Entre más convencidos estemos de la pecaminosidad de la ansiedad, estaremos más cerca de percibir lo mucho que deshonra a Dios, pero, ¿cómo combatirla? (Foto: Preconscious Eye/flickr)
Versión completa en pdf (1 página)
original en inglés en: http://www.chapellibrary.org/book/anxi/anxiety
ANSIEDAD
Por Arthur W. Pink
“Por nada estéis afanosos” (Fil. 4:6, RVR1960)
Preocuparse está tan definitivamente prohibido como el hurto. Esto debemos considerarlo cuidadosamente y entenderlo completamente, para que no lo excusemos como una debilidad inocente. Entre más convencidos estemos de la pecaminosidad de la ansiedad, estaremos más cerca de percibir lo mucho que deshonra a Dios, y de combatir contra ella (Heb. 12:4). Pero, ¿cómo vamos a combatirla?
Primero, rogando al Espíritu Santo para que nos conceda una convicción más profunda de su verdadera magnitud.
En segundo lugar, haciendo de este un tema de oración especial y ferviente, para que podamos ser librados de este mal.
En tercer lugar, observando su comienzo, y tan pronto como seamos conscientes del acoso mental, tan pronto como detectemos un pensamiento de incredulidad, elevando nuestro corazón hacia Dios y pidiéndole que nos libre de este.
El mejor antídoto para la ansiedad es meditar frecuentemente en la bondad de Dios, su poder y su suficiencia. Cuando el santo puede confiadamente reconocer “El Señor es mi pastor”, debe concluir “¡nada me faltará!”. Inmediatamente después de nuestra exhortación sigue: “sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. Nada es demasiado grande y nada es demasiado pequeño para presentarlo delante de y arrojarlo sobre el Señor. El “con acción de gracias” es de suma importancia, y aun así es el punto en el que más fallamos. Significa que antes de recibir la respuesta de Dios, le agradecemos por la misma: es la confianza del niño que espera que su Padre sea misericordioso.
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?... Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:25, 33).