“y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aun estáis en vuestros pecados.” 1 Corintios 15:17 (Foto: pisauikan/Pixabay)
Imagina que un día abres tus ojos y descubres que nada ha sido real, que la iglesia no existe, que no hay Palabra revelada por Dios, tampoco hay buenas noticias de salvación, y lo único real es este mundo conmocionado por una pandemia desconocida, una economía en crisis, una incertidumbre política, una sociedad que persigue una espiral degradante, por la culpa que te oprime por causa de tus propios pecados y por una invasión emergente de langostas en Suramérica, ¿cómo te sentirías?
Si eres un creyente en Cristo, lo más seguro es que te encontrarías a ti mismo devastado, tal como supuso el apóstol Pablo que cualquier cristiano se sentiría ante la condición hipotética de que Cristo no hubiese resucitado, diciendo: “Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó, si Cristo no resucitó vana es también vuestra fe… aun estáis en vuestros pecados… Entonces también los que durmieron (murieron) en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.” (1 Corintios 15:13-19)
¿Con qué esperanza enfrentarías esta tribulación sin el amor y el consuelo que te proveen los brazos de Cristo y de su Esposa, la iglesia local y universal? Difícil llegar a imaginarlo ¿Verdad? ¡Gracias a Dios sabemos que lo que acabo de narrarte no pasaría de ser tan solo un mal sueño para ti! pues Cristo ya ha resucitado de entre los muertos, para darnos una esperanza inmarcesible llena de gozo indescriptible en la presencia del Dios Padre. Pero piensa que bajo la perspectiva de aquel mal sueño que te conté, hay muchas personas ahora mismo, allá afuera, enfrentando esta pandemia y todas las demás situaciones que surgen en la humanidad como consecuencia del pecado. Piensa en almas, de todas las edades, encadenadas a sus pecados que están sufriendo y muriendo en ellos, tan solo a la expectativa de resucitar a un cuerpo indestructible que será por toda la eternidad mortificado en justo juicio.
No tengo palabras para expresarte entonces cuan bendecido por Dios debes entender que eres en este momento crítico. No estás a la deriva en medio de esta tormenta marítima, humanamente incontrolable, sino que el Señor está allí, justo a tu lado, cuidando de ti, porque Él resucitó. Afirma tu entrega y amor a la iglesia de Cristo en este tiempo, continúa congregándote a pesar de la distancia, preocúpate por cada miembro y cuídalo, porque cada uno de ellos es parte de tu mismo cuerpo, y de manera concertada, remen con fe juntos a través de esta prueba, con la plena confianza de que tienen al Hijo de Dios como cabeza y victorioso capitán.
Pero ten presente también aquel mal sueño que te describí al principio, y que es la continua realidad de aquellos que no han creído, para que, en misericordia, mientras la vida te alcance, vayas y compartas con este mundo tan necesitado aquella sublime gracia que tú mismo, sin merecer, un día recibiste.