Los apóstoles y demás discípulos de Jesús no entendían por qué el reino de Dios no venía de una sola vez y acaba con el mal. Es en este contexto que Jesús nos cuenta la parábola del trigo y la cizaña. Por medio de ella ahora sabemos qué le va a pasar a las personas que rechazan el reino.
El mismo Señor nos explica qué es el campo; nos dice que es el mundo, lo cual deja de lado otras interpretaciones. La buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña los que rechazan el evangelio. Hay dos destinos: el trigo al granero, la cizaña al fuego, pero solo hasta el momento de la ciega.
Tenemos que anhelar el día de la separación entre justos e injustos, a su vez, debemos predicar a los que serían quemados de no recibir el evangelio. Debemos esperar el futuro con un optimismo realista; la iglesia va a prosperar, pero el mal también va a crecer. Soportemos con paciencia.