. No es sólo en los tiempos antes de Jesucristo que Dios se revela como Dios vengador. Dios es siempre igual; Dios no es diferente en los tiempos del Antiguo Testamento de lo que es en los tiempos del Nuevo. Ahora, vuelva al salmo 94, y lea el resto del salmo. Fíjese que Dios se venga de sus enemigos, y Dios cuida de su pueblo. Por cuidarlo, precisamente por eso, Dios castiga a los malos. La razón principal, sin embargo, es que Dios gobierna su mundo para defender su propio honor, porque esto es lo que Él merece. Por esto destruye la oposición malvada.

Esto de alabar a Dios por sus justos castigos sobre sus enemigos nos hace recordar también Apocalipsis 16:4-7. Léalos, y luego lea todo el capítulo 16. Son castigos terribles que Dios pone. ¿Castigos merecidos? Algunas personas ahora declaran que Dios nunca castiga a nadie. Si estos casos y los del salmo 94 no son castigos, ¿qué son? Fíjese que en Apocalipsis 16:5, “el ángel de las aguas” decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas. ¿Cómo podría ser de otra manera, pues habían destruido la tierra, y la tierra es de Dios? ¡Qué tal la polución de los ríos y los mares en el mundo actual! Y, otra vez, Apocalipsis 16:7, Juan oía a otro ángel que decía; Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos. Mire el versículo 6 para saber si fueron merecidos o no estos castigos divinos. El pueblo de Dios no puede sino regocijarse en estos juicios porque así el Dios de ellos, el Dios glorioso y salvador, es vindicado y con Él su pueblo, también.

Claro, lloramos con los que lloran. Buscamos socorrer a todos los que sufren. Somos llamados a amar incluso a nuestros enemigos. Dios mismo a veces envía multitudinarias bendiciones sobre sus enemigos, y lo hace muchas veces y año tras año. Como dice el salmo 73, a veces los más “prosperados” por Dios en este mundo son los peores enemigos suyos. La lluvia que Dios envía cae sobre los cultivos de los malos también. Por lo tanto, actuando en armonía con Él y obedeciendo su mandamiento, debemos llorar con los que lloran – aun si son enemigos. Debemos ofrecer todas las ayudas posibles para aliviar el sufrimiento, aunque de manera especial ayudamos con el pan de vida y la paz de Dios por medio del evangelio, llamando, por supuesto, al arrepentimiento, a dejar de servir a otros dioses, y llamando a servir al Dios único, bueno, y justo.

Pero, claro, llorando con los que sufren el castigo de Dios, no lloramos más allá de la medida. Celebramos, también. ¿Qué celebramos? Pues celebramos al Dios justo que toma venganza de sus enemigos, que son enemigos nuestros. Mire Apocalipsis 19, las alabanzas en el cielo. Lea los primeros 6 versículos, y luego lea todo el capítulo. ¿Notó que cuatro veces en los primeros 6 versículos está la palabra, “Aleluya”, versículos 1,3,4,6? La palabra es una palabra hebrea que quiere decir “alabe a Dios”. (Sólo aquí en Apocalipsis 19 encontramos esta palabra en el Nuevo Testamento). El versículo 5 añade la frase, Alabad a nuestro Dios todos sus siervos. Ahora, fíjese en las razones dadas por qué “sus siervos” debían regocijarse y alabar a Dios, y lo mismo “los 24 ancianos”, “los cuatro seres vivientes”, y “la gran multitud en los cielos” (v. 1, y mire 7:9). Mire las razones. ¿La principal?, la que da el versículo 6: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Sólo bajo su reinado las cosas funcionan bien. Dios ha vengado la sangre de sus siervos en ella (en la ramera, Babilonia), v. 2. Pero, las alabanzas del versículo 7 son otra razón, Porque las bodas del Cordero han llegado y Su esposa se ha preparado. Y a ella le fue concedido vestirse de lino fino, resplandeciente y limpio, Porque las acciones justas de los santos son el lino fino. Buenas razones porqué decir “Aleluya”, ¿no le parece? Fíjese bien en la diferencia que hay entre los impíos y el pueblo de Dios. Dios bendice a su pueblo, pero con sus enemigos, Dios arregla cuentas de otra manera. Justo, ¿verdad? Mateo 25:46: Estos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna.

