“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche.” Isaías 55:1 (Foto: Vassilis Londos/Flickr)
Todo bajo el cielo tiene un precio, ni aún aquello que nos es ofrecido en Internet o en los supermercados como “gratuito” en verdad lo es; aun cuando no nos piden dinero a cambio por sus productos o aplicaciones, finalmente nos cobran de algún modo, bien sea con la inversión de nuestro tiempo, con el tráfico de nuestros datos personales o con la visualización de publicidad que somos voluntariamente obligados a consumir. A pesar de que sabemos todo esto, es indudable que la palabra “gratis”, aunque no sea cierta, nos atrae. En esta vida es imposible conocer lo que significa en realidad la palabra gratis (o gracia), con excepción de un único caso: La Salvación por medio de Jesucristo.
En este caso excepcional, Dios Padre, sin ninguna necesidad de salvarnos, y sin haber mérito en nosotros; por el contrario, con una sentencia eterna en nuestra contra, nos redime de manera gratuita en la Cruz, algo que a nosotros no nos costó nada, pero que a Dios Padre le costó la muerte de su amado Dios Hijo, Jesucristo ¡Esto es gratuito de verdad, gracia sublime y real!
Asombrosamente el mismo ser humano que ama la palabra “gratis” en los productos del supermercado, teme a lo que es verdaderamente gratuito; es decir, a lo gratuito al nivel perfecto y divino, por lo que de algún modo le huye, bien sea rechazando radicalmente el regalo, o bien sea aceptándolo, pero intentando buscar luego alguna manera que le permita creer que al menos a cuotas, por medio de sus obras, está pagando aquel amor inmerecido que le fue regalado en absoluto por el Señor. Es así como contra esto último vas a tener que estar luchando toda tu vida amado creyente, por cuánto la carne riñe completamente con la gracia.
En este tiempo de crisis (y luego de él también), debes recordarte cada día que tu salvación te fue enteramente dada por gracia, y que hasta el fin de tus tiempos lo seguirá siendo. Teniendo en cuenta este principio, piensa también que de gracia recibiste tu salvación, y por tanto estás llamado a dar gratuitamente a otros para la Gloria de Dios, Mateo 10:8
Este es el arroyo vivo y gratuito del evangelio, por tanto ven a sus aguas, de día en día, creyente en Cristo; y si aún no has creído en Él, ven a beber tú también, sin dinero y sin precio, de aquel “precioso manantial de la sangre de Emanuel, que purifica a cada cual que se sumerge en Él.” *
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* Fragmento tomado del himno titulado “Hay un precioso manantial” de William Cowper, traducido por M. N. Hutchinson.
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