...esto significa que la victoria del Reino de Cristo sobre este mundo está asegurada. La conquista progresiva del Reino de Dios sobre el mundo es segura. La pregunta es "¿de qué lado estas?"... (Foto: Ken Teegardin/Flickr)
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El Reino de Dios
La Cruz y el Trono
Uno de los mensajes más olvidados en nuestros días es el mensaje del Reino de Dios. Habitualmente nos encontramos con mensajes sobre prosperidad, sanidad e incluso arrepentimiento, pero no sobre el mensaje del Reino de Dios. Muchos predicadores hacen énfasis en la cruz y en el sufrimiento de Cristo, pero no hacen énfasis en el reinado de Cristo. El mensaje del Rey sentado sobre su trono reinando sobre el mundo, ha sido olvidado. Y las pocas veces en que es predicado, se queda en un mensaje meramente teórico y esperanzador, sin hacer énfasis en las conclusiones tanto cosmovisionales como prácticas de lo que significa esta declaración.
La mayoría de los cristianos usan la cruz como el símbolo del cristianismo, e incluso los católicos romanos usan la cruz con el Cristo crucificado como su símbolo, y lo cargan en el pecho. No está mal que tengamos a la cruz como nuestro símbolo de fe, puesto que lo que pasó en la cruz fue el acto de salvación que marca la fe cristiana. La crucifixión es un hecho crucial en nuestra fe y en nuestra cosmovisión. Pero el problema es cuando nos quedamos exclusivamente en la cruz y nos olvidamos de la resurrección, ascensión y entronización. El mensaje del evangelio es un mensaje completo: Cristo no solamente se encarnó y murió en la cruz; Cristo también resucitó, ascendió a los cielos y se sentó a la diestra del Padre. La mayoría de las veces, cuando predicamos el Evangelio, hablamos de la encarnación y muerte de Cristo, pero no de su resurrección y entronización. Cristo no se quedó en la cruz, Cristo resucitó y reina desde los cielos.
Las Escrituras, además de mostrarnos a un Cristo que murió, nos muestra a un Cristo entronizado. De hecho, el mensaje de los apóstoles, la mayoría de las veces era el mensaje del Cristo gobernando. Es decir, del Cristo sentado a la diestra de Dios reinando sobre todas las cosas. Esa fue la visión que tuvo Esteban antes de morir. Él vio al Cristo entronizado y reinando. Ese es el mensaje del autor de Hebreos: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:2)
Noten que para el autor de Hebreos la cruz era un paso y una etapa necesaria para la entronización. La cruz no era el fin, sino el medio. La cruz no era el destino final, sino el medio para que Cristo se sentara a la diestra de Dios a reinar. El reinado era el objetivo final. Por tanto, la cruz no es únicamente un mensaje sobre el sufrimiento; la cruz es un mensaje de victoria. La cruz no es un mensaje únicamente de salvación del individuo; es un mensaje de salvación del mundo entero. Es decir, de la creación completa, esto es: la naturaleza, orden social, las naciones y el individuo. Cuando hago referencia a la salvación de la creación completa, no me refiero solamente a la naturaleza, si no a las características morales, culturales y estructurales de las sociedades y las naciones, y por supuesto de los individuos que conforman estas civilizaciones. Por tanto: La cruz es un mensaje de victoria del cristianismo sobre el mundo.
Cristo, Señor del mundo
Por ser Cristo el Salvador del mundo, Él se convierte en el Señor del mundo. La palabra “Señor” en la Escritura tiene una connotación completamente diferente a la usada coloquialmente por nosotros. Nosotros usamos la palabra “señor” para referirnos a un adulto. Un “señor” para nosotros es alguien que posee cierta edad, y algunas ocasiones es aquél que posee cierto prestigió en la comunidad. Pero la palabra griega que se traduce como “Señor” en nuestras biblias es “Kurios”, y esta palabra significa: “alguien que ejerce Señorío o soberanía”. Es decir, cuando hablamos de un “Señor” estamos hablando de un rey. Esto quiere decir que cuando los Apóstoles usaban la expresión “Señor Jesucristo”, estaban hablando del Rey Jesucristo. Hablaban de Aquél que poseía soberanía sobre el mundo. Su mensaje, aparte de un hombre muerto en una cruz, era sobre un Rey entronado reinando.
Esto se evidencia en la cruel persecución que recibieron los cristianos en los primeros siglos. Los romanos sostenían una visión politeísta del mundo. Ellos habían sometido a muchos pueblos a su imperio, y a cada pueblo le permitían tener sus propios dioses. Pero todos debían reconocer que el único “Señor” del imperio romano era “el César”. Todo el imperio tenía un único Señor: Su emperador. Este Señor debía ser adorado. La fuente de la ley de Roma venía del emperador. La ley y el Señor estaban inseparadas. El único que podía determinar las leyes, y con esto el bien y el mal eral el “señor” del imperio, es decir: el emperador.
