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El discipulado como forma de vida (Ene, 2025)

BoletinEne2025

Vivimos en una época en la que los valores están en decadencia, la Palabra de Dios es cuestionada en el ámbito académico y se promueven nuevas leyes que favorecen cambios sociales contrarios a principios bíblicos, éticos y morales. Por esta razón, es necesario que la iglesia... (Imagen: Dall E)

 

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El discipulado como forma de vida

Vivimos en una época en la que los valores están en decadencia, la Palabra de Dios es cuestionada en el ámbito académico y se promueven leyes nuevas que favorecen cambios sociales contrarios a principios bíblicos, éticos y morales. Por esta razón, es necesario que la iglesia reflexione sobre la importancia de asegurar que las convicciones y creencias cristocéntricas sean transmitidas de manera efectiva. De este modo, en la próxima generación, la Palabra de Dios continúe siendo un fundamento para la sociedad, ya que la iglesia es columna y baluarte de la verdad. Sin embargo, esto solo será posible si tomamos en serio el mandato de nuestro Señor Jesucristo de hacer discípulos. Por lo tanto, es menester meditar en el mandamiento que se encuentra en el evangelio de Mateo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19-20). En este pasaje, si observamos el texto original en griego, veremos que el único verbo en imperativo es “hacer”; los otros verbos (“yendo”, “enseñando” y “bautizando”) están en un presente continuo, lo que nos enseña que la manera de obedecer el mandamiento del discipulado es a través del proceso continuo de ir, enseñar y bautizar.

 

La necesidad de ir

Es imprescindible para el discipulado que salgamos de nuestra comodidad, que nos movamos para encontrar a las personas que necesitan oír el evangelio. No podemos encerrarnos en nuestras casas o iglesias y esperar que lleguen por sí mismas. Es importante buscar oportunidades para compartir el evangelio en los lugares donde más se necesita. Una buena idea puede ser visitar a un amigo o acercarnos a los vecinos, siempre atentos a las oportunidades para iniciar el evangelismo, tal como hacían los primeros discípulos, quienes compartían tanto en el templo como en las casas (Hechos 2:46). Otro ejemplo de ir para encontrar a aquellos que han sido escogidos es el Señor Jesucristo, quien, para hallar a la mujer samaritana, no se quedó ni en Jerusalén ni en Galilea, sino que fue y pasó por Samaria para encontrar allí a esta mujer que necesitaba oír palabras de vida eterna (Juan 4:1-14). Y la misma mujer samaritana no se quedó allí frente al pozo, sino que corrió a la ciudad a anunciar la llegada del Mesías.

 

La enseñanza en el discipulado

El discipulado también implica enseñar. Una vez que hemos predicado el evangelio, es fundamental instruir a otros en las palabras de Jesús, para que así puedan conocer y obedecer la ley de Dios. Solo la Palabra tiene el poder de transformar y dirigir a los hombres. Un verdadero discipulado debe estar centrado en la enseñanza de las Escrituras (Juan 17:20). Si somos discípulos del Señor, debemos seguir el ejemplo de Pablo, quien encargó a Timoteo enseñar a otros lo que había aprendido (2 Timoteo 2:2). En la misma línea, también la madre y la abuela de Timoteo nos dejan un buen ejemplo, pues estas le enseñaron la Palabra desde la niñez, algo que debemos hacer en nuestras casas, instruyendo a nuestros hijos con amor y sabiduría. Enseñar es un acto generoso, porque es mejor dar que recibir. Cabe resaltar que el proceso de enseñanza en el discipulado dura toda la vida y se desarrolla a través de relaciones cercanas entre maestro y discípulo, lo cual demanda un compromiso profundo con la obra del Señor. Sobre este tema, Colin Marshall afirma: “La esencia de la capacitación no es ejercitar una habilidad, sino impartir la sana doctrina Pablo usa el término 'ejercitar' o 'capacitar' para referirse a un proceso que dura toda la vida, mediante el cual Timoteo y su congregación aprenden por medio de las Escrituras a rechazar toda falsa religión y a conformar sus corazones y sus vidas a la sana doctrina” (El enrejado y la vid, p. 82). Esto deja claro que para el discipulado hay que invertir la vida con entrega, responsabilidad y constancia, siendo incondicionales con la enseñanza de la Palabra de Dios.

 

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