“Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra.” Génesis 11:9 (Foto: wiki commons)
La historia de Babel nos recuerda con claridad, pero a escala global, lo que significan las palabras de Proverbios 16:18, dónde dice:
“Antes del quebrantamiento es la soberbia,
Y antes de la caída la altivez de espíritu.”
Los pobladores de la tierra del tiempo de Génesis se habían unido decididamente alrededor del plan de elevarse por encima de Dios, creando una gran torre con el objetivo idolátrico de adorarse a sí mismos. Y al ver Dios a la humanidad empeñada irremediablemente en llevar adelante su proyecto de pecado, dijo: “Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero.” (Génesis 11:7), por lo cual, los hombres, sumamente confundidos, sin poder entender el idioma de su compañero, dejaron de construir la torre y fueron dispersados por la faz de la tierra.
La historia mundial de los últimos años ha estado marcada por una clara agenda antropocéntrica, y por lo tanto anticristiana, que ha logrado unificar a grandes masas, (lamentablemente compuestas en gran parte por jóvenes), cuyo objetivo consiste en imponer a fuerza de ley y violencia, sus propias religiones, las cuales insisten en hacer llamar ideologías. Y en este contexto en el que el mundo se unió para elevarse por encima de Dios, hizo su aparición un virus no invitado que envío radicalmente a cada hombre, sumamente confundido, a su propia casa.
La pandemia actual y la torre de Babel nos recuerdan de igual manera, que Dios sigue siendo el soberano; Dios ha sido y será por siempre, y por más que el hombre quiera un día levantar su insignificante puño contra Él, y unirse en concierto con millones de otros, la voluntad de Dios siempre prevalecerá; no obstante, cualquiera podría pensar que esta crisis tan dura que estamos viviendo como juicio de Dios, llevará a la humanidad entera a recapacitar y a girar sus ojos en pos de Él, pero asombrosamente eso no pasará, porque el hombre incrédulo, que pretende tapar con un dedo a Dios, no aprenderá este tipo de lecciones y siempre alojará en su corazón rebelde el deseo de hacerse su propia torre de Babel, para ir de juicio en juicio, hasta que el Señor venga de una vez por todas y ya no haya oportunidad de arrepentimiento, pues en aquel día final, terrible y glorioso, quienes hayan creído lo seguirán haciendo, y quienes no hayan creído ya no podrán hacerlo.
Es dura esta palabra de hoy, lo sé. Pero precisamente la he hablado, para buscar que muchos de los que ahora me escuchan, puedan por la misericordia de Dios oírme, no de oídos sino de corazón, y dejando a un lado los ladrillos de sus torres de Babel vengan a Cristo en arrepentimiento y fe para recibir el precioso don del perdón, de la vida y de la salvación eterna... ¡Interpreta bien los tiempos que hoy tienes, por favor! ¿Por qué seguir en esa resistencia? Ya basta de confiar en aquello que te destruye. Busca a Dios... busca al Señor en sincera oración, pues Él ha dicho: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.” (Juan 6:37)
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