A nadie le hubiese incomodado si los cristianos enseñaban sobre un nuevo “dios o salvador”. Como dije: el politeísmo (es decir, la adoración a varios dioses) era algo normal en el imperio romano, y esto no hubiese significado ningún problema para ellos. La persecución romana se desencadenó contra la iglesia porque ellos enseñaban a un nuevo “Señor”; a un salvador que era a la vez “Señor”; a un salvador no solo del individuo, sino del mundo entero, de la creación entera. Cuando los cristianos proclamaban a Cristo como “Señor” estaban atacando al emperador romano, puesto que solamente él podía ostentar el título de “Señor”. El hecho de proclamar a un tal Cristo como único Señor del mundo, menoscabando la autoridad del emperador romano, desencadenó la ira de los romanos sobre los cristianos. Esto era considerado una herejía por los romanos, y por ello los persiguieron para torturarlos hasta matarlos. Enseñar a un nuevo Señor implicaba enseñar una nueva ley, y un nuevo orden de las cosas. Esto era imperdonable para los romanos.
Esto lo podemos ver en un pasaje: “5 Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. 6 Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá; 7 a los cuales Jasón ha recibido; y todos éstos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús. 8 Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, oyendo estas cosas. 9 Pero obtenida fianza de Jasón y de los demás, los soltaron.” (Hechos 17:5-8).
En ese pasaje podemos ver algo bien claro: Los cristianos eran acusados de alborotar al mundo entero por predicar a un rey diferente al emperador romano, y al estar enseñando sobre otro rey violaban los decretos del César.
Esto nos demuestra que los cristianos no solamente predicaban un mensaje sobre la crucifixión, sino sobre el reinado de Cristo sobre todas las cosas. Al hablar de un rey, ellos hablaban inseparablemente de un reino. Porque todos los reyes poseen su reino. Si ellos enseñaban a Cristo como Señor, ellos debían entonces hablar del reino de Cristo.
El Reino de Cristo
Cuando Cristo resucitó dijo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado (Mateo 28:18-20). Con esta declaración, Cristo estaba proclamando que por haber resucitado toda la autoridad sobre el mundo le ha sido entregada a Él. Noten que Él no está declarando únicamente su autoridad sobre la iglesia. Él no está diciendo: “Toda la autoridad sobre la iglesia me ha sido dada”, ¡No! Él está declarando su autoridad sobre la creación entera. Toda la autoridad le ha sido dada sobre el “cielo” y sobre “la tierra”. Todas las cosas le pertenecen, y no únicamente la iglesia.
Esa es la razón por la que Él ordena a sus discípulos a ir a hacer discípulos a las naciones. Es decir, Él les está ordenando a discipular a las naciones. Cuando Él les ordena a ir y hacer discípulos, no les está diciendo únicamente que vayan al mundo y enseñen a la gente que Él murió en la cruz, sino que Él es rey del mundo. Él les dice que vayan por todas las naciones porque toda potestad le ha sido dada en toda la tierra, y por ello ahora todas las naciones deben conocer que Él está reinando en el mundo. La razón por la que hoy nos encontramos a miles de kilómetros de donde fueron dichas estas palabras inicialmente, adorando a Dios y predicando Su palabra, es porque ahora toda la tierra y todas las naciones le pertenecen. Eso es lo mismo que declara el Salmo: “La tierra y su plenitud es del Señor, el mundo y los que en él habitan” (Salmo 24:1)
Los cristianos no enseñamos solamente un mensaje de salvación al individuo, sino un mensaje sobre dominio de Dios en el mundo entero. Nosotros enseñamos sobre un “Señor”, es decir: sobre un “Rey”, y por tanto sobre un “reino”. Cuando discipulamos, debemos enseñar sobre el gobierno de Dios en todo el mundo.
¿Qué es el reino de Dios?
¿Qué es el reino de Dios? podemos definirlo de la siguiente manera: “El reino de Dios es el gobierno de Dios sobre el mundo entero bajo la ley de Dios”; “El reino de Dios es la civilización de Dios”. Es el reinado de Dios sobre todas las cosas en la creación, y este reino se va estableciendo poco a poco a medida que las personas y naciones creen en Dios y someten su vida, familia y países a la ley de Dios. Este reino va avanzando a medida que todas las esferas del mundo son colocadas en obediencia a Dios y a su Ley.
