2. A continuación se presentan algunos ejemplos de personas que transitaron como sabios en relación con Dios. Se ha hecho referencia en otras oportunidades a ejemplos que nos han permitido analizar estas relaciones: aun así el recordar su dependencia de Dios nos enriquece, nos anima y nos hace ver que por la gracia de Dios podremos todos ser sabios en nuestra relación con Dios. (Foto: Enoch/Wikipedia)
a. Enoc. Las Escrituras afirman que él caminó con Dios y esto significa que éste patriarca agradó a Dios, estuvo de acuerdo con lo indicado por Dios. El Señor no va a caminar con quien no esté de acuerdo con Él (Am. 3:3) Es posible que, como acontece con todo aquel que quiere vivir piadosamente, su generación le criticaba y le condenaba por ser tan radical en el querer agradar a Dios; sin embargo, nada ni nadie lo hacía desistir de agradar a Dios antes que a los hombres. Él sabía lo que le esperaba si caminaba con Dios. (Gn. 5:22-24; He. 11:5-6; Jd. 14-15)
b. José. Cuando fue tentado para cometer adulterio, dijo: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” Aunque luego perseguido para que lo hiciera; sin embargo, para no pecar contra Dios y mantener su relación con Él limpia, huyó. (Gn. 39:9,12)
c. Samuel. En su tierna infancia y en su juventud tuvo los peores ejemplos. Los hijos de Elí, aunque sacerdotes, eran impíos, piedra de tropiezo para este pequeño que confiaba en Dios, pero Samuel no siguió sus caminos. Las Escrituras dicen que él: “iba creciendo, y era acepto delante de Dios y delante de los hombres”. (1 S. 2:26)
d. Daniel. Cuando fue llevado cautivo a Babilonia, podría tener la excusa de obedecer a los caldeos en sus impías órdenes por el peligro de perder su vida, pero las Escrituras dicen que: “Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse”. (Dn. 1:8) Y cuando ya era viejo, ante la prohibición de adorar a Dios, con la amenaza de ser lanzado al foso de los leones, estimó en poco el decreto, dice la Biblia: “Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de Dios, como lo solía hacer antes”. (Dn. 6:10)
e. Sadrac, Mesac y Abed-Nego. Estos fieles amigos de Daniel, cuando todos los dignatarios se postraron ante la estatua del rey Nabucodonosor por miedo a ser lanzados al horno de fuego, permanecieron en pie. Al ser retados de nuevo por el rey, dijeron: “No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”. (Dn. 3:17-19)
f. Juan el bautista. Este fue un nazareo que desde el vientre de su madre hasta que murió no manchó su voto. Su vida fue única; fue catalogado por Cristo como el mayor de todos los profetas. Fue tentado a sentir envidia por el crecimiento del prestigio de Cristo y la disminución de la evolución de él, se alegró porque esto fuera así, dijo: “…este mi gozo está cumplido. Es necesario que Él crezca, pero que yo mengue”. (Jn. 3:26-30)
g. Pablo. Consideró todo lo terrenal como basura. Desde el momento que conoció al Señor, renunció a la búsqueda de poder, fama y sabiduría terrena. Su objetivo fue el conocimiento de Cristo. No buscó agradarse a sí mismo ni a los demás, solo a Dios, así dijo: “Pues, busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios. O trato de agradar a los hombres. Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”. (Gál. 1:10)
Hermanos, el reconocimiento de estos hombres en la iglesia se debe a que ellos sinceramente buscaron ser sabios en su relación con Dios. Para ellos Dios era su todo, lo terrenal no tenía valor, sí lo celestial, “por ello Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad”. (He. 11:16)
Preguntas de reflexión. Después de leer sobre nuestra posición delante de Dios y mirar algo de aquellas personas que comprendieron y aplicaron dicha posición, te invitamos a contestar las preguntas siguientes:
¿Nuestra relación con Dios se asemeja a la de los hermanos en mención?
R:______________________________
¿Cuáles actitudes crees empañan tu relación sabia con Dios?
R: ______________________________
¿Crees que puedes llegar a ser como uno de ellos? ¿Por qué?
R: ______________________________
¿Estás dispuesto desde ahora a buscar una sabia relación con el Señor?
R: ______________________________
“Y Yo os digo: pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá”. (Lc. 11:9-10)
- ♦ -