Este artículo asevera que lo que una persona, una iglesia, o una denominación cree en cuanto a la salvación, tiene relación directa con el evangelismo practicado. La Soteriología moldea la metodología evangelística. Lo que aquí se da por sentado es que una doctrina sana con respecto a la salvación, debe producir una práctica sana con respecto al evangelismo. (Imagen: Wikipedia)
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¿De qué manera la doctrina afecta al evangelismo?
Rick Nelson
Por lo regular, un miembro común y corriente de la Convención Bautista del Sur, oyendo el nombre Asahel Nettleton, el último gran evangelista y exponente de las doctrinas bíblicas de la gracia, no sabe de quién se trata. Aunque Nettleton (1783-1844) vio convertidas unas treinta mil personas durante una década de ministerio evangelístico hacia principios del siglo diecinueve, su contribución a la iglesia ha sido olvidada y a veces activamente despreciada por parte de los historiadores de la iglesia.
En cambio, Charles G. Finney (1792-1875) fue hace poco el tema de otra biografía larga. Finney es ampliamente respetado como padre del movimiento moderno de campañas de avivamientos, y marca la transición del calvinismo al arminianismo como la teología dominante en el evangelismo. Los de la teología conservadora estiman a Finney por razón de su celo evangelístico, y los liberales señalan con orgullo su involucramiento en la reforma social.
La contribución de Finney moldeó la teología y la metodología del evangelismo en general, y de manera particular dentro de la Convención Bautista del Sur. La publicación de sus obras principales, Discursos sobre los avivamientos de la religión y discursos sobre la teología sistemática dejó une marca sobre el evangelismo que permanece hasta el presente. Las campañas evangelísticas, los preparativos para las mismas, el sistema de invitar a la gente a levantar la mano y pasar adelante en el culto, y el uso de la reunión de avivamiento como instrumento de evangelismo, son por lo menos en parte, el resultado de la influencia considerable de Finney sobre la escena evangélica de su día.
El estudiante cuidadoso de la historia de la Convención Bautista del Sur sabe que, hasta principios del siglo veinte, la soteriología reformada fue la postura doctrinal generalmente aceptada en la Convención. Hoy en día, los bautistas de la Convención han adoptado una “hermenéutica de la gran comisión”, la cual hace más hincapié en la responsabilidad humana que en la soberanía divina en la ecuación de la soteriología. Un resultado de este cambio de filosofía, es que los bautistas de la Convención han adoptado un híbrido confuso de calvinismo y arminianismo. Quieren ser calvinistas para afirmar la pecaminosidad del hombre y la permanencia de la salvación genuina, pero resisten aceptar las doctrinas reformadas de la elección incondicional, la redención particular, y la naturaleza triunfante de la gracia divina.
El estado confuso de la soteriología de la Convención Bautista del Sur ha producido resultados mixtos. Jesucristo personalmente reconoció en una de sus parábolas que aun el reino de los cielos contiene una mezcla de trigo y de cizaña (Mt. 13:24-30,36-43). Aunque los bautistas de la Convención con orgullo hacen alarde de ser la denominación más grande no católica en los Estados Unidos, existe tanto fruto enfermizo en las iglesias que el mismo presidente de la Convención, en su discurso de 1997, enfatizó la necesidad de una conversión genuina entre los miembros. Cuando millones de ellos no muestran evidencia bíblica de salvación digna de ser creída, por ejemplo, la asistencia fiel a los cultos y por lo menos una vida cristiana mínima, ¿no revelará la eternidad la polución del orgullo y el pragmatismo que ha habido en la denominación, a no ser que alguno se atreva a insinuar que el problema puede que se radique en una metodología cimentada en una doctrina errónea? El enemigo, sí, es capaz de sembrar semilla falsa en el campo, aun sin necesidad de la ayuda de sinceros pero descuidados bautistas de la Convención, que no perciben el razonamiento inherente en algunos de los métodos evangelísticos populares.
