Israel estaba triunfando, porque Dios peleaba por ellos. Josué, con gente de a pie, peleó en contra de un ejército armado con caballos y carros, y tuvo la victoria. Al finalizar, Dios les ordenó herir a los caballos y quemar los carros, para evitar que Israel confiara más en ellos que en Jehová.
Las victorias de Israel nos sirven a los creyentes como un anticipo de la victoria que tendremos sobre el pecado, el mundo y satanás. Aunque nuestra guerra no es por un territorio, ni en contra de un gobierno, nuestra lucha es espiritual. Así como Josué, no dudemos, y pongamos en acción.
La guerra que enfrentamos se intensifica a medida que se acerca la venida del Señor. Satanás será suelto de su prisión, y saldrá con furia en contra de los creyentes y a engañar a las naciones, afín de reunirlos para la batalla en contra de la ciudad amada, pero Dios peleará por nosotros.