¡Cómo debemos tener cuidado de cómo hablamos y pensamos con respecto al covid-19! Debe ser con toda humildad, con todo reconocimiento de nuestra propia culpa en este desastre, con toda simpatía por la gente que sufre, con la mano abierta y el corazón también al ver a tantos desesperados, y todo esto llorando con los que no son pueblo de Dios, llorando con todo el alma porque ellos, más allá de lo que sufren ahora, si no se arrepienten, les espera aun más de la venganza de Dios. Sí, venganza, Apocalipsis 19:2, de Dios. …La gran multitud en el cielo, v. 1, celebra que Dios ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ellos. ¿Quién es esta ramera? Haga la investigación, y se dará cuenta que tiene que ver con el sistema y el estilo anti cristiano del mundo entero ahora. Tenemos que incluirnos todos por ser contaminados (aun todavía el pueblo de Dios) con estos estilos. Así, pues, sigamos en el evangelio, y sigamos anunciando el evangelio. Si somos creyentes en Cristo, recordemos 1 a Tesalonicenses del capítulo 4:13 al capítulo 5:11, Dios no nos ha puesto para ira…, v. 9, pero, sí, La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda injusticia y toda impiedad, Romanos 1:18. Dios es justo, y en su justicia, muestra también su bondad.

Repito: ¡Cómo debemos tener cuidado en cuanto a cómo hablamos y pensamos en el covid-19! En esta plaga como en toda plaga vemos la obra de Dios. ¿Sentimos cierta amargura quizás o resentimiento porque Dios haya perturbado nuestra rutina cómoda? ¿Cuestionamos a Dios por haber permitido esto? ¿Oramos más que Dios quite la plaga y menos que Dios sea honrado por haberla enviado para su propia gloria (y para nuestro bien, también)? ¿Cantamos con los santos en el cielo, “Aleluya”? ¿Celebramos esta manifestación del reino de Dios, o nos tenemos por víctimas inocentes y abusadas? ¿Tenemos esta plaga como principalmente algo de la suerte, algún capricho impersonal de la naturaleza, en lugar de reconocerla como “un acto de Dios”? ¿Nos preocupamos, tememos, y buscamos consolación, más de lo que adoramos a Dios por ser Dios tal como es y por hacer lo que hace? ¿Vemos también en la catástrofe del virus la venida de su reino?

En lo que acabamos de escribir, estamos reconociendo lo obvio: el pueblo de Dios sufre también por el virus. Si es para castigar a los enemigos de Dios, a la vez los santos sufren, se enferman, tienen hambre, sienten miedo, y en algunos casos mueren. Pero, más que nuestra comodidad, ¿anhelamos la gloria de Dios en el mundo suyo? ¿O, sólo pensamos (con miedo y angustia) en nuestra propia situación ahora? Claro que buscamos soluciones y recuperaciones. Y, es imposible no llorar a veces; no somos piedras, y Dios sabe que somos polvo. Pero, sí, nos humillamos bajo la poderosa mano de Dios …echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. 1 de Pedro 5:6-11.

¡Qué difícil es en medio de este “desastre” pensar y actuar según la totalidad de lo que la Biblia enseña! Aun cuando lloramos con los que lloran, debemos hacerlo como fue el caso del profeta Jeremías. Él, al llorar, su principal tristeza era porque Dios era deshonrado en la destrucción de la nación, de la ciudad y del templo. Pablo es otro caso, Romanos 9:2 y 10:1. ¡Cómo sufría emocionalmente (y físicamente a veces, casi hasta la muerte) al ver cómo su pueblo, el pueblo de Israel, seguía incrédulo ante la llegada de su Mesías! Pero erramos si no leemos todo el capítulo 9 y todo el capítulo 10, y todo el capítulo 11 de Romanos, para saber cuál era el pensamiento y sentimiento de Pablo. Lea la terminación de estos capítulos, 11:30-35, y allí tenemos sus palabras de sumisión, anhelo, y celebración: A Dios sea la gloria por los siglos. Pablo quería más un pueblo creyente y santo para la gloria de Dios que un pueblo cómodo, indiferente, y rebelde.

Este tiempo de sufrimiento para las naciones del mundo, incluyendo a Colombia, es un tiempo de oportunidad para el pueblo de Dios, la iglesia suya, las iglesias suyas, nuestra iglesia, la Iglesia Cristiana Gracia y Amor, para pensar, sentir, y actuar según la Biblia, es decir, según la Fe Reformada. Debemos individualmente y como iglesia, mirar y juzgar todo por el lente de Dios. Hablo de la Biblia, estudiarla como nunca antes, estudiarla en su totalidad, estudiarla recibiendo todas sus enseñanzas, aun las que nos parecen a veces contradictorias. Debemos vivirlas, practicando obediencia según todo lo que Dios nos enseña, no dejando afuera ningún mandamiento, pero tampoco añadiendo entendimientos e interpretaciones adicionales a los que fluyen de la totalidad de la enseñanza bíblica misma. Esto no es fácil, y, por lo tanto, nos encontramos a menudo divididos, blandengues a veces, opresivos otras veces, exagerando las cosas ahora por un lado, ahora por el otro, recibiendo unos consejos pero no todos (o no todos a la vez). Es un buen tiempo para unirnos, no sacrificando la verdad en nada, pero con paciencia oyéndonos, respetándonos, amándonos, y todos clavados en Biblia, Biblia, Biblia. Orando, por supuesto, pues la sabiduría de Dios es lo que queremos. Queremos Ley y Evangelio. Queremos a Dios, Dios, Dios, a Cristo, Cristo, Cristo, a iglesia, iglesia, iglesia, evangelización constantemente. Adoración, servicio, obediencia, el fruto del Espíritu, un pueblo del Dios trino, 1 de Pedro 2:9-10.