Este artículo asevera que lo que una persona, una iglesia, o una denominación cree en cuanto a la salvación, tiene relación directa con el evangelismo practicado. La Soteriología moldea la metodología evangelística. Lo que aquí se da por sentado es que una doctrina sana respecto a la salvación, debe producir una práctica sana con respecto al evangelismo.
El avivamiento teocéntrico de Asahel Nettleton
Siguiendo la pauta marcada por Jonatán Edwards, quien enfatizaba la responsabilidad humana dentro del contexto del punto de vista calvinista sobre el mundo en general, Asahel Nettleton era calvinista de estirpe puro, plenamente identificado con el calvinismo de la Nueva Inglaterra de sus tiempos. Si bien sostenía con firmeza cada uno de las proposiciones del Sínodo de Dort (conocidas también como los cinco puntos del calvinismo) tal como estas fueron entendidas por los antecesores teológicos de su Nueva Inglaterra, aun más y como prioridad, creía que su sistema doctrinal era fiel a la revelación bíblica.
Podemos resumir el sistema de creencias de Nettleton, de la siguiente manera: el hombre, siendo totalmente depravado de naturaleza y por deseo propio, no puede salvarse a sí mismo. Por la gracia de Dios, algunas personas han sido escogidas para vida eterna. Para estos que Dios escogió, Jesús ha provisto, mediante la cruz, una redención por sus pecados que satisface la justicia de Dios, y lo hizo actuando Él como sustituto en lugar de los escogidos. Los elegidos, por quiénes únicamente murió Jesús, serán atraídos por la gracia triunfante de Dios al arrepentimiento y a la fe salvadora en Cristo. Dios los guardará para salvación eterna.
Es esencial que Dios regenere a una persona humana, para que así pueda arrepentirse y confiar en Cristo para salvación. En el sistema de Nettleton, el poder humano para responder a Dios, en todas las etapas de la salvación, proviene de una actuación soberana de Dios. A no ser que Dios actúe, el ser humano permanece irremediablemente perdido.
La metodología de Nettleton andaba de la mano con su teología. Se valió de la predicación como medio para llevar a los pecadores a una convicción con respecto a su pecaminosidad. Bañó en oración ferviente y humilde todos los esfuerzos evangelísticos, orando al único Dios fuera de quien nadie puede efectuar la regeneración de una persona perdida. Para las personas despertadas que respondían a la llamada para reunirse después del culto, Nettleton ofrecía reuniones de consulta, las cuales eran esencialmente sesiones de consejería evangelísticas en grupo. En ellas, los individuos podían recibir ayuda personal sin la presión para responder públicamente.
Pocos hombres han alcanzado el nivel de competencia que Nettleton demostraba en el evangelismo personal. Fue un cirujano experto del alma. Instaba a los que estaban preocupados en cuanto a su salvación ante Dios, a que la arreglaran directamente y en privado con Él. Multitudes de personas llegaron a la fe que salva en Cristo, como resultado de su ministerio en lugares donde no había iglesias y en iglesias de todos los tipos y tamaños. Pocos convertidos suyos abandonaron su profesión de fe para volver al mundo.
El movimiento de avivamiento de Charles Finney centrado en el hombre
Charles G. Finney, desde las instancias más tempranas como joven cristiano, resolvió corregir lo que creía ser efectos negativos con respecto al evangelismo, fruto del calvinismo que profesaban hombres tales como Nettleton. Creyéndose un correctivo para el énfasis desbordado sobre la soberanía divina, Finney hacía hincapié en la responsabilidad del ser humano como agente moral libre.
Por razón de su preparación como abogado, y a la vez trágicamente deficiente en preparación teológica, la lectura que Finney hacía de las Escrituras le llevó a enfocar la salvación en términos de una filosofía moral y legalista. Dicho enfoque exigía que las personas responsables de guardar la ley fueran capaces de hacerlo. En cuanto Nettleton enfatizaba la libertad de Dios, Finney escogió enfatizar la libertad del hombre.
