Los escogidos de Dios, aunque escogidos, llegamos a este mundo esclavos del pecado, del mundo y de Satanás. Llegamos sin la capacidad de alcanzar libertad. No podemos, no entendemos, ni deseamos salir de tal esclavitud. Necesitamos de un sustituto perfecto que muera por nosotros, y que con su sangre pague el precio de nuestro pecado. (Foto: Justin/Flickr)
Pascua significa “pasar de”, indica “pasar de largo” o “pasar por encima”. Para el caso descrito en Éxodo 11-13, Dios es el que pasó de largo cuando en su juicio castigó a Egipto, pero no a Israel, quienes al momento estaban en Egipto, esclavos. Dios castigó a los dioses, a las personas y hasta a los animales de Egipto, véase Éxodo 12:12, Éxodo 11:6-7. Este juicio mostró que solo hay un Dios, vivo y verdadero, el Dios de Israel. Es muy importante notar que ese juicio también debió caer sobre Israel, pero en su lugar cayó sobre un animal puro (oveja o cabra), quien fuera sacrificado en lugar de ellos. Tal animal puro y sin defecto sirvió de figura del único Cordero que nos libra del juicio eterno de Dios, de Jesucristo.
Dios ordenó que en el día diez del mes en que se encontraban se separara a un animal puro y sin defecto, para ser sacrificado en favor de cada familia. (Éxodo 12:3), luego, el día 14, en la tarde, ese animal debía ser sacrificado, y su sangre debía ser colocada en el borde de cada puerta, y el animal debía ser asado (figura del juicio de Dios con fuego) y consumido, acompañado con hierbas amargas (figura del sufrimiento en Egipto) y con pan sin levadura (figura de la santidad y de ausencia de pecado). No se le debía quebrar ningún hueso y tenía que ser consumido totalmente. Si sobraba, el restante debía ser quemado. Se tenía que consumir, estando totalmente listos para salir rápida y definitivamente de Egipto (figura del mundo de pecado), para dirigirse a la tierra prometida (figura del reino de los cielos).
Como prometió, Dios “entró” en Egipto (forma de indicar el juicio de Dios), y pasó de largo por cada casa donde veía la sangre del animal puro, muerto en favor de tal familia, (el primogénito era considerado como la cabeza de la familia, por tanto, matar al primogénito era como atentar contra toda la familia). En las casas que no veía la sangre, entraba y desataba su juicio anunciado. Por la muerte de los primogénitos, Israel fue echado de Egipto y finalmente fue libre del yugo del faraón (figura del enemigo).
El día de reposo se recordaba que Israel fue esclava en Egipto, y que por la gracia de Dios, por la muerte de un sustituto, ahora eran libres (Deuteronomio 5:12-15). Además, el ritual ordenado por Dios, excepto el colocar la sangre en el borde de la puerta, se tenía que celebrar como conmemoración cada año. Toda esta celebración fue una figura de nuestro Señor Jesucristo, quien es nuestra pascua (1 Corintios 5:7-8). Israel, el pueblo escogido de Dios en el Antiguo Testamento fue esclavo en Egipto, y solo Él, de manera sobrenatural pudo librarlos de tal yugo; mas como ellos también eran merecedores del juicio de Dios, proveyó de un sustituto que recibiese el juicio en lugar por ellos. Por ello, ordenó el sacrificio de un animal puro, para que muriera en favor de Israel.
Los escogidos de Dios, aunque escogidos, llegamos a este mundo, por causa de Adán, esclavos del pecado (Romanos 5:12; Juan 8:34), esclavos del mundo y de Satanás (Efesios 2:1-2). Llegamos sin la capacidad de alcanzar en lo más mínimo la libertad. No podemos, no entendemos, ni deseamos salir de tal esclavitud (Romanos 3:10-18; 8:8. 1 Corintios 2:14). Necesitamos de un sustituto perfecto que muera por nosotros, que con su sangre pague el precio de nuestro pecado. Necesitamos que su sangre nos cubra del juicio de Dios que debe recaer sobre todo ser humano. ¡Su nombre es Jesús! (1 Corintios 5:7)
Jesús vino, como un cordero sin mancha, y se presentó en la cruz y se sacrificó en nuestro lugar. Él pagó definitiva y totalmente nuestra deuda con su sangre (Isaías 53. 1 Pedro 1:18-20; Hebreos 10:14). Con su sacrificio venció a nuestro viejo hombre, al mundo y a Satanás, quienes eran nuestros esclavizadores (Romanos 6:6-14, Juan 16:33; Hebreos 2:14-15; Juan 8:36).
La liberación de la esclavitud en que vivíamos ocurre cuando el Espíritu Santo, por medio de su santa Palabra, aplica su obra haciéndonos nacer de nuevo. En ese mismo instante somos unidos a nuestro Cordero Pascual, para disfrutar de su libertad e iniciar el camino hacia La Tierra Prometida (Juan 3:3-6. 1 Pedro 1:23. 2 Corintios 5:17; Juan 15:1-5; Filipenses 1:6). Así como Israel conmemoraba cada año la pascua y la recordaba en el día de reposo, la iglesia conmemora el sacrificio de nuestra Pascua el día que celebra la cena del Señor y el día del Señor, por ser el día que Cristo mediante su resurrección terminó toda la obra de salvación en nuestro favor (Mateo 26:16-29. 1 Corintios 11:23-20. 1 Pedro 1:3; Hechos 20:7)