“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” Isaías 5:20
Cierto día se le preguntó a una señora: “¿cree que una persona que profetiza, hace milagros y expulsa demonios puede irse para el infierno?” La respuesta instantánea fue: “¡no!” Entonces se le pidió leer Mateo 7:22-23, y aunque con sus ojos leyó que el día del juicio Jesús le dirá a muchos que en su nombre profetizaron, echaron demonios e hicieron milagros: “Nunca os conocí; apartaos de mi hacedores de maldad”, ella no creyó.
Esto mismo ocurre con aquellos que le rinden culto a seres creados, cuando se les dice que esto es profanación del primer mandamiento, Éxodo 20:3; Romanos 1, o cuando se les dice que hacer imágenes y postrarse delante de ellas es profanación del segundo mandamiento, Éxodo 20:4-6. Ocurre también con los que a capa y a espada afirman que no hay infierno, cuando la Biblia dice de los malos, “...que el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo ni de día ni de noche...” Apocalipsis 14:10-11.
Acontece también con aquellos que creen que la salvación es por obras, y ritos, cuando se les dice que la salvación es por pura gracia, porque Cristo ya lo hizo absolutamente todo, Efesios 2. Si somos sabios, cada uno escudriñando las Escrituras de principio a fin, debemos, humillados, pedir al Señor: Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.
Que Dios nos ayude a todos a examinarnos a la luz de las Escrituras.
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