El Reino de Dios no es Igual a la Iglesia
El reino de Dios no hay que confundirlo ni equipararlo con la iglesia. El reino de Dios no es equivalente a la iglesia. La iglesia hace parte del reino de Dios. Pero el reino de Dios es mucho más amplio que la iglesia. La iglesia es limitada en sus funciones, mientras que el Reino de Dios viene siendo el dominio sobre todas las esferas e instituciones de nuestra sociedad.
Confundir la iglesia con el reino de Dios ha producido los errores más grandes de la historia de la iglesia. Cuando alguien confunde el reino de Dios con la iglesia siempre cae en alguno de estos dos extremos: 1) La eclesiocracia, o 2) el escapismo.
El primer extremo es la eclesiocracia, y este es el gobierno de la iglesia sobre el mundo. Este fue el error del Catolicismo Romano. Durante muchos años la iglesia gobernó el mundo entero. Esto no fue una teocracia, como algunos creen. Esto fue una eclesiocracia, porque la iglesia se atribuyó funciones que Dios no le dio y comenzó a dominar sobre las naciones. Confundir iglesia con reino de Dios puede producir que usted crea que la iglesia debe controlar al mundo.
El otro extremo es el escapismo, que es el extremo más frecuente en nuestros días. El escapismo es el desentendimiento del creyente y de la iglesia del mundo. Es el no interesarse por los asuntos “mundanales” y el encerrarse en las cuatro paredes de la iglesia, desentendiéndose así de su labor social con el mundo. Cuando se equipara reino con la iglesia, entonces usted cree que solamente la iglesia es santa y el mundo no. Entonces el creyente se olvida del mundo creyendo que como este no hace parte del reino de Dios no tiene ninguna importancia. Cuando esto ocurre las personas comienzan a creer que el único servicio a Dios es el servicio eclesial, y de esta manera desprecian sus trabajos y profesiones como algo mundano, y solamente quieren servir bajo las cuatro paredes de la iglesia.
Esto quiere decir que todas las esferas e instituciones de la sociedad ‒y no solamente la iglesia‒ hacen parte del reino de Dios, y por tanto deben ser colocadas bajo el gobierno de Dios y la ley de Dios.
El Servicio del Creyente
El creyente no sirve a Dios únicamente en la iglesia, sino en todas las esferas de la sociedad: en el gobierno civil (o estado), en el derecho, en la economía, en la política, en la educación. Cuando un creyente entiende que el reino de Dios es más amplio que la iglesia, él se preocupará por colocar cada una de estas esferas en obediencia y en servicio a Dios y a su ley. El creyente debe tratar de entender que es lo que dice Dios para su carrera profesional, y para cada una de las instituciones y áreas de nuestra sociedad, y tratar de colocar estas ‒y no únicamente a la iglesia‒ en obediencia a la palabra de Dios.
Cristo reina sobre todas las esferas, como ya vimos, y su reino abarca todas las áreas de la sociedad, es por eso que es menester que coloquemos todas las esferas bajo su dominio. Es por ello que debemos preocuparnos por todas las vocaciones de nuestra sociedad y entrar en ellas, para transformarlas en lo que Dios quiere que sean. Por esta razón debemos tener creyentes en la política, en el derecho, en la economía, etc., y que ellos ejerzan estas funciones bajo los parámetros de la palabra de Dios. El creyente tiene mucho que ver con la política y con todas las carreras profesionales, porque la biblia nos declara el reinado y señorío de Cristo sobre todas estas cosas.
Habitualmente nosotros separamos nuestras carreras profesionales de nuestro servicio en la iglesia. Creemos que servir a Dios es únicamente en el ámbito eclesial, y creemos que nuestras carreras profesionales son mundanas y únicamente necesarias para nuestro sostenimiento en la tierra. Esto es un grave error. No debemos separar nuestra fe de nuestras vocaciones. Más bien, debemos buscar lo que la Palabra de Dios dice para estas vocaciones, y tomarlas y ponerlas en obediencia a Dios, y convertirlas en un medio de verdad que conduzcan a las personas a la salvación en Cristo Jesús, y a someterse a su reino.
Nuestro servicio a Dios es en todas las esferas: en nuestras vocaciones, nuestras familias, nuestra iglesia, y en el gobierno civil (o estado) (si Dios nos ha llamado a ello). Por ello es de vital importancia tener gobernadores civiles que sean cristianos y coloquen esa esfera al servicio de Dios.
El Reino de Dios en Tres Etapas
Una última cosa que quiero aclarar es que el reino de Dios se nos presenta en tres etapas: se nos dice que ya vino, se nos dice que está viniendo progresivamente, y se nos dice que vendrá en un futuro. Esto significa que ya está presente, que está viniendo progresivamente todos los días a través del sometimiento del mundo entero a su ley, y que vendrá en un futuro de forma total y consumada a someter el mundo a los pies de Dios.
