“Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.” Lucas 22:61 (Foto: Giuseppe Milo/Flickr)
Es escalofriante; ahí estaba Pedro, el mismo que horas atrás, con ánimo valiente y decidido había dicho que jamás se escandalizaría del Señor, y que incluso si le fuera posible estaría dispuesto a ser encarcelado o a dar su propia vida por Él. Ahora después de haber cruzado la mirada con Jesús, Pedro había descubierto que se habían cumplido aquellas palabras proféticas con las cuales el Señor le había advertido de su futuro pecado: “me negarás tres veces.”
¿Cómo reaccionarias naturalmente, si estando tú en una situación sumamente crítica de la cual eres inocente, uno de tus más allegados te niega, incluso maldiciendo y perjurando, igual cómo lo hizo Pedro?
Pero aún más, ¿cómo reaccionarias si horas antes te enteras de que esa persona efectivamente, justo en el peor momento, te abandonará y negará haberte conocido?
Posiblemente si lo sabes de antemano, verás lesionado tu amor y confianza hacia esa persona. Te preguntarías: “¿Cómo es posible que esta persona me vaya a hacer daño en el futuro?” Posiblemente te invadirían la decepción, la tristeza, la ira y quién sabe cuántos otros sentimientos naturales y pecaminosos, contra los cuales tendrías que luchar valiente y piadosamente.
Ahora quiero que centres tu atención en lo siguiente: si ponemos en una línea del tiempo la cruz y tus pecados, será fácil descubrir que todas tus transgresiones terminan siendo futuras con respecto al sacrificio perfecto de Cristo en el Calvario. Cuando Cristo murió por ti, y dijo: “Consumado es.” (Juan 19:30). Él ya sabía que de hecho, en tu futura existencia que acontecería siglos después, tu pecarías contra Él todas las veces que has pecado (y las que pecarás), más no por ello dejó de amarte ni un poquito, ni dejó de dar Su vida entera en sacrificio por tu completa redención.
¿Puedes ver el alcance que esto tiene para ti? Si eres un creyente verdadero, el Señor te llevará fielmente, de principio a fin, al bien supremo que desea para ti en Su Gloria, y nada podrá estorbarlo en su precioso plan, ni siquiera tú mismo. Aunque es cierto, que siendo un creyente en Cristo buscas la santidad y que por medio de la obra del Espíritu ya no amas el pecado ni lo practicas, lo cierto es que mientras estés en este cuerpo pecarás, y pecarás contra tu amantísimo Señor.
Pero del mismo modo en que Pedro siguió siendo exactamente igual de amado por Jesús, antes de negarlo y después de ello, la gracia de Cristo hacia ti, Su amor y Sus promesas no cambiarán jamás.
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