Finney creía que los seres humanos estaban voluntariamente depravados, no depravados en sus mismas naturalezas. La elección resultaba del conocimiento anterior divino en cuanto a cómo sería la respuesta de la persona al evangelio. La redención que Jesús proveyó no pagó en sentido penal por los pecados de ninguno, sino que solamente permitía que Dios perdonara los pecadores sin violar su propia naturaleza y su propia ley. Michael Horton acertadamente resume las creencias de Finney al escribir estas palabras: “Dios no es soberano; el hombre no es pecador por naturaleza; la redención no es un pago auténtico por el pecado; la justificación por imputación es un insulto a la razón y a la moralidad; el nuevo nacimiento no es más que el efecto de técnicas eficaces; y el avivamiento es el resultado natural de las campanas bien llevadas.”
Debido a que los seres humanos son agentes morales y libres, Finney creía que podrían rechazar la gracia de Dios. Aún después de arrepentirse y profesar creer en Cristo, la salvación final del individuo permanecía sin resolver dependiendo de su obediencia hasta el día de la muerte.
La teología de Finney le llevó a creer que había un solo enemigo que impedía la salvación de toda persona, y que ese enemigo era una voluntad obstinada. Cada método que Finney usaba era evaluado sobre la base de su efectividad para quebrantar la voluntad obstinada de los pecadores. Este pragmatismo dominó su ministerio. Esgrimiendo una amalgama de métodos ya en uso, Finney revolucionó el evangelismo y dio a luz la expresión avivamentista moderna. Hizo popular una forma más dramática de la predicación; se valió de la oración pública como herramienta para presionar a los pecadores; permitió que las mujeres oraran en reuniones públicas mixtas; denunció a los opositores; cambió la tradición aceptada en las reuniones de consulta; organizó pequeños grupos para oración y grupos para visitar en los hogares; dio lugar a las campañas evangelísticas de larga duración; y preparó el camino para lo que sería después el sistema de invitaciones a recibir públicamente a Cristo. Estas medidas nuevas causaron gran controversia, pero también, según los informes, llevaron a más o menos medio millón de personas a la “renovación”.
Lecciones para el evangelismo contemporáneo
Los datos presentados tienen que ver con el evangelismo en dos niveles. Primero, ¿cuáles son los principios que podemos extractar de la comparación anterior? Segundo, ¿cuál de los dos hombres, Nettleton o Finney, ofrece un mejor ejemplo para seguir en el evangelismo futuro de los Bautistas de la Convención del Sur?
Hablando de metodología, hay ciertas cosas que los dos hombres tenían en común y que ofrecen un buen punto de partida en cuanto a principios. Si la predicación es con pasión, fiel a las Escrituras, con aplicación personal y acertada, lúcida en su presentación, y con poder espiritual, el evangelismo será mejorado. Si los predicadores y los demás miembros de la iglesia se comprometen en la labor de la oración como hacían Finney, Nettleton y sus colaboradores en los avivamientos, el evangelismo va a ser revolucionado. Ellos practicaron no sólo la oración personal, sino que también organizaron las iglesias en la oración, preparándose para el avivamiento. Si las personas que piden ayuda espiritual son acertadamente aconsejadas sin que sean presionadas a tomar una decisión pública y prematura (y por lo tanto, espúrea), los resultados del evangelismo serán conservados en una medida mayor. Si los ministros y los otros miembros de la iglesia practicaran un evangelismo personal más preciso teológicamente, las iglesias podrían ser transformadas mediante la infusión de vida espiritual nueva.
Si los Bautistas de la Convención del Sur miran a estos grandes evangelistas del pasado, buscando modelo, ¿cuál de ellos da el ejemplo más deseado? Hay dos razones que me llevan a escoger a Nettleton: 1) el legado que Finney dejó no aguanta el rigor de un escrutinio vigoroso; y 2) cuanto más se mira el legado de Nettleton, más emerge un cuadro de equilibrio doctrinal.
