“...Él dijo: No te desampararé, ni te dejaré;” Heb. 13:5
Nuestro Dios, en su providencia, prometió a su pueblo suplir sus necesidades, tanto físicas como espirituales, y también en no probarnos más allá de lo que podamos soportar. Él coloca la prueba, y Él da la salida.
¿y por qué tanta benevolencia?
Porque si Él, Dios Padre, fue capaz de entregar a su Hijo para que muriera por nosotros y de esta manera pudiésemos estar eternamente con Él, ¿cómo no nos dará con Él las cosas que necesitamos para caminar en nuestra senda de peregrinaje en esta tierra?
Pero, además, ese precioso Cristo que derramó su vida por nosotros, está hoy en el cielo, nuestro Sumo Sacerdote que puede compadecerse de nuestras debilidades.
Acerquémonos, entonces, confiadamente a su trono de gracia y coloquemos ahí todas nuestras dificultades para encontrar oportuno socorro. Les aseguro, lo mínimo que recibimos es su paz, la cual sobrepasa todo humano entendimiento.
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