La verdad es una, y es la misma ahora, antes, y siempre. Y, digo que la tengo cuando tristemente muchos no la tienen. Quiero que todo el mundo la tenga, que todo el mundo entienda la Biblia... (Foto: Matin Gommel/Flickr)
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Quiero que todos crean como yo
La verdad es una, y es la misma ahora, antes, y siempre. Y, digo que la tengo cuando tristemente muchos no la tienen. Quiero que todo el mundo la tenga, que todo el mundo entienda la Biblia como la entiendo yo. ¿Qué, busco convertir a todos a mi posición doctrinal? ¡Claro que sí!, porque lo importante es la verdad, y creo que la tengo. ¡Uy! ¡Qué soberbia decir las cosas así, ¿no es cierto?! ¡Qué manera más necia de hablar!, ¿no le parece? Contraproducente. Tales jactancias disgustan. Pero, lo hago buscando obligarle a mirar cara a cara la posición teológica que sostengo. Si no es la bíblica, que la deje. Pero si lo es, que la crea, ¡cueste lo que cueste! Estamos para predicar la Palabra de Dios, no la nuestra. Si no hacemos eso, no servimos para mayor cosa. No estamos para que las iglesias crezcan; el crecimiento lo da Dios. No estamos para convertir gente, a no ser que sea a Cristo. Y el único Cristo a quien debemos convertir la gente es el Cristo que se da a conocer en la Biblia, su Palabra, inspirada por su Espíritu. Sí, debemos predicar el evangelio, pero el evangelio de Dios, y para eso, tenemos que conocer, reconocer y servir al Dios del evangelio.
En la historia del cristianismo, han existido posiciones teológicas contradictorias. Está la agustiniana, por ejemplo, y la pelagiana, la calvinista, la arminiana. Está el catolicismo romano con su mezcla confusa de posiciones contradictorias. No todas estas posiciones pueden ser ciertas. La Biblia no enseña dos sistemas contradictorios, si bien reconocemos que enseña verdades irreconciliables en la mente finita humana. Posiciones que no tomen en cuenta la totalidad de la Palabra de Dios son erróneas. Son mentirosas si presentan una parte de la verdad como si fuera toda la verdad. Puede que cada una tenga algo de la verdad, pero como sistemas, deshonran a Dios. No es muy bonito el fruto que cosechamos predicando el error, ni si este está mezclado con la verdad.
Pero, ¿cómo voy a persuadir a otras personas a respectar a mi posición si soy tan radical, tan desafiante? A nadie le gusta ser acosado. Uno tiene que respetar, ¿no es verdad? No debemos causar divisiones. Claro que no, pues, por lo menos no debe ser nuestra meta. Pero, ¿si las divisiones resultan porque algunos insisten en seguir la verdad y otros no quieren hacerlo?
Existe cierto agnosticismo evangélico en el momento. Muchos están cansados de la controversia, y anhelan la paz. Paz al precio que sea. Han llegado a la conclusión, pues, que es imposible saber cuál es la verdad. Dicen que cada sistema aporta algo importante, y que lo que vale es la amalgama de todos, que al fin y al cabo, lo que realmente vale no es un sistema teológico, sino una experiencia espiritual, el encuentro místico con Dios en Cristo. Dicen que no es lo que uno cree sino a qué lleva lo que uno cree.
¿No será este anhelo por la paz personal y eclesiástica la pereza más bien? Cuesta trabajo investigar, y muchos dicen que no hay tiempo para eso. Dicen que no hay tiempo sino para predicar el evangelio. Predicar a Cristo. Es urgente que la gente se convierta a Cristo. Pues, claro. Pero, ¿a cuál? ¿Por qué? ¿De qué manera? ¿Para qué? ¿Cómo sabremos sí los convertidos en verdad se convirtieron?
No; rechacemos el agnosticismo. Sí, podemos saber. La Palabra de Dios es clara. Dios no es Dios de confusión. Sí, quiero que todos los pastores en Bogotá crean como creo yo. Es decir, quiero que todos amen la posición teológica que Pink presenta en su libro LA SOBERANÍA DE DIOS. ¿Voy diciendo que si no lo hacen, no son cristianos, hermanos en Cristo? No, no digo eso. Un perro sin rabo es perro, pero no es perro completo. ¿Voy a desechar la comunión con quienes no crean como yo? No, no es eso. Respeto a cada uno como hermano en Cristo. Veo en otros la abundancia de fruto espiritual y semejanza a Cristo. Puede que me ganen como cristianos, pero podrían ser aun más grandes en el reino de Dios sí su doctrina fuera más bíblica.
El tema que Pink trata en los capítulos 6, 7 de su libro LA SOBERANÍA DE DIOS es el de la libertad de Dios, la pregunta de si Dios puede hacer y en verdad hace lo que quiere o si es limitado por alguna cosa fuera de sí. Y, adicional a esta, Pink responde otra pregunta: ¿Qué es lo que Dios quiere hacer? Es decir, ¿tiene algún plan o programa que quiere cumplir y que está cumpliendo? Hacer esta pregunta no es sino preguntar si el Dios de la Biblia es el Dios de los deístas o si es el de los teístas. ¿Gobierna Dios el mundo que hizo o no? ¿Lo hizo sólo para después abandonarlo para que siguiera solo su curso, o está gobernándolo y dirigiéndolo personalmente hasta en los detalles más pequeños hacia la meta que Él en su sabiduría infinita ha determinado? ¿Incluye su programa el destino del hombre?