El legado de Finney desde hace mucho ha sido tema de debate. Un profesor del Seminary Southeastern, Alvin L. Reid, anota lo siguiente:
“A la cuenta de Finney se pone el hecho del ímpetu hacia el cambio que enfatiza la obra de los hombres y no la de Dios, en los avivamientos y despertares espirituales. La invitación pública en el culto, las campañas largas (ahora llamadas cultos de avivamiento o sencillamente avivamientos), y la preparación para estas campañas; todo esto se debe mayormente a Finney. Ha sido elogiado y también condenado en cuanto a este cambio. Al evaluarlo, uno debe recordar que él iba reaccionado a la versión extremista, fría y sin vida, del calvinismo de sus tiempos.”
Muchas personas de las multitudes que fueron influenciadas por el ministerio de Finney, se volvieron al mundo después de que el recuerdo de la visita impactante del evangelista carismático. Había disminuido.
B. B. Warfield advirtió que “una proporción grande de los que fueron introducidos a la iglesia por motivo de la excitación del avivamiento, nunca había sido en verdad convertida, una realidad comprobada sobradamente por su historia subsiguiente.”
A no ser que uno descarte a Warfield como calvinista de la línea del Seminario de Princeton y enemigo de Finney, los testimonios de los amigos y colaboradores de Finney, James Boyle y Asa Mahan, ofrecen evidencia adicional sobre la necesidad de mirar la obra de Finney con serias reservas, si no con sospechas. James E. Johnson ha reconocido que tales testimonios dan credibilidad a la acusación de que muchos individuos fueron arrastrados por la excitación de las reuniones de avivamiento pero que nunca en realidad experimentaron un cambio de corazón. Boyle escribió a Finney en 1834:
“Miremos los campos donde usted y otros, y yo mismo, hemos trabajado como ministros de avivamiento, y ¿cuál es ahora su estado moral? ¿Cuál fue su estado dentro de los primeros tres meses después de haberlos dejado? He visitado una y otra vez estos campos, y he gemido en espíritu viendo el estado triste, frío, carnal y contencioso en que han caído las iglesias -y cayeron muy poco después de nuestra primera salida de entre ellas.”
Mahan escribió en su Autobiografía que no solamente muchas personas supuestamente convertidas en los avivamientos, después sufrieron moral y espiritualmente, sino que también los pastores de las iglesias que eran anfitriones de las reuniones, y aun los mismos evangelistas que dirigían las reuniones sufrieron. Escribe:
“Yo personalmente conocía casi a cada uno de ellos - no puedo recordar a ninguno, con la excepción del hermano Finney y el padre Nash, que después de unos pocos años, no perdiera su unción, y llegara al punto de descalificarse para el oficio de evangelista y para el de pastor.”
Michael S. Horton ha tomado vigorosamente el liderazgo entre los evangélicos que han atacado el legado de Finney. Horton presenta a Finney como padre espiritual del movimiento de crecimiento de la iglesia, del pentecostalismo, y del movimiento de avivamiento político. Acusa a Finney (con las palabras de Finney mismo) de negar las siguientes doctrinas cardinales: el pecado original, la sustitución penal de Cristo como motivo de la redención y la naturaleza divina del nuevo nacimiento.
Siendo que Finney repudió tantas doctrinas claves de la fe cristiana histórica, Horton llama al evangelista “no sólo un enemigo del protestantismo evangélico, sino también del cristianismo histórico de tipo aun más amplio”. Horton concede que Finney estaba en lo cierto en solo un punto: “El evangelio tal como los ministros que redactaron la Confesión de Westminster lo defendieron, a los cuales Finney atacó directamente; y más, el evangelio sostenido por toda la compañía de evangélicos, es ‘otro evangelio’ en distinción de aquel que proclamó Charles Finney.” Horton luego hace una pregunta inquietante para los evangélicos que, sin darse cuenta y en el nombre del éxito evangelístico, han colocado a Finney sobre el pedestal de héroe: “¿Con cuál evangelio vamos a asociarnos?"
