“Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, Y se traspasen los montes al corazón del mar;” Salmos 46:2 (Foto:Gioseppe Milo/Flickr)
Quiero invitarte a imaginar la situación que describe el salmista: imagina que de un momento a otro la tierra entera tiembla con una magnitud tal que montes enteros terminan siendo empujados y lanzados con furia hasta el corazón del agitado mar, y tú estás contemplando y experimentando la poderosa devastación de aquella incomparable catástrofe natural.
En una situación así, en que todo parece estar fuera de control, el salmista dice: “No temeremos” ¿Por qué? Porque “Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.” (Salmos 46:1).
El Salmista hallaba su paz en medio de las tribulaciones al ser consciente de que su Dios superaba infinitamente en poder al cataclismo cósmico que aquí describía: tu Dios es exactamente el mismo del salmista. Tu Dios es el mismo Dios que lo creo todo con el poder de Su Palabra. Tu Dios es el mismo Dios que partió el mar Rojo en dos. Tu Dios es el mismo Dios que venció para siempre a la muerte, resucitando, victorioso de entre los muertos para ser ascendido al Cielo en Gloria ¡Ese es tu mismo Dios! no otro. Tu Dios en este conmocionado año 2020 no es uno distinto a aquel Santo y Omnipotente del antiguo y del nuevo testamento: “Nuestro refugio es el Dios de Jacob.” (Salmos 46:7b).
Por tanto, nos dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra.” (Salmos 46:10)
Mientras las naciones braman y tropiezan, y los reinos están en medio de las tribulaciones, nosotros como pueblo redimido del Señor somos llamados a estar quietos y a conocer más de cerca a nuestro Dios, hallando calma en el hecho de saber que “Jehová de los ejércitos está con nosotros;” (Salmos 46:7a).
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