Pero, esto, sí, en todo y como siempre, debemos ejercitarnos partiendo del evangelio de la gracia de Dios en Cristo Jesús. Es sólo por el evangelio que gozamos por la fe de la presencia del Espíritu de Dios que vivifica, santifica, enseña, y consuela. El evangelio es el poder de Dios para salvación para todo el que cree. En el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe. La justicia de Dios, sí, revelada cumplida, y satisfecha, de manera que ya no hay condenación. Justificados. Y así, podemos vivir con esperanza y energía, con buena conciencia, dedicados a lo que debemos ser dedicados, es decir, a buscar el reino de Dios y su justicia, y en la plena seguridad de que nada nos puede separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús. Ni la muerte por causa del coronavirus nos perturba, pues para los creyentes ya no es una venganza de Dios, porque Dios por razón de la sangre de Cristo, siendo Él la propiciación por nuestros pecados, nos tiene por pueblo de amor eterno. No, no hay ninguna condenación para los que están en Cristo. No hay que temer la terrible venganza (un cumplimiento de justicia) de Dios contra sus enemigos, sino descansar en medio aun de la muerte sabiendo que es el paso bienvenido (aunque difícil a veces) a la gloria eterna en presencia de nuestro amado Salvador, nuestro amado Dios que nos escogió por pura gracia y nos llevó a creer en el Cristo crucificado, el que fue entregado por nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación.

¡Ojo! El pueblo de Dios está a salvo de los juicios de Dios. La pregunta que uno debe hacerse es si uno es de ese pueblo. Cito 1 a Corintios 15:1-3, texto que en pocas palabras presenta el evangelio: Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras… Pero fíjese otra vez en la frase al final del versículo 2: si no creísteis en vano. Recordemos lo dicho en Mateo 7:21 No todo el que me dice, Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. En una palabra, sabemos que somos del pueblo de Dios si vivimos para la gloria de Dios. Salvos de pura gracia, sí, pero salvos por gracia para servir (con buenas obras) a quien nos ha salvado.

Hago una pregunta que ya he respondido: ¿esta pandemia viene de Dios? La respuesta es que, sí. Claro que sí, pero tengamos presente el libro de Job. El libro de Job nos enseña a tener cuidado al buscar interpretar las providencias divinas. A veces sus obras cumplen varios propósitos de los cuales no sabemos todo, como fue el caso con la prueba que Job sufrió. Sólo que en el caso de Job, Dios mismo nos da la explicación. Fue una controversia entre Dios y Satanás. Claro, cumplió otros propósitos, también.

Pero Dios es el que obra todo. Algunos opinan que sería mejor decir que en ciertos casos sólo los “permite”, no más. Es cierto que no es Dios el que actúa directamente en todo lo que acontece, pero decir que Dios sólo “permite” ciertos casos suena como si Dios estuviera en alguna medida ausente de su mundo. Dios no aprueba todo, pero, sí, decretó todo, y lo hizo desde el principio. Él es el Dios soberano, infinito, e inmutable. Sólo menciono el caso de Nabucodonosor (Babilonia) a quien Dios levantó para castigar a Judá, Jerusalén, y el templo (Habacuc 1:6). El profeta se quejó de esto, 1:12. Pero, luego, para tranquilizar al profeta, Dios pronunció juicio contra Babilonia por haber hecho ella lo que Dios quiso que hiciera, 2:6ss. No fue un mero “permiso” que Dios ofreció a Nabucodonosor. No, nunca y en nada Dios se queda afuera. El coronavirus es de Dios para castigar la rebeldía humana. Pero, entendamos muy bien que este castigo no es el único propósito que Dios tiene con el virus. Sirve para llevar al arrepentimiento a todo el mundo incluyendo a la iglesia. Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. No podemos saber (ni debemos intentarlo) cuál es el propósito de Dios en el caso de cada ser humano en los misterios del porqué de una circunstancia o de la eventualidad, por ejemplo, de porqué sufre una persona y no otra, porqué sufre ahora de una manera, ahora por otra, porque hay más muertos en una nación que en otra, etc., etc. Por supuesto, en todo esto, las actuaciones de los seres humanos juegan su papel. Al hablar de estas cosas vamos tratando de temas que no entendemos, y por lo tanto, aceptando la absoluta soberanía de Dios, asumimos nuestro deber y nuestra culpa en cuanto a obedecer o no obedecer lo que Dios manda. Somos sus criaturas; Él es Dios.

 

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