El señor Monte Wilson con razón conecta a Finney con los cambios en el evangelismo, y estima que el error de Finney con respecto a la naturaleza humana, fue la raíz de su creencia que “los avivamientos pueden ser planeados, promocionados, y propagados por el hombre”. La tendencia moderna de confiar en las técnicas en preparación para los avivamientos puede ser atribuida a la adopción de la premisa falsa de Finney. Cuando el evangelismo es evaluado sólo a la luz de los resultados, Finney es el principal culpable de esta equivocación. Cuando los ministros o predicadores que no producen las estadísticas requeridas son despedidos ignominiosamente de sus cargos, el observador sabio detecta detrás de semejante tragedia el dicho de Finney: “un ministro sabio tendrá éxito.”
Finney creía que si todos los ministros siguieran su ejemplo, el avivamiento se manifestaría en todo el país, comenzando así el milenio. Sólo una década después de la publicación de su libro norma sobre la metodología de avivamientos. Discursos sobre los Avivamientos de la Religión, Finney se quejó porque los avivamientos ya no eran tantos ni en cantidad ni en calidad. Wilson comenta correctamente: “Según la norma de Finney mismo, tanto sus enseñanzas sobre cómo lograr convertidos y avivamientos, igual como su premisa subyacente, estaban comprobadamente equivocadas”. Sólo la eternidad nos dirá cuántas personas en los avivamientos de Finney, que comenzaron a experimentar la convicción genuina por causa de su pecado, fueron llevadas apresuradamente a una decisión espúrea en cuanto a la salvación, y esto poniendo en peligro sus almas eternas.
Finney llegó a ser un catalizador principal para cambiar la teología que fundamenta el evangelismo. Al tomar el arminianismo el lugar del calvinismo, el hombre tomó el lugar de Dios en el centro de la teología del evangelismo. Robert H. Lescelius declara correctamente que “así ha seguido desde entonces en el evangelicalismo americano.”
La teología y el ministerio de Finney fueron construidos sobre la premisa falsa que el calvinismo perjudica el evangelismo. En los dos años anteriores a su conversión en la iglesia en la cual Finney fue bautizado, sesenta y cinco personas fueron convertidas. Finney llegó a creer en Cristo en medio de un avivamiento regional durante un período cuando el calvinismo dominaba el panorama teológico.
La premisa sigue siendo igualmente falsa hoy, como lo fue en los días de Finney. El contemporáneo de Finney en Inglaterra, el predicador bautista, Charles Haddon Spurgeon, levantó una gran iglesia, y él proclamaba una doctrina de la salvación reformada (calvinista). El programa muy popular para entrenar en el evangelismo, “Evangelismo Explosivo” vino de un pastor presbiteriano, D. James Kennedy, cuya iglesia sigue creciendo sobre una base teológica reformada. El predicador por radio y autor John MacArthur, Jr., pastorea una iglesia próspera, y él sostiene puntos de vista reformados. Uno no puede defender con éxito la premisa de que ser arminiano en la teología es llegar a ser más evangelístico que una iglesia de teología reformada. Una declaración tan simplista no fue probable en los tiempos de Finney y no lo es hoy tampoco.
Debemos considerar el legado de Finney como muy peligroso por razón de la naturaleza antropocéntrica de su teología y los métodos que resultan de la misma. En sus esfuerzos por oponerse a lo que él consideraba una forma extremista del calvinismo, Finney movió el balance equivocadamente lejos de Dios y hacia la agencia humana en la salvación. Su evangelismo se extravió del punto principal del evangelio, es decir, el de una transformación divina sobrenatural de los seres humanos, de tal manera que en lugar de ser pecadores, llegan a ser santos. Sus avivamientos dejaron iglesias que se quedaban en peores condiciones después, porque estaban divididas en cuanto a las medidas nuevas, o porque habían despedido a ministros piadosos por no tener en el púlpito el estilo espectacular de los evangelistas de avivamiento. Tenemos que evaluar cada uno de los métodos de Finney mirando con ojo crítico para discernir sus fundamentos teológicos. Para la salud futura del evangelismo, tenemos que hacer la distinción entre lo que fue beneficioso y lo que fue dañino en el ministerio de Charles Finney.
