El salmista se encontraba meditando en cuál sería aquel lugar donde podría hallar su socorro, su fuerza y su consuelo ante la tribulación… ¿Provendría su auxilio de lo alto e imponente de las montañas que simbolizaban el poder puramente terrenal?
Sin darnos mucho tiempo para contestar y sin habernos dicho cuál era a ciencia cierta la tribulación que lo acosaba, desde el primer versículo el salmista nos declara la fuente indiscutible de su confianza: “Mi socorro viene de Jehová” quien es el Todopoderoso Creador (versículo 2), quien es Fiel para no dejarme perder (v. 3), mi Dios, quién no parpadea de cansancio ni un segundo en descuido de su pueblo redimido (v. 4), Él y únicamente Él es mi socorro.
Pero luego, asombrosamente el salmista deja de hablar de su propia situación y perspectiva, y de pronto, empieza a hablarte a ti, como diciendo: “Mira, esto es contigo... escucha: Él es tu guardador (v. 5), Él es la sombra que te acompaña siempre a tu derecha (v. 5), en los embates del día y de la noche, el Señor te cubrirá de su gracia por medio de su Sol y de su Luna (v. 6), Él te guardará a ti y a tu alma (v. 7), que de hecho es suya… ¿Lo recuerdas? El la compró, a precio de su sangre, para colmarla de bien, para lavarla y redimirla para sí, para su gloria inmarcesible y eterna… ¿De dónde vendrá tu socorro? Tu Socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.”
Ten siempre en tu corazón y en tu conciencia que, una vez vienes a Cristo en arrepentimiento y fe, aunque el mundo tiemble de inseguridades a tu alrededor, tú puedes tener la plena certeza de que Él guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre (v. 8).
¿De dónde viene tu socorro hoy? ¿De este mundo caído y de su sabiduría frágil y mutable? ¡No! Tú podrás andar con confianza y valentía, aún en medio de la tribulación, no porque seas maravillosamente excepcional, sino porque Dios lo es... y de Él es de dónde procede tu socorro, de tu glorioso Salvador, Jehová de los Ejércitos.
- ♦ -