Juan el Bautista predicó diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (Mt. 3:2); Jesús predicó diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (Mt. 4:17) y en otra ocasión cuando le acusaban de expulsar a los demonios por medio de Beelzebú dijo: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios” (Mt. 12:28). Estas declaraciones nos presentan el reino de Dios como algo ya presente en el mundo desde la llegada de Cristo. Por supuesto que antes de Cristo también estaba presente, pero desde Su llegada vino en una etapa diferente de conquista mundial.
También se nos manda a orar para que este reino venga cada día y se haga la voluntad de Dios en la tierra, así como se hace en el cielo: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mt. 6:10), es decir, a medida que el reino de Dios va viniendo al mundo progresivamente, y vamos orando por él, se va realizando en la tierra la voluntad perfecta de Dios, así como se realiza perfectamente en el cielo.
En las parábolas de la semilla de mostaza: 31 Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; 32 el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas. (Mt. 13:31-32), y en la parábola de la levadura: 33 Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado (Mt. 13:33), se nos explica la llegada del reino de Dios de forma clara.
El Señor Jesús está hablando en parábolas ‒una parábola es una idea que se quiere ilustrar comparándolo con algo‒ Y de esa manera nos está asemejando el reino de Dios a la semilla de mostaza y la levadura para explicarnos el misterio de que cómo ha llegado su reino. En estas parábolas vemos un crecimiento progresivo, hasta la consumación final. El reino ha llegado como algo pequeño, así como la insignificante semilla de mostaza o la levadura, pero progresivamente va creciendo hasta ser la semilla más grande de todas, y hasta leudar toda la masa. Es decir, el reino de Dios irá creciendo progresivamente hasta su consumación final.
Este crecimiento progresivo se realiza día a día a medida que nosotros predicamos la Palabra y colocamos cada institución y esfera en obediencia a Dios, e irá creciendo de esa manera hasta su consumación final en la vuelta de nuestro Señor Jesucristo en el último día de la humanidad como la conocemos hoy.
Esto es lo mismo que vio el salmista cuando vio a Cristo entronizarse y al Padre prometerle que colocaría a todos sus enemigos bajo sus pies: Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies (Salmo 110:1).
Esta idea también se repite en 1 Corintios 15:24-28 “Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.”
Lo que ambos pasajes nos muestran es que el Reino de Cristo es presente, y que Él reinará hasta que conquiste a todos sus enemigos. El último enemigo vencido es la muerte, los demás enemigos irán siendo destruidos progresivamente a lo largo de su Reino. Noten además que su Reino no comienza en su regreso como algunos creen, de hecho, su reinado termina en su segunda venida. Por supuesto que seguirá reinando, pero de cierta manera sujeto a Su Padre. Es como un reinado juntos. Pero el punto es que en su regreso se nos presenta otra fase del Reino: el Reino ya consumado. Pero el Reino de Cristo tal como lo leemos en la Escritura es presente, y está en etapa de conquista sobre todos sus enemigos, incluyendo la muerte hasta su regreso.
La Victoria está Asegurada
Esto significa que la victoria del Reino de Cristo sobre este mundo está asegurada. La conquista progresiva del Reino de Dios sobre el mundo es segura. La pregunta que te debes hacer es “¿De qué lado estoy?” ¿del lado de los ganadores de la historia, o del lado de los perdedores de la historia? Si crees en Cristo y eres obediente a su reino haces parte de los victoriosos de la historia, y si eres de los que no crees en Cristo haces partes de los desobedientes y perdedores de la historia. Por tanto, te invito a creer en este Rey victorioso y a someterte a Él. Ven a Cristo para que hagas parte de este Reino.
La Escritura dice que las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia. Es decir, no es la iglesia la que se esta defendiendo del Hades; es el Hades el que se está defendiendo de la iglesia, y sus puertas van a ser derrumbadas por los creyentes. Ven a Cristo para que hagas parte del reino que va conquistando al mundo y venciendo a las tinieblas.
Nota Final
Algunas personas malinterpretan la declaración de Cristo sobre que su reino no es de este mundo: “Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” (Juan 18:36). Cristo no quiso decir que su reino no era para este este mundo. Como vimos, su reino ha llegado a conquistar el mundo. Su reino sí es para este mundo. Lo que Cristo quiso decir, es que su reino no se originaba en este mundo, sino que venía de otro lugar, por tanto, su reino no actúa de la misma manera que los reinos mundanos. Su reino no va conquistando con la espada física, como los reinos del mundo, sino con la espada espiritual de su palabra y el poder de su Espíritu Santo.
Por: José Ángel Ramírez Zabaleta
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