Ahora, díganme, ¿qué creen ustedes, habrá en algún pueblito remoto o en la ciudad capital, o en el mundo entero una persona que pueda llegar a saberlo todo?
Pues, don Zapoteca era un hombre que decía que sí, que él podía saberlo todo. Tenía un plan para informarse de todo lo que pasaba en el mundo. ¿Saben cómo se la pasaba éste tal don Zapoteca? Toda la vida no hacía más que leer y leer. Todos los lunes a las cuatro de la mañana le traían 38 libros. De una vez él se sentaba en una silla toda incómoda que tenía y leía, y leía, y leía sin parar, hasta el miércoles a las 5:30 de la tarde. Por eso necesitaba una silla incómoda, porque si hubiera sido suavecita y cómoda se hubiera quedado dormido.
A las 5:30 de la tarde, los miércoles, don Zapoteca se paraba, se comía un pan, se bañaba la cara y salía a correr cinco minutos. Después se sentaba otra vez en su silla incómoda, y seguía leyendo los 38 libros, sin parar, hasta el domingo a las 8:00 de la noche. A esa hora terminaba y se acostaba a dormir, pero a las cuatro de la mañana le tocaba levantarse de nuevo a recibir los otros 38 libros que le traían para esa semana. De ésta manera, tratando de aprender todo lo que había para aprender, hasta que tenía tantos libros que tuvo que alquilar 20 casas para guardarlos todos, y aun así todos los lunes le llegaban 38 más y más y más. ¿Ustedes creen que don Zapoteca alcanzó alguna vez a leerse todos los libros del mundo o a saber todo lo que pasaba? No, no pudo, ni nadie puede. Ni siquiera si se dedicaran a leer las 24 horas del día por todas sus vidas. ¿Dije nadie? Me equivoqué; sí, hay alguien.
Ese alguien es Dios, el que estamos conociendo; Él, sí, lo sabe todo, es el único. Lo sabe porque así es Él, no porque se pusiera a leer 38 libros a la semana y sin parar como lo hacía don Zapoteca. Lo más impresionante es que Dios sabe lo que pasó ayer en Costa Rica, hace mil años en el Brazil y también sabe lo que va a pasar mañana en España y dentro de cien años en Venezuela. Dios se las sabe todas. Se sabe todos los chistes y todas las adivinanzas. Dios nunca dice, "No sé". Él sabe hasta lo que pensamos.
No sólo lo sabe todo, sino que siempre lo ha sabido y nunca se le olvida nada. ¿Por qué será que siempre lo ha sabido? Pues porque fue él quien lo planeó. No hay nada que se le escape a Dios; así que, ¡cuidado con tratar de esconderle las cosas!
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