Muchos evangélicos están guiándose por sus propias interpretaciones de la Biblia, sin otra guía que sus propias deducciones especulativas, sus impresiones mentales y no según un estudio serio de lo que en verdad dicen las Escrituras. (Foto: Evans E/Flickr)
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La libertad de conciencia y el reaccionismo intolerante
La reforma protestante transtornó los viejos fundamentos de la doctrina y del orden de la iglesia católica romana y por consiguiente era inevitable que se presentaran irregularidades y extravagancias en la vida interior y exterior de la gente. Hay dos principios escriturales importantes que corren el riesgo de ser malinterpretados y abusados en una época de excitación popular.
El primer principio expuesto por la Reforma fue el del derecho AL JUICIO PRIVADO. Este es el derecho de cada hombre a decidir qué es lo que la revelación de Dios le ordena creer. Por supuesto que era una protesta en contra del autoritarismo de la iglesia romana a decidir por la gente qué era lo que tenían que creer. Sin embargo, el principio fue mal interpretado.
Era cosa muy natural que los fanáticos, al rechazar la autoridad de la iglesia, rechazaran también toda autoridad externa en asuntos de religión. Estos entendieron por derecho al juicio privado el derecho de cada hombre de decidir qué era lo que debía creer con base en las operaciones de su propia mente y de su propia experiencia con independencia de las Escrituras.1
Creo que hoy se sigue abusando de este principio entre las diferentes denominaciones históricas y especialmente entre el llamado movimiento “carismático”. Muchos evangélicos están guiándose por sus propias interpretaciones de la Biblia, sin otra guía que sus propias deducciones especulativas, sus impresiones mentales y no según un estudio serio de lo que en verdad dicen las Escrituras. Esto sucede con frecuencia en las supuestas profecías modernas en donde algunos “espirituales” con un “así dice el Señor” consideran como inspiradas por Dios sus propias divagaciones o elucubraciones mentales. En manera parecida algunos pretenden que sus propias experiencias emocionales se conviertan en una doctrina para todos, dando más crédito a lo que sus sentimientos les dicen, antes que a lo que la Palabra de Dios realmente dice. De esa manera convierten a la experiencia religiosa en la norma de su fe, sin tener en cuenta la autoridad de las Escrituras, las cuales son en verdad nuestra norma de fe y práctica.
El segundo principio enseña que la religión es asunto del corazón, que Dios no acepta a nadie porque es miembro de una iglesia, ni por la obediencia ciega a sus líderes, ni por observar ritos, ceremonias u ordenanzas; sino por la regeneración de su corazón mediante la obra del Espíritu Santo y su fe personal en Jesucristo, lo cual debe producir una vida santa. Lógicamente esto también era una protesta contra el romanismo que pretendían que, todos los que se encuentran dentro de la organización externa de la Iglesia romana son salvos y que fuera de ella todos están perdidos. Fue una protesta contra la opresión papal. Lamentablemente algunos fanáticos reaccionaron equivocadamente pensando que como la religión no consiste de cosas externas, entonces la Iglesia, sus ordenanzas, su culto, y sus pastores, ya no eran necesarios.
Los que se consideraban instrumentos de Dios, emancipados de la autoridad de la Biblia y exaltados por encima de la Iglesia, pasaron a demandar exención de la autoridad del Estado.2
Una revuelta religiosa, con implicaciones políticas, contra toda autoridad del Estado y de la iglesia fue encabezada por un presunto anabautista llamado Tomás Muntzer en 1524 en Sajonia, quien consideró que él y sus seguidores eran la verdadera iglesia, ellos eran los únicos inspirados, y tenían derecho a decidir cuál era la verdad en cuestiones de doctrina. Se consideraban con derecho a regir con autoridad absoluta en la iglesia y el estado. Todos los que se le opusieran se oponían a Dios, y debían ser exterminados. Obviamente, se constituyeron en peligrosos radicales que amenazaban con la anarquía en la Iglesia y en el Estado siendo perseguidos tanto por católicos como por protestantes. Muntzer murió en el cadalso.
La persecución de los anabaptistas fue intensificada por la creencia de que ellos compartían la responsabilidad de la revuelta de los campesinos de 1524-1525. En efecto, hubo razones plausibles para la acusación, pues, Tomás Muntzer fue el fomentador principal de la revuelta en Sajonia.3
Tristemente muchos evangélicos se han estado extraviando en este mismo sentido. Quieren ser totalmente independientes de cualquier organización religiosa, desdeñan las denominaciones históricas y no se sujetan a nadie con el argumento que ahora en Cristo no tiene necesidad de aprender de nadie, ni de someterse a nadie. Algunos movimientos evangélicos intentan agruparse y funcionar sin pastores, sin ningún tipo de organización, pues supuestamente así pueden agradar mejor a Dios y darle libertad al Espíritu Santo, el cual es limitado con el ceremonialismo.
Orosmán Rozo. Mayo 26 del 2001
1 Referencia desconocida, página 72
2 Referencia desconocida, página 73
3 Scott, Kenneth. Historia del Cristianismo. Tomo 2. El Paso: Casa bautista de Publicaciones, 1979, página 1343
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