Debido, en gran medida, al desconocimiento bíblico e histórico que caracteriza al pueblo cristiano de hoy, las grandes doctrinas calvinistas se encuentran eclipsadas.
Sin embargo desde los días de la Reforma hasta hace más o menos unos cien años atrás, dichas doctrinas fueron expuestas con audacia por la gran mayoría de los ministros y maestros en las iglesias protestantes.
En cambio, el sistema doctrinal opuesto, conocido como el arminianismo, existió por siglos tan sólo como una herejía en los lindes de la verdadera religión y no fue sostenido por una iglesia cristiana organizada, hasta el año 1784. Sin embargo, hoy en día una gran multitud dentro del pueblo de Dios abraza ciegamente las doctrinas arminianas, haciendo caso omiso a la voz de aquellos teólogos brillantes que unánimemente, en el Sínodo de Dort en 1619, declararon heréticas dichas doctrinas.
Es nuestro propósito presentar, en contraste, de manera concisa, éstos dos sistemas opuestos, los cuales han dividido al cristianismo a través de los siglos, con la esperanza de que aquellos que no tienen un conocimiento claro de las grandes doctrinas de la gracia, lleguen a obtenerlo, y que los que se han opuesto a dichas doctrinas se convenzan de su verdad y la amen. Y si alguno estuviere en disposición de rechazarlas, sin antes hacer un estudio minucioso, no debe olvidar que dichas doctrinas han cautivado la firme creencia de multitudes de los hombres más sabios y piadosos que han existido y, por lo tanto, debe haber poderosas razones en favor de su veracidad. Juan Calvino no fue la única lumbrera en la iglesia de Cristo que las enseñó, San Agustín, Wicliffe, Martin Lutero, Ulrico Zwinglio, Zanchuis, Juan Owen, Whitefield, Toplady, Hodge, Dabney, Wardfield, Jonatan Edwards, Charles Spurgeon, etc., etc., también las enseñaron.
¿Cómo se originaron los "Cinco Puntos" del Calvinismo?
En el año de 1610, apenas un año después de la muerte de Jacobo Arminio (un profesor de Teología en Holanda), cinco artículos de fe (los "cinco puntos del arminianismo") basados en sus enseñanzas fueron formulados por sus seguidores, a quienes se les denominó arminianos. Esos cinco artículos de fe fueron luego presentados al estado de Holanda en forma de protesta. Los arminianos insistían en cambiar la Confesión de Fe Belga y el Catecismo de Heidelberg (la declaración oficial de la posición doctrinal de las iglesias de Holanda), de manera que concordasen con sus cinco puntos doctrinales. Las doctrinas relacionadas con la soberanía divina, la inhabilidad humana, la elección incondicional o predestinación, la redención particular, la gracia irresistible, y la perseverancia de los santos, contenidas en el Catecismo y en la Confesión de Fe, todas estas eran rechazadas por los arminianos.
Entonces fue convocado un Sínodo nacional, en Dort en 1618, con el propósito de examinar las creencias de Arminio a la luz de las Escrituras. El gran Sínodo fue convocado por la Asamblea Legislativa de Holanda (States—General) el 13 de Noviembre de 1618. Asistieron delegados de casi todas las iglesias Reformadas. Hubo 154 sesiones durante los siete meses en que se reunió. La última sesión se llevó a cabo el 9 de Mayo de 1619. Habiendo estudiado cuidadosamente los cinco puntos presentados por los arminianos, el Sínodo prosiguió a rechazarlos con base en que no eran bíblicos, y formuló en cambio lo que se conoció en la historia como los "Cinco Puntos" del calvinismo.