En contraste, Asahel Nettleton demostró las posibilidades saludables de un evangelismo cimentado en una teología sana. El ministerio de Nettleton no hizo daño a las iglesias, sino que las edificaba. Los ministros que trabajaban a su lado se sentían bendecidos, como si estuviera con ellos un pastor asistente. Nettleton entendía que la iglesia había existido antes de la llegada del avivamiento, y que seguiría ministrando a la comunidad después de irse el evangelista. Creía que era de suma importancia guardar la salud de la iglesia.
Comparado con el alto porcentaje de personas que dejaron el evangelio bajo el ministerio de Finney, fue notable la retención de convertidos después de las reuniones de Nettleton. Era común, después de más de veinticinco años, el testimonio de pastores certificando que casi todos los que habían profesado conversión, seguían seguidores fieles de Jesucristo.
Aunque las estadísticas de Nettleton no pueden igualar las de Finney, uno tiene que preguntarse cuántas de las personas ganadas supuestamente por Finney volvieron al mundo. Comparado con Finney, Nettleton laboró en un campo geográfico mucho más pequeño que el de Finney. Los sitios donde ministró eran de una población menos densa. Uno tiene que preguntarse qué habría pasado si Nettleton hubiera ido a los centros de población que Finney visitó.
Asahel Nettleton entendía que “la teología determina la metodología”. Conscientemente y a propósito, laboraba con las almas de tal manera que honrara la agencia divina, la cual produciría la conversión auténtica. El testimonio de Bennet Taylor describe el ministerio de Nettleton como una llovizna suave que alimentaba la tierra árida y producía fruto espiritual permanente. James Ehrhard ha declarado que “lo más sorprendente para los lectores modernos es descubrir que la eficacia tremenda de Nettleton ocurrió sin el uso de ninguno de los métodos que los evangélicos modernos tienen como esenciales en el evangelismo”. Nettleton probó su metodología por la norma de las Escrituras, porque sabía que actuar contrario a ellas llevaría a la ruina al final, y que así sería pese a las apariencias de éxito del momento.
El legado dejado por Nettleton ofrece a los Bautistas del Sur un mejor fundamento para el provenir del evangelismo. No era por ser calvinista que Nettleton tenía razón, sino porque determinaba si sus actuaciones eran correctas o no, obedeciendo a la revelación bíblica, no a la razón humana. Creía que los hombres se encontraban por naturaleza totalmente depravados porque la Biblia así lo enseñaba. Creía que Dios tenía que dar el primer paso en la salvación, porque Jesús así claramente lo declaró en Juan 6:44 y 6:65. Creía que la redención fue una sustitución penal de Cristo en lugar de los pecadores, porque pensaba que las Escrituras así la presentaban. Creía, porque así lo enseña la Biblia, que las personas podrían ser reconciliadas con Dios solamente mediante la fe en Cristo y el arrepentimiento hacia Dios. Creía, porque es un principio bíblico, que los creyentes genuinos son conocidos en última instancia como tales mediante las vidas santas que viven.
Los Bautistas del Sur consistentemente han declarado su lealtad a la revelación bíblica. Deben pues, reexaminar, mediante una comparación con la Biblia, su compromiso con el evangelismo pragmático de Finney. Encontrarán que sus puntos de vista con respecto a la naturaleza humana tienen que ser repudiados. Finney estaba equivocado al creer que la redención no pagó por los pecados de ninguno en particular. Creía que la actuación humana jugaba una parte mucho más grande en la salvación de lo que las Escrituras permiten. Los errores doctrinales de Finney causaron errores en la práctica, y estos ocasionan problemas aún hoy día, de manera especial el problema del porcentaje muy bajo de los convertidos que permanecen fieles a Cristo.
