“Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.” 2 Pedro 1:8 (Foto: wiki commons)
El ocio, esa tendencia que parece tan cómodamente inofensiva, ha dejado de muchas maneras su devastadora huella marcada en la historia de la humanidad. Tenemos el ejemplo del rey David, quien por estar de ocioso, en el punto más alto de su carrera, terminó cayendo en los pecados de adulterio, mentira y homicidio, con las gravísimas consecuencias que eso trajo a su propia vida, a su casa y al pueblo entero de Israel.
También tenemos el ejemplo de los cretenses, de quienes su falso profeta se asombraba y se quejaba diciendo: “…Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos.” (Tito 1:12), versión a la cual, increíblemente, el apóstol Pablo daba crédito.
Dice proverbios 28:19 que “El que labra su tierra se saciará de pan; Mas el que sigue a los ociosos se llenará de pobreza.”, y si esto es cierto para la tierra física, cuánto no lo será más para la espiritual. Si no producimos fruto y cultivamos en nuestra tierra café y trigo, y cuidamos de esos buenos cultivos, de seguro la maleza vendrá muy pronto a hacer lo suyo en forma de codicia, fornicación, ira, orgullo, mentira, tristeza, idolatría, desánimo, enfriamiento espiritual, apostasía, entre muchos otros.
Así pues, en este tiempo de pandemia, tengamos mucho cuidado de no caer en el peligroso ocio, pues no por nada se dice que “el ocio es el taller de Satanás”, y en cambio de ello luchemos contra ese peligroso virus. ¿De qué manera? “…poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.” (2 Pedro 1:5-7) Muchas tareas para una sola vida ¿verdad? Bueno, pues ¡gracias a Dios que nos ha dado demasiadas razones para no estar espiritualmente desocupados hasta que Él venga!
Por todo lo anterior, es importante y urgente que meditemos en esta porción de la segunda carta del Apóstol Pedro, y en cada una de las cosas a las cuales debemos poner diligencia, pues ellas no solo nos protegerán del pecado, sino que además no nos dejarán estar sin fruto en el conocimiento de nuestro bendito Señor, para que así seamos “llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.” (Filipenses 1:11)
En esta cuarentena... cultivémonos.
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