Arminianismo | Calvinismo |
1. Libre-Voluntad o Habilidad Humana Aunque la naturaleza humana fue seriamente afectada por la caída [de Adán], el hombre no ha sido dejado en un estado de total desayuda espiritual. Dios cortésmente capacita a todo pecador para que se arrepienta y crea, pero no interfiere con la libertad del hombre. Cada pecador posee una voluntad libre, y su destino eterno depende de cómo la use. La libertad del hombre consiste en su habilidad para escoger el bien sobre el mal en los asuntos espirituales; su voluntad no es esclava de la naturaleza pecaminosa. El pecador tiene el poder para cooperar con el Espíritu de Dios y ser regenerado o resistir la gracia de Dios y perecer. El pecador perdido necesita la asistencia del Espíritu, pero no tiene que ser regenerado por el Espíritu antes de que él pueda creer, pues la fe es un acto del hombre y precede el nuevo nacimiento. La fe es el don del hombre hacia Dios; es la contribución del hombre para la salvación. |
1. Total Inhabilidad o Total Depravación A causa de la caída, el hombre es incapaz, por cuenta propia, de creer el evangelio para salvación. El pecador está muerto, ciego y sordo a las cosas de Dios; su corazón es engañoso y desesperadamente corrupto. Su voluntad no es libre, está en esclavitud a su naturaleza perversa. Por eso, no escogerá, en verdad él no puede escoger el bien sobre el mal en el área espiritual. Consecuentemente, toma mucho más que la asistencia del Espíritu para traer el pecador a Cristo; hace falta la regeneración, por medio de la cual el Espíritu hace que el pecador viva, y le da una nueva naturaleza. La fe no es algo que el hombre contribuye a la salvación sino que es en sí parte misma del don de Dios de la Salvación; es el don de Dios para el pecador, no el don del pecador para Dios. |
2. Elección Condicional La elección que Dios hizo de ciertos individuos para salvación, antes de la fundación del mundo, fue basada en que Él previó que ellos responderían Su llamada. Él seleccionó solamente a aquellos los cuales Él sabía que por ellos mismos creerían libremente el Evangelio. Por lo tanto, la elección estuvo determinada por, o condicionada sobre, lo que el hombre haría. La fe, la cual Dios previó y sobre la cual Él fundamentó su decisión, no fue dada al pecador por Dios (no fue creada por el poder regenerador del Espíritu Santo), sino que resultó solamente de la voluntad del hombre. Dios escogió a aquellos que Él sabía, que por su propia libre voluntad escogerían a Cristo. Por lo tal, la decisión del pecador por Cristo, y no la decisión de Dios por el pecador, es la causa final de la salvación. |
2. Elección Incondicional La elección de Dios de ciertos individuos para salvación, antes de la fundación del mundo, descansó únicamente en Su propia y soberana voluntad. Su decisión por pecadores particulares no fue fundamentada en ninguna previsión de respuesta obediente por parte del pecador, tales como la fe, el arrepentimiento, etc. Por lo contrario, Dios da fe y arrepentimiento a cada individuo que Él ha seleccionado. Estos hechos son resultados, no la causa de la decisión de Dios. Por lo tanto, la elección no fue determinada por, o condicionada sobre, ninguna cualidad virtuosa o acto previsto en el hombre. Aquellos quienes Dios soberanamente eligió, Él trae por el poder del Espíritu Santo para que deseosamente acepten a Cristo. Así, es pues la decisión de Dios por el pecador, no la decisión del pecador por Dios, la causa final de la salvación. |
3. Redención Universal o Expiación General La obra redentora de Cristo hizo posible que todo el mundo fuera salvo, pero realmente no aseguró la salvación de ninguno. Aunque Cristo murió por todos y cada uno de los hombres, solamente aquellos que creen en Él son salvos. Su muerte hizo posible a Dios el perdonar los pecados de los pecadores sobre la condición de que ellos creyeran, pero en realidad no quitó los pecados de nadie. La redención de Cristo se hace efectiva solamente si el hombre escoge aceptarla. |
3. Redención Particular o Expiación Limitada La obra redentora de Cristo fue con la intención de salvar solamente a los escogidos y realmente aseguró la salvación de ellos. Su muerte fue un sufrimiento substitutorio de la penalidad del pecado, en lugar de cierto número específico de pecadores. En adición a quitar los pecados de Su pueblo, la redención de Cristo aseguró todo lo necesario para su salvación, incluyendo la fe que les une a Él. El don de fe es infaliblemente aplicado por el Espíritu a todos por quienes Cristo murió, garantizando, de esta manera la salvación de ellos. |
