Creo que Dios me escogió, desde el principio, para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual me llamó mediante el evangelio para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. ¡A Él las gracias y la gloria! (Foto: Jorge Redgrave/Flickr)
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Radicalismo en la doctrina de la predestinación
Como que tengo fama… Bueno, no creo que sea muy difundida, pero por lo menos algunos me consideran como radical. Hace poco, un amigo que conoce a algunos pastores que me conocen, me informó que ellos me consideran como muy radical en cuanto a mi creencia sobre la doctrina bíblica de la predestinación. Bueno, creo que esos pastores tienen razón; han entendido bien, en parte por lo menos, lo que creo. Porque, eso sí, me emociona el tema de la predestinación, o llamémosla también elección, si me permite.
Creo que Dios me escogió, desde el principio, para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual me llamó mediante el evangelio para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. ¡A Él las gracias y la gloria! ¡Qué buena noticia! Me escogió sin haber hecho yo ni bien ni mal, me escogió antes de nacer, desde antes del fundamento del mundo, desde el principio. Me llamó así para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama. ¡Increíblemente buena noticia, porque yo no iba a escogerle a Él, ni en lo más mínimo podía obrar algo que hiciera que Él me escogiera! Yo le era de nacimiento y de naturaleza enemigo y extraño, enemigo en mi mente, muerto en mis delitos y pecados, sin Dios y sin esperanza en el mundo.
Así, pues, si no era decisión divina salvarme, sólo porque Él, sí, en amor quiso hacerlo, me esperaba el infierno. ¿Es esto muy radical? Pues que así sea. Es mi única esperanza para esta vida y la venidera.
¿Hablo demasiado de la predestinación? Pero, si es la fuente del evangelio, ¿por qué callar semejante buena noticia, la que dice que Dios, en su eterno e inmenso amor, ha resuelto salvar a una multitud de personas que de otra manera seguirían en la rebeldía y la perdición? ¿Por qué no hablar de la bondad de Dios quien por gracia ha determinado llamar a sí mismo mediante Cristo a multitudes de pecadores condenados justamente por su maldad, para que ellos en Cristo gocen de perdón, de comunión en la paz con el Dios de toda sabiduría, y del privilegio de una vida normal en la alegría de servir a Dios y de andar en santidad? Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, Para que habite en tus atrios: Seremos saciados del bien de tu casa. De tu santo templo. Salmo 65:4. ¿Por qué no celebrar el hecho de que cuando uno no quiso y no pudo volverse de su maldad, Dios, sí, por iniciativa eterna y propia, puso su amor sobre él en Cristo, y resolvió rescatarle de su miseria presente y eterna para gozar con Él para siempre en gloria y santidad? ¡Y todo lo que Dios quiso, ha hecho! ¿Qué de malo hay en celebrar el hecho de que Dios ha determinado salvar a unos que de otra manera no tendrían esperanza? ¿Que esto le vuelve al hombre una nada, que le quita su libertad (dirán algunos), que le impide funcionar como persona? ¡Falso! ¡Todo lo contrario! Sólo por la soberana intervención divina, una persona se vuelve normal, auténticamente humano y libre.
Sólo así puede uno escoger hacer lo bueno y hacerlo. ¿Qué su autonomía humana desaparece? ¡Por supuesto que desaparece! ¡Qué bueno! Porque nunca la ha tenido, y cuando ha actuado falsamente como si la tuviera, ha fracasado miserablemente hundiéndose en el pantano del egoísmo bajo la ira de Dios y en la pelea con sus semejantes. ¿Autonomía humana? ¡Semejante desplante a Dios! Como si Él hubiera abdicado de sus funciones y derechos, dejando al hombre lo que el hombre por ser criatura, y más por ser pecador, no está capacitado para cumplir. ¿Es Dios así de cruel? No, ¡nada de eso! Dios en amor sigue siendo Dios, orientando y sosteniendo su mundo, primero para su gloria y a la vez para el bien de su pueblo, sobre el cual, por decisión de amor, Él ha puesto su mirada redentora.
