“y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;” Apocalipsis 6:16 (Foto: YangChen(TW)/Flickr)
Cristo es nuestro refugio
En este pasaje vemos a muchos hombres y mujeres enemigos de Dios, desde los más ricos hasta los más pobres, escondidos en las cuevas y entre las peñas de los montes pronunciando estas palabras de pavor al ver que ha llegado el irremediable y anunciado día del juicio final: “…Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;” Apocalipsis 6:16
Al igual que ellos hoy estamos refugiados como iglesia, con la diferencia sustancial de que nos escondemos, ya no por temor al juicio divino (del que por medio de Cristo hemos sido para siempre librados), sino por prudencia coherente a la Palabra del Señor ante un peligro terrenal: sin embargo, está acción natural de escondernos ante el peligro, que tanto incrédulos como creyentes estamos experimentando a lo largo de estos días por causa del Coronavirus, podría asemejarse en una medida infinitésimamente pequeña a lo que sería hallarse un día, desnudo y expuesto, súbitamente y sin Cristo, ante el justo juicio de Dios que llegará como ladrón en la noche, cuando el mundo menos lo espera y del cual nadie excepto el pueblo de Cristo, podrá estar exento. En aquel momento ya no habrá refugio ni oportunidad de salvación, como no la hubo tampoco una vez el arca de Noé fue cerrada por Dios.
Teniendo en cuenta lo anterior, deberíamos meditar como creyentes en mínimo dos cosas: la primera es que lejos de enorgullecernos porque Dios ya no sea nuestro enemigo, debemos por el contrario volcarnos humildemente en adoración ante la preciosa obra de gracia ejecutada cabalmente en la cruz a favor nuestro; en segundo lugar, debemos reflexionar como iglesia sobre el importante llamado de predicar el evangelio con urgencia, para que aquellos que a tiempo crean en Cristo por medio de la Palabra predicada, no deban ya vivir bajo ese intenso temor de tener a Dios por enemigo, al contrario, habiéndose reconciliado con Él, puedan anhelar junto a nosotros la inigualable celebración por venir de aquel gran día de las Bodas del Cordero.
Bajo fuego, tempestad, pandemia o cualquier tribulación presente ¡Cristo fue, es y será nuestro refugio seguro!
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