La obra clásica de J.I. Packer Evangelism and the Sovereignty of God (El evangelismo y la soberanía de Dios) presenta una posición más bíblica. Comenzando con la presuposición de que Dios es soberano sobre todas las cosas y de manera particular soberano en la salvación, Packer describe la tensión bíblica de la soberanía divina y la responsabilidad humana como un misterio que tiene que ser aceptado sin ser entendido. Packer advierte a aquellos que enfatizan la responsabilidad humana en detrimento a la soberanía divina, que tal enfoque conduce a un evangelismo pragmático y calculador con una filosofía semejante al lavado de cerebro. Concede que tal evangelismo sería aceptable, si la responsabilidad del cristiano fuera sólo lograr convertidos y no proclamar fielmente la verdad. Packer a la vez ofrece una advertencia e aquellos que hacen caso omiso de la responsabilidad humana, pensando así enaltecer la soberanía divina. Para estas personas, hay la tentación de descuidar la responsabilidad evangelística de todo creyente, sencillamente porque creen que Dios salvará como sea a los elegidos. Packer reprende a estos creyentes, y dice que la apatía hacia el evangelismo no tiene pretexto.
Citando el ejemplo de Spurgeon, quien dijo que nunca se esforzaba por reconciliar a los que ya son amigos. Packer ofrece una perspectiva sana y balanceada, la cual reconoce la mutua dependencia de dos verdades aparentemente contradictorias. Sabiamente aconseja, “En la Biblia, la soberanía divina y la responsabilidad humana no son enemigos... Son amigos, y funcionan juntos”. Esto lleva a Packer a la siguiente conclusión: “El mejor método evangelístico ... es aquel que hace posible la explicación más llena y completa de las buenas nuevas de Cristo y su cruz, y a la vez, la aplicación más exacta y escrutadora de esas buenas nuevas.”
Como creyentes que profesamos fe en la autoridad bíblica, los Bautistas del Sur creemos en la depravación humana, y tenemos que oponernos a Finney, e identificarnos con aquellos que afirman que los hombres son pecadores necesitados de la salvación misma, no de alguna reforma moral auto inducida. Creen que la salvación procede del corazón de un Dios a la vez santo y misericordioso, un Dios que proveyó una redención vicaria en la muerte de su Hijo, Jesucristo. Creen que la salvación puede ser procurada mediante el arrepentimiento y la fe en Cristo, en respuesta al llamamiento que en gracia Dios hace mediante el poder convencedor del Espíritu Santo.
Estas creencias deben obligar a los Bautistas del Sur a repudiar su asociación ideológica y metodológica con Charles Finney, y a acercarse más al modelo ofrecido por Asahel Nettleton, el cual envuelve la teología y la práctica sobre las cuales fue fundada la Convención. Finney creía que en sus tiempos era necesario un acercamiento al arminianismo para lograr equilibrio. Su influencia ocasiona un movimiento extremo hacia la responsabilidad humana. A los Bautistas del Sur, les hace falta una corrección del cambio excesivo hacia la confianza en el hombre, con el fin de lograr otra vez un equilibrio bíblico en su teología y en su práctica del evangelismo.
En días recientes, el autor se ha regocijado al oír al Dr. Timothy George decir que le parece bueno que los Bautistas del Sur están reabriendo diálogo sobre estos asuntos tan cruciales. Es importante, dice, que estemos dialogando estos días sobre la doctrina de la salvación y no sobre un tema como el de la ordenación de los homosexuales en el ministerio. Esto da testimonio en cuanto a la certidumbre de la autoridad bíblica en nuestra familia de la fe. Así, pues, que nos reunamos con Biblias abiertas, corazones abiertos y una conducta controlada por Cristo, para reestablecer en la soteriología Bautista del Sur, un balance justo entre la soberanía divina y la responsabilidad humana.
El artículo anterior fue tomado de la revista “The Founders Journal”, número 33, y fue traducido por Eugenio Line.
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