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A Timoteo, amado hijo

Una biblia abierta, en salmos 36, sobre una maleta, en el regazo de una persona.

Acuérdate de Jesucristo, del linaje de David, resucitado de los muertos conforme a mi evangelio, en el cual sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor; mas la palabra de Dios no está presa.2 Timoteo 2:8-9 (Foto: wiki commons)

El Apóstol Pablo, por causa de su fe, se encontraba preso en Roma, por segunda vez; presintiendo además que su fin estaba cerca, y estando en esta terrible condición, escribe esta carta pastoral a su hijo espiritual Timoteo, animándolo a permanecer firme en la gracia de Cristo y exhortándolo a enseñar con perseverancia y valentía las verdades del Evangelio; hasta el punto de estar dispuesto a sacrificarse como un soldado, a luchar legítimamente como un atleta, a trabajar pacientemente como un labrador, o a sufrir como el mismo Apóstol Pablo lo haría; todo por el avance del Reino de Dios en este mundo.

En este contexto dice Pablo a su amado hijo Timoteo: “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio. Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.” (2 Timoteo 4:5-7). Los enemigos del evangelio, y el mismo Satanás, tal vez estarían en aquel instante celebrando que, al fin, Pablo estuviera encarcelado y a punto de morir. Pero, con lo que no contaban era que, aunque Pablo estaba preso, cómo dice nuestro versículo de hoy, la palabra de Dios no lo está. Y escucha por favor esta frase varias veces, y digiérela en tu corazón: “la palabra de Dios no está presa.” (2 Timoteo 2:9b)

Nosotros estamos hoy en aislamiento preventivo, no encarcelados ni sentenciados a muerte por causa de nuestra fe como Pablo, y es bueno preguntarnos entonces si estamos siendo conscientes de que la Palabra de Dios no está presa con nosotros hoy, si somos conscientes de que ella está viva, que el mundo la necesita y que Dios nos ha dado el privilegio y la responsabilidad de participar en su historia de la Salvación.

Pablo peleó la buena batalla y acabó su carrera guardando la fe, pero, aunque Pablo murió, tú aún estás vivo, tú estás en medio de tu batalla y de tu carrera. Lúchala, córrela, termínala y entrega luego ese testimonio a un Timoteo que siga anunciando la esperanza de Cristo por amor a las almas que creerán en Él.

Así que, como dice 2 Timoteo 4:5: “Sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.” porque, aunque estés en cuarentena “la palabra de Dios no está presa.”, ni lo estará jamás, hasta que Cristo vuelva.

Finalmente, ante una tarea tan inmensa, como dice 2 Timoteo 4:22: “El Señor Jesucristo esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros. Amén.

 

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