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Lección:
En la lección pasada vimos que todos somos pecadores y por tanto todos debemos ser castigados. Aun así, Dios salva a algunos, como hizo con la familia de Noé, en el arca. Esta historia es maravillosa, pero hay una aun más maravillosa: ¡Dios nos salva! ¿Y cómo lo hace? Él mandó a su Hijo, a su propio Hijo, a sufrir el castigo que nosotros merecíamos. Dios castigó nuestros pecados en Jesús cuando Él murió en la cruz. La Biblia nos cuenta cómo Jesús vino al mundo como un bebé, cómo María su madre lo acostó en un pesebre, cómo un ángel se apareció a un grupo de pastores y les dio la noticia maravillosa: “Ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”, y luego, cómo una multitud de ángeles del cielo se aparecieron a los pastores cantando: ¡Gloria al Señor! Los pastores fueron corriendo a ver al Salvador, al niño Jesús y sintieron mucho gozo.
Luego la Biblia nos cuenta cómo vivió Jesús en el mundo, alrededor de 30 años, haciendo muchas cosas buenas, curando enfermos, dando vista a los ciegos. E hizo la cosa más maravillosa de todas: se dio a sí mismo para morir por nosotros. Murió en la cruz para pagar todos nuestros pecados. Sufrió el castigo que nosotros merecíamos.
¡Cuán grande es Dios! ¡Cuánto nos ama! Envió a su Hijo Jesús para morir por nosotros. Y ahora Dios nos da la vida eterna a todos los que creemos en Jesús. Viviremos con Él para siempre, para amarle y servirle, y para ser felices con Él, siempre felices. Referencia bíblica: Lucas 2:8-18. Versículo de referencia: Romanos 6:23b.
Instrucciones:
Se recortan tres corazones: uno en papel negro, otro en papel rojo, y otro en papel blanco. Se unen con una grapa o un cordón, haciendo un librito. Se puede colocar el versículo para memorizar en el corazón blanco. El corazón negro representa nuestro corazón cuando nacemos, lleno de pecado, y por el cual merecemos ser castigados. El corazón rojo representa el corazón lavado con la sangre de Cristo, para el perdón de pecados. El corazón blanco muestra el corazón sin pecado, después del lavamiento y el perdón de Cristo.