Muchachos, a mí me quedó sonando algo del capítulo pasado, ¿cómo es que Dios sabe las cosas que pasaron de hace mil años y también las que van a pasar en otros mil años? Acaso, ¿cuántos años tiene? ¿Es que nunca se va a morir?
Eso es algo muy interesante; Dios nunca nació, nunca se va a morir, y tampoco tiene años. ¡Qué raro! Pero así es y por eso decimos que Dios es eterno.
¿Cuánto dura la eternidad? ¿Será que dura 23 millones de horas? ¿O más bien 23 millones de años? No, no, ¡claro que no! La eternidad no dura 23 millones de años, dura más. La eternidad nunca termina. ¿Cómo así?
Marta Viviana y su mamá salieron temprano una mañana a regar la huerta en la que crecían plantas de toda clase. Había frutas y verduras: tomates, yuca, papa, habichuela, zanahoria, coliflor, naranja, maracuyá, y mucho más, tanto que la mamá de Marta Viviana no tenía necesidad de ir al mercado, porque podía sacar todo de la huerta.
El día que les estoy contando, y creo que era un sábado, Marta Viviana sacó la manguera como siempre y abrió la llave para bañar las maticas. Mientras lo hacía se le ocurrió intentar verle la punta al chorro de agua. Levantaba la manguera más y más, pero entre más la levantaba, más largo se hacía el chorro y la punta seguía escondida en la tierra. ¡Ah! Pero tuvo una buena idea.
"Debe ser", pensó ella, "que éste chorro es un poco más alto que yo y por eso no alcanzo a alzar la manguera lo suficiente para ver en dónde termina. Ya sé lo que voy a hacer, me voy a trepar al palo de naranja y seguro que de ahí sí podré ver donde se acaba el chorro."
Se subió en un dos por tres, pero ¡no! Lo único que pasó fue que el chorro se alargó. El agua salía de la manguera y seguía hasta perderse en la tierra, sin importar que fuera mucha la distancia o poquita. Marta Viviana se dio cuenta de que del árbol era fácil pasarse al techo de la casa, y como el techo era más alto, creyó que tal vez desde ahí sí alcanzaría a levantar el chorro lo suficiente como para verle la punta final, todavía con esa manguera en la mano, y... ¡no! No pudo. El chorro se alargó más. No tenía final. Podía seguir y seguir y nunca terminar.
En esas llegó la mamá de Marta Viviana con una canasta llena de hortalizas, y casi que le da un ataque al ver a su hija allá arriba. La hizo bajar de una vez y, después de cerrar la llave del agua, se entraron a la casa.
Dios es como el chorro de agua que salía de la manguera en que él sigue y sigue sin terminar nunca. Y además, nunca tuvo un principio. Nunca ha habido un solo día, ni siquiera cuando vivían los dinosaurios, en que Dios no viviera también. A pesar de todo, nunca se pone viejito ni chochito. ¡Dios es increíble!
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