Dios había sacado a su pueblo de Egipto ya hacía 40 años. Ahora, al entrar a la tierra prometida, un nuevo obstáculo, el rio Jordán. Así como había hecho, el Señor vuelve a obrar milagrosamente y detiene las aguas y el pueblo pasa. Esto aterrorizó a los moradores de Canaán.
Dios prepara a su pueblo para vencer al enemigo. Primero ordena reestablecer la circuncisión, como señal del pacto. Segundo, restauró la celebración de la pascua. Finalmente, tercero, Cristo mismo se presenta delante de Josué, como el príncipe de Jehová, dispuesto para la batalla.
Este encuentro con Dios mismo muestra la valentía de Josué. Dios quiere que seamos así. Lo más valioso del pasaje está en la conversación entre Josué y Cristo, quien viene a dirigir la batalla. Dios no es nuestro ayudante, Él es el Señor y nosotros sus siervos. Nosotros estamos para glorificarle.