Lo que Pink presenta en todo es el hecho de Dios, no cualquier Dios, no un Dios, sino el Dios único, con poder y con libertad para llevar a cabo su voluntad, de manera especial incluyendo su voluntad cumplida en el corazón del hombre, y esto sin necesidad de permisos o de mecanismos humanos para poder moverlos al fin que Él mismo decretó. Sobre el propósito eterno de Dios, lea estos textos:
Ef. 1:11; 3:10,11; Sal. 33:11; Is. 46:9,10
Pink presenta los siguientes cuatro puntos en cuanto al método de Dios tratando con los malos.
1. Los restringe. Gn. 20:6
2. Los suaviza. Dn. 1:9
3. Los dirige. Pr. 21:1
4. Los endurece y los enceguece. Sal. 105:25
Y, Pink presenta los siguientes 4 puntos en cuanto al método de Dios tratando con los justos.
1. Los vivifica, los hace renacer, los recrea, los resucita de entre los muertos. St. 1:17,18; Ef. 2:10
2. Los fortalece con poder para actuar. Ef. 3:16-21
3. Los capacita. Is. 26:12
4. Los preserva. Sal. 37:28
El actual rechazo de la libertad de Dios
Vemos en la actualidad, en muchas predicaciones, una contradicción: el énfasis constante en las actuaciones milagrosas de Dios por un lado, pero por el otro, el rechazo del derecho de Dios para salvar a quien quiera, y a obrar en el corazón del hombre si este no da permiso, o si no hace obras, o si no se vale de mecanismos y técnicas. Dios supuestamente tiene las manos atadas por razón de la voluntad humana. Claro todos reconocen que hay cosas que el hombre no puede hacer, y que para ellas depende de Dios, pero en otras el hombre persuade a Dios o libera a Dios para hacerlas. En muchos casos, si no fuera por el hombre y el uso de ciertos mecanismos (el exorcismo, por ejemplo), no habría progresos. Por eso el progreso de la obra de Dios depende del uso o manejo de leyes espirituales (la visualización, la palabra de poder, la petición detallada, etc.) Claro, reconocemos que Dios ha establecido medios por los cuales normalmente cumple sus fines, pero debemos tener muy presente que no son los medios que logran los fines como si sin ellos Dios no pudiera obrar. Por ejemplo, entendamos que la desobediencia no derrota a Dios aunque, sí, causa tristezas para el hombre.
Así pues el hombre, irónica y contradictoriamente, por un lado busca posicionarse bajo la absoluta influencia de Dios, y renuncia a toda actuación suya para que Dios tenga todo el dominio. El hombre incluso deja de pensar para que Dios le diga, y deja de obrar para que Dios obre. Pero, por el otro lado, esto sí, que nadie lo olvide, el comienzo del proceso y su continuación dependen del permiso y del cumplimiento humanos. Las instrucciones que a veces escucharnos en cuanto a cómo lograr la bendición de Dios colindan con la magia.
La enseñanza que engendra todo este tipo de razonamientos se llama el libre albedrío. Dicha enseñanza hace un daño doble.
1. Limita el poder, la gracia y la soberanía de Dios para salvar. La creencia, casi universal, es que Dios no obliga a nadie a creer. Respeta la voluntad del hombre.
2. Coordinado con esto, la enseñanza del libre albedrío atribuye a la voluntad humana poderes para querer a Dios y para llegar a Cristo que no tiene. Pink rechaza este doble error en su capítulo 7 del libro LA SOBERANÍA DE DIOS.
Que el hombre debe creer, arrepentirse, buscar a Dios, aceptar el evangelio, escoger a Cristo, etc., no hay duda. Así manda Dios. Que el hombre puede hacerlo, la Biblia lo niega. Jn. 6:44,65; Ef. 2:1-3; Jr. 12:23. El esclavo no puede liberarse; el árbol malo no da fruto bueno. En Adán, todos mueren. En Adán la muerte pasó a todos los hombres. La Biblia dice la verdad sobre la naturaleza del hombre ahora para que éste salga del engaño de creerse dueño de su propia salvación. No es que quiere aplastar al hombre, sino que reconoce que el hombre es ya aplastado por el pecado, y que se salvará sólo si Dios obra. ¡Mirad a mí y sed salvos!
La gloria del evangelio
Al tener en cuenta la situación impotente del hombre, Dios, para la gloria de su gracia, resolvió salvar a algunos, a muchos. Cristo pagó por ellos, y el Espíritu los vivifica para que crean (no porque creyeron). Ef. 2:8,9; 1 Co. 1:30,31, etc. Esto, sí, es evangelio, porque si no fuera así, no habría esperanza para nadie. No somos calvinistas por razones partidistas, o por supuestamente seguir a Calvino, sino por razones del evangelio. Es que el hombre es esclavo, Jn. 8:34. Es libre, pero sólo para hacer lo malo. Toda la Biblia enseña así. El Antiguo Testamento tiene tres veces más páginas que el Nuevo Testamento ¿Por qué? Pues, en parte porque así Dios muestra el fracaso, la esclavitud del hombre bajo el poder de una naturaleza corrompida. El hombre siendo pecador, actúa siempre de acuerdo con lo que es, Jr. 13:23. Es pecador, y no puede dejar de pecar, Ro. 8:7,8. Es enemigo de Dios. Ro. 5:6-11
Los únicos salvos son los engendrados de Dios, Jn. 1:1-3, y para esto el Espíritu Santo es como el viento soplando donde quiera. Si no hace Él la obra, nadie se salva. ¡A DIOS LAS GRACIAS PORQUE ÉL DE SU VOLUNTAD NOS HIZO NACER!
Eugenio Line
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