¿Cómo no regocijarme de la predestinación cuando sólo así Dios es reconocido como Dios? ¿Hablar de Dios como sin derecho y sin actuación en alguna esfera del mundo que Él creó? ¿Imaginar que una mera e insignificante criatura sea capaz de contrariar el designio de su voluntad? ¿Pensar que Dios haya abandonado el gobierno del mundo que Él hizo, entregando en manos de los hombres perversos las decisiones que más afectan negativamente el proyecto principal de Dios, la formación de un pueblo propio suyo, celoso de buenas obras, por el cual su Hijo dio su vida para su rescate? ¿Decir que Dios el Espíritu no tiene derecho o poder para doblar, de manera consistente con la naturaleza humana que Él mismo creó, la voluntad humana esclava bajo el pecado? ¿Qué dios sería un dios así? Un dios que no tenga plan y que si lo tiene, no lo ejecuta, o si lo tiene, no lo puede ejecutar porque la gente no deja; un tal dios no merece el título, porque sencillamente no es Dios.
Puede que un dios así sea considerado Dios según conceptos humanos, pero no lo es según el concepto de la Palabra de Dios mismo. No creer en la predestinación absoluta e Incondicional de Dios es, si uno es consistente, acabar con Dios mismo.
Algo más. Sin la enseñanza bíblica de la predestinación, la Biblia misma prácticamente desaparece. Antes de la encarnación del Hijo de Dios, todo giraba alrededor de Israel, pueblo elegido de entre todos los demás de la tierra. ¿Por qué fue así? ¿Por méritos de la nación? ¿Fue porque Israel escogió a Dios primero? ¿Fue porque Israel permitió que Dios le hiciera pueblo del pacto? Nada de eso, sino que Dios quiso que fuera suyo y lo hizo suyo: punto. Claro que Abraham, por la fe aceptó. Pero, la fe es don de Dios. ¿Por qué la dio a Abraham y no a otros? ¡Elección divina! ¡Oh amor de Dios, su inmensidad! Pero, ¿no está llena la Biblia de exhortaciones y mandamientos a creer y obedecer? Por supuesto que sí, pero, ¿cómo es que algunos obedecen y creen y otros no lo hacen? ¡La gracia de Dios! ¡No por obras para que nadie se gloríe! El hecho de que algunos se deciden a favor de Cristo se debe a la decisión anterior de Dios. ¿Qué algunos viven? A Dios se debe. Nos dio vida cuando aún estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Pero, no es la predestinación, sino la cristología lo que constituye la sustancia de la Biblia. Claro que sí, así es. Jesucristo, el Hijo eterno de Dios, Dios mismo, Dios el Hijo, “ya destinado desde antes de la fundación del mundo...”. Las Escrituras hablan de Cristo, pero Cristo es Dios, y como Dios es trino, es imposible hablar de Cristo sin que a la vez haya el presupuesto de Dios, Padre, resolviendo salvar a quienes Él (Dios) quiere, enviando a Jesucristo a pagar el rescate y al Espíritu para vivificarlos, para que crean en Cristo y sean justificados por la fe; las tres personas en total acuerdo y activas todas en la decisión eterna y en la ejecución de un solo Dios. La Biblia, pues, no tiene sentido sin que sea reconocida la predestinación. No lo tiene tampoco la cristología. No, la Biblia no habla de ella en cada página, pero es el fundamento sobre el que descansa la redención, y si bien no es explícita en cada página, es implícita, y esencial. Esencial para la gloria de Dios; esencial para asegurar que Cristo vea el fruto de su alma y esté satisfecho, esencial para la seguridad del creyente; esencial para la posibilidad y la certeza de la salvación de aquella multitud que ninguno puede contar, delante del trono.
¿Qué hacer allá? Adorar a Dios diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono y al Cordero. Ni palabra de felicitación al hombre. Nada de gloria compartida. Todo para el Salvador. La predestinación = alabanzas a Dios, Efesios 1:3,4; 2 T. 2:13,14; 1 T. 1:2-5
¿Cómo no va a ser radical el pueblo redimido en cuanto a la predestinación? Imposible que no lo sea. Sin ella Dios no es Dios en el sentido pleno de la palabra. Sin ella, el evangelio no es evangelio en el pleno sentido de la palabra. Sin ella, la gracia de Dios no es gracia en su plenitud.
