La Biblia, si bien presenta enseñanzas a veces más allá de los límites de la lógica humana, presenta no obstante un sistema verdadero, el cual revela la mente de Dios, sin contradicciones, sin insuficiencias... (Foto: Wating for the Word/Flickr)
Versión completa en pdf (2 páginas)
Permitame hacer unas observaciones sobre estas reflexiones en relación con el aniversario de la Reforma del siglo 16.
Seguramente encontrará inconsistencias y desaciertos en lo que escribo. No escribo como un erudito, porque no lo soy. Escribo conmemorando los 500 años desde la Reforma, señalando algo de lo que para mí son las glorias de la fe reformada, es decir, de la enseñanza bíblica.
Algunos lectores de estos renglones, estarán de acuerdo con algunas de estas glorias, pero sin ser reformistas. Allá, diría yo, está la inconsistencia que todos debemos corregir. La Biblia, si bien presenta enseñanzas a veces más allá de los límites de la lógica humana, presenta no obstante un sistema verdadero, el cual revela la mente de Dios, sin contradicciones, sin insuficiencias; esto, si medimos el sistema por la norma que es Dios mismo, Dios y su voluntad y sus obras, todo explicado por la misma Biblia, su Palabra.
Reconozco también que estas reflexiones no presentan toda la argumentación en defensa de cada uno de los puntos que trato. No intento anticipar cada objeción que pudiera aparecer. Para explicaciones sistemáticas y más completas, recomiendo lo mucho que ya se ha escrito. ¿Para qué habría yo de intentar hacer lo que no soy capaz, y que además no hay necesidad de hacer? Recomiendo un estudio de autores como Charles Hodge, Luis Berkhof, y otros. W. Gruden, también, si no fuera porque promueve la continuación de revelación directa de Dios, después de la Biblia, la cual no es necesaria y por lo tanto siembra confusión.
Reconozco que las controversias doctrinales entre los cristianos seguirán, sin duda, hasta la segunda venida de Cristo. A cada nada son lanzados a la arena pública nuevas (o antiguas, pero resucitadas) teorías, que pese a ser proclamadas como novedosas soluciones a la problemática humana, no son sino otro disparo contra la fe “una vez entregada a los santos”. Desde dentro de la iglesia, como anunciaba Pablo, se levantan proponentes que en nombre de Cristo atacan frontalmente dogmas ya discutidos y rechazados, repetidamente, desde el primer siglo del cristianismo en adelante. ¿Qué hacemos para que haya paz y concordia? La fe reformada sencillamente nos llama a escuchar la voz de Dios por la Biblia. Dios sabe defenderse. La Biblia no es letra muerte; la Biblia es voz de Dios, voz de autoridad absoluta en todo asunto de fe y de práctica. Volvámonos a la Biblia, pues. Calmada y pacientemente, sigamos recibiendo Todo lo que está en este libro: escrituras inspiradas por Dios mismo por el Espíritu Santo. Esto ha de configurar nuestro pensamiento y nuestra obediencia en el servicio al reino de Dios y de su Cristo.
El resultado de este examen ha de ser el mismo que ha surgido a través de los siglos. Esto es, la salvación de Dios para pecadores rebeldes y perdidos irremediablemente bajo el juicio de Dios, quienes son salvos por la gracia de este mismo Dios. Por medio de la fe, sin obras, por razón de la obra redentora eficaz y eterna de Jesucristo. En la medida en que alguno esté de acuerdo con esta verdad, en esa medida es de la fe reformada, por más que a la vez la rechace en teoría con modificaciones o limitaciones. En este evangelio de la gracia de Dios, nos alegramos con gozo inefable y lleno de gloria. Dios Es Nuestro Salvador. Nada ni nadie nos arrebatará de su mano. En su presencia, hay plenitud de gozo; bajo su amor, hay esperanza segura, como ancla del alma.