“¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?
¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno?
¿Por qué se lamenta el hombre viviente?
Laméntese el hombre en su pecado.” Lamentaciones 3:37-39
El Espíritu Santo inspiró estas palabras en el profeta Jeremías, luego de ser librado de la prisión por los caldeos. El vio la ciudad de Jerusalén convertida en una escena de terror, completamente destruida y quemada, con personas de todas las edades muertas por las calles, unos a espada y otros por la hambruna y las pestes. Y el Espíritu dijo: “¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno?” ¿Dios hizo esto? ¿luego Dios no es amor, bondad y misericordia? Sí, Dios es amor, por ello fue capaz de entregar a su Hijo para morir en lugar de malvados pecadores como nosotros; Sí, Dios es bondadoso, mire, Él hace llover y salir el sol sobre buenos y malos; Sí, Dios es misericordioso, Él se apiada de los desvalidos, de la viudas y de los huérfanos. Pero Dios también es un Juez justo, que está airado contra el impío todos los días. Dios al sacar a Israel de Egipto en dirección a la tierra prometida, le dijo que si ellos le fueran fieles Él se desbordaría en hacerles el bien como a nadie en todo sentido, pero que si le daban la espalda, así como se gozaba en hacerles bien, así también se gozaría en arruinarlos y destruirlos. Israel no creyó, le dio la espalda a Dios, mas Él por su paciencia los soportó por siglos, pero Israel depreció su paciencia y su continuo llamado al arrepentimiento, hasta llegar al colmo de la maldad, entonces Dios derramó su ira justa y santa.
¿Nos lamentamos por lo que está pasando hoy? Debemos lamentarnos de nuestros pecados. Si alguno está andando contrario a la voluntad de Dios, arrepiéntase porque sin duda el horrendo juicio eterno de Dios viene, y allí ya no vale arrepentimiento alguno.
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