4. El Espíritu Santo puede ser efectivamente Resistido El Espíritu llama internamente a todos aquellos que son llamados externamente, por la invitación del evangelio. Él hace todo lo que puede por traer al pecador a la salvación. Pero considerando que el hombre es libre, este puede exitosamente resistir la llamada del Espíritu. El Espíritu no puede regenerar el pecador hasta que este crea; fe (lo cual es la contribución del hombre) procede y hace posible el nuevo nacimiento. Así, la voluntad libre del hombre limita el Espíritu en la aplicación de la obra salvadora de Cristo. El Espíritu Santo puede solo traer a Cristo a aquellos que lo permiten. Hasta que el pecador responda, el Espíritu no puede dar vida. La Gracia de Dios no es invencible, puede, y a menudo es resistida y trastornada por el hombre. |
4. El llamado Eficaz del Espíritu Santo o La Gracia Irresistible En adición al llamado general externo para salvación, el cual es hecho a todo aquel que escucha el evangelio, el Espíritu Santo extiende al escogido un llamado especial, interno, que inevitablemente le trae a la salvación. El llamado interno (el cual es hecho solo a los escogidos), no puede ser rechazado; siempre resulta en conversión. Por medio de este llamado especial, el Espíritu irresistiblemente trae a los pecadores a Cristo. En su tarea de aplicar la salvación, Él no está limitado por la libre voluntad del hombre, ni depende Él de la cooperación del hombre para su éxito. El Espíritu cortésmente causa que el pecador elegido coopere, que crea, que se arrepienta, que venga libre y gustosamente a Cristo. Por eso, la Gracia de Dios es invencible; nunca fracasa en resultar en la salvación de aquellos a quienes es extendida. |
5. Caer de la Gracia Aquellos que creen y son verdaderamente salvos pueden perder su salvación, por fallar en mantener su fe, etc. Todos los Arminianos no se han puesto de acuerdo en este punto; algunos mantienen que los creyentes están eternamente seguros en Cristo, que una vez un pecador es regenerado, nunca se puede perder. |
5. Perseverancia de los Santos Todos quienes son escogidos por Dios, redimidos por Cristo, y recibida la fe por el Espíritu son eternamente salvos. Ellos son guardados en fe por el poder del Dios Todopoderoso y por eso perseveran hasta el fin. |
De acuerdo con el Arminianismo:
La Salvación es completada por medio de los esfuerzos combinados de Dios (quien toma la iniciativa) y el hombre (quien debe responder); siendo la respuesta del hombre el factor determinante. Dios ha provisto salvación a todo el mundo, pero su provisión se hace efectiva solamente para aquellos quienes, de su propia libre voluntad, "escogen" cooperar con Él y aceptan la oferta de su gracia. En el punto crucial, el hombre juega el rol decisivo; Por tanto, es el hombre, no Dios, el que determina quienes serán los que reciben el don de la salvación.
De acuerdo con el Calvinismo:
La Salvación se efectúa por la fuerza todopoderosa del Trino Dios. El Padre escogió un pueblo, el Hijo muere por ellos, y el Espíritu Santo hace efectiva la muerte de Cristo al traer a los escogidos a la fe y el arrepentimiento, y haciendo que estos voluntariamente y gustosamente obedezcan el evangelio. El proceso entero (elección, redención, regeneración) es la obra de Dios y es solo por Gracia. Por tanto, Dios, y no el hombre, determina quienes han de ser los que recibirán el don de la salvación.
Este entendimiento teológico fue reafirmado por el Sínodo de Dort, en 1619. Se le conoce como la doctrina de la salvación contenida en las Sagradas Escrituras.
Este material fue tomado de Romans: An Interpretive Outline, (Romanos: Un bosquejo interpretativo) por David N. Steele y Curtis Thomas, ministros Bautistas en Little Rock, Arkansas, USA, quienes hacen un contraste de los Cinco Puntos del Calvinismo con los Cinco puntos del Arminianismo en la forma más clara y más concisa, según el Señor Loraine Boettner. Está tambien incluida, como Apendice en The Reformed Doctrine of Predestination, (La Doctrina Reformada de Predestinación), por el Señor Boettner. Cada uno de estos libros fueron publicados por la Presbyterian and Reformed Publishing Co., Phillipsburg, N.J.