¿Hablamos entonces únicamente de la predestinación? ¡No, no, claro que no! Hablemos todo lo que la Biblia habla y en las proporciones que ella lo hace, pero las otras enseñanzas bíblicas son el fruto de la elección. No reconocerlo es decir que la salvación, si la hay, es, en algún sentido importante, por obras; que el hombre, sí es que alguno se salva, es en esencia su propio salvador. El hombre también tendría porque gloriarse en sí mismo por haber determinado dejar que Dios le salvara. La explicación final estaría en la voluntad del hombre, no en la de Dios. ¿Cómo poder evangelizar a los muertos espiritualmente, los que son enemigos de Dios, si Dios no ha resuelto salvar a nadie a no ser que cada uno primero le escoja a Él? ¿Qué buena noticia puedo darles si la decisión depende de ellos? Jamás creerán en el Salvador si Dios no les da primero un corazón nuevo. ¡Qué cruel sería decir a los que por naturaleza son hijos de ira, a los que son esclavos voluntarios del diablo, de la carne y del mundo, que si toman la decisión de dejar de ser lo que son, Dios les salvará! Los huesos secos no pueden vivir si primero no reciben vida. Pero, ¡Tenemos una Buena Noticia! Anunciamos por todos lados que Dios salva a los pecadores, que da vida a los muertos, vista a los ciegos, luz a los que andan en tinieblas, movimiento a los paralíticos, etc., que Dios ha resuelto, porque Él es bueno, infinitamente bueno, dar vida a muchos, pero muchísimos, invitando a todos a mirar a Él, no a sí mismos, a encontrar poder salvador en Él, no dentro de ellos mismos. Y, ¡qué bueno saber que Dios acompaña la predicación del evangelio, vivificando, capacitando, a los escogidos, para que miren! ¡A Él sea la gloria! Y para el hombre redimido, porque escogido, ¡para él la dicha eterna! Allí ante el trono en gloria, ninguno se quejará, renegando porque Dios resolvió salvarlo. Ninguno lamentará el hecho de la soberana gracia de Dios en la elección.
¿Me censuran algunos por ser muy radical en esto de la predestinación? ¿Cómo no voy a ser radical cuando se trata de las consolaciones del evangelio, del conocimiento del Dios verdadero, de la única esperanza para el hombre muerto espiritualmente, de la única posibilidad del éxito en el evangelismo, de la fuente de la esperanza del creyente, de la única posibilidad de comprender las Escrituras, de la fidelidad a la creencia de la Iglesia a través de los siglos, y de la gloria de Dios?
No queremos un dios enlatado. Dios no es así. Muchos insisten en que dejemos a Dios libre para que haga milagros, etc., pero no quieren que esté libre para resolver a quiénes quiere salvar, y mucho menos para salvarlos, a no ser que primero le den permiso.
¿Qué es la predestinación? No es ni más ni menos que la decisión misericordiosa de Dios de salvar, por pura gracia, sin méritos y sin condiciones por parte del hombre, en Cristo, a una multitud de pecadores merecedores de la condenación eterna, y sin deseos o capacidades en ellos para reconciliarse con Dios. Y lo hace para que sean hijos de Dios, andando en santidad y con las consolaciones del favor de Dios y la comunión con Él, en servicio y culto eterno ante su trono de gloria y de amor.
Pero, esto, si, reconozco que tratando de este tema, he hablado a veces con soberbia, con espíritu partidista y sin el debido equilibrio y prudencia que el tema de la predestinación merece. Al fin y al cabo, es un tema envuelto en las nubes del misterio de la voluntad del Dios Infinito. No debe ser para especulaciones, sino dentro de los parámetros de la Biblia. No debe ser el tema principal de la predicación y de las charlas, porque no es así explícito en la Biblia. Ruego perdón por mis excesos. Pero, como es fundamental a lo demás, y como muy pocos en nuestro ambiente quieren reconocerlo como tal, precisa que sea tema frecuente y que siempre implícito.
Eugenio Line
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