“El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”; y por lo tanto, la salvación solo conviene a los perdidos. Un hombre debe estar perdido, absolutamente perdido, antes de poder apreciar la salvación de Dios. (Foto: Flickr/Ramona Patel)
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original en inglés en: http://www.chapellibrary.org/book/erfs/earnest-request-for-salvation-of-the-lord
Una petición sincera por la salvación proveniente del Señor
Por J. C. Philpot (1802-1869)
“Acuérdate de mí, oh Jehová, según tu benevolencia para con tu pueblo; Visítame con tu salvación” Salmo 106:4
¿Cómo es que un hombre es traído y enseñado a querer ser "visitado" por la salvación de Dios? Él debe primero saber algo de la condenación. La salvación solo le conviene a los condenados. "El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido"; y por lo tanto, la salvación solo conviene a los perdidos. Un hombre debe estar perdido, absolutamente perdido, antes de poder apreciar la salvación de Dios.
¿Y cómo está perdido? Al perder toda su religión, perder toda su justicia, perder toda su fuerza, perder toda su confianza, perder todas sus esperanzas, perder todo lo que es de la carne; perdiéndolo por haber sido tomado de él, y quitado por la mano de Dios.
Un hombre que es llevado a este estado de absoluta mendicidad y completa bancarrota -para ser nada, tener nada, saber nada- él es el hombre, que en las vigilias de medianoche, en sus horas solitarias, junto a su chimenea, y, a veces, casi noche y día, está llorando, gimiendo, mendigando, demandando, buscando y orando por la manifestación de la salvación de Dios a su alma. "Oh visítame con tu salvación".
Él quiere una visita de Dios. Él quiere que Dios venga y habite con él, tome su morada en su corazón, se descubra a él, se manifieste y se revele Él mismo, se siente con él, coma con él, camine con él y habite en él como su Dios. Y un alma viviente no puede estar satisfecha con menos que esto. Él debe tener una visita. Le sirve poco leer en la Palabra de Dios lo que Dios hizo a Sus santos de antaño; él quiere algo para sí mismo, algo que le haga bien a su alma. Él quiere algo que alegre, refresque, consuele, bendiga y le aproveche a él, que quite sus cargas y de paz a su alma. Y, por lo tanto, quiere una visita: que la presencia y el poder, la misericordia y el amor de Dios visiten su alma.