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Sí, la cosa es segura (Jul, 2018)

Boletín julio 2018 

Adán actuó como cabeza y representante de toda la raza, es decir, de todo ser humano, esto por decisión de Dios. Igual Cristo actuó como cabeza de su iglesia, a favor de todo miembro de la misma. El resultado no dependía de una decisión humana, sino de una decisión de Dios. (Foto: John Christian/Flickr)

 

Sí, la cosa es segura

¿Cuál cosa? La de Romanos 5:18: “…Por un acto de justicia resultó la justificación de vida para todos los hombres”. ¿Cuál acto? Pues, el de Cristo en la cruz. Podemos confiar. Como dice Hechos 10:43: “De Él dan testimonio todos los profetas, de que por su nombre, todo el que cree en Él recibe el perdón de los pecados”. Y, Hechos 13:39: “…de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudísteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.”

¿A favor de cuáles hombres, según Romanos 5:18, “resultó la justificación de vida”? Pues, el texto dice que “todos los hombres”. Es decir, todos los hombres por quienes Cristo murió. Por su muerte, obró para redimir, rescatar, y reconciliar a éstos hombres.

Importantísimo lo que señalamos aquí, pues el problema que tenemos es que la ira de Dios pende sobre cada uno, pues le hemos ofendido, siendo Él el Creador y Dios único. Por esta razón sufrimos tanto, pues Dios se opone a nosotros y frustra todo. Mire el mundo, cómo de mal van las cosas. Así, pues, hay la necesidad de quitar la oposición divina. ¿Podemos confiar en el remedio que Él nos puso?

Sí, al texto otra vez, Romanos 5:18, la segunda parte del versículo, “…Por un acto de justicia resultó la justificación de vida para todos los hombres”. Pero, leemos en Mateo 25:46 que algunos hombres, muchos, van al castigo eterno. ¿Quiere decir que la declaración en Romanos no es cierta? ¿Es posible, pues, que algunos por quienes Cristo murió (“todos los hombres”), resulten sin “la justificación de la vida”? Bueno, miremos la primera parte del texto, el versículo 18. “Así pues, tal como por una transgresión resultó la condenación de todos los hombres…”, ahora la segunda parte otra vez: “…por un acto de justicia resultó la justificación de vida para todos los hombres”. ¿Ve la comparación? La primera parte, sin duda, incluye a todos, pues todos los seres humanos son descendientes de Adán. Todos ellos resultaron afectados por la desobediencia suya. Todos nacimos “muertos en delitos y pecados”. Todos pecamos en Adán.

En el mismo sentido, todos los afectados por la obra de Cristo en la cruz resultan perdonados, declarados justos y sin condenación delante de Dios. Con la misma seguridad que resultó la muerte para todos los asociados con Adán en su pecado, así todos los asociados con Cristo en su muerte resultan justificados. El hecho de que algunos hombres reciban el castigo de Dios, no indica un fracaso parcial de la obra de Cristo, sino que indica más bien que no todos los seres humanos estaban asociados con Cristo en su obra. Cristo no pagó por aquellos que van al infierno. No, si fuera así, podríamos dudar del éxito de su obra. No tendríamos seguridad; la cosa no sería segura.

“Un momento”, algunos dirían. “Si algunos por sus pecados van al infierno, la culpa es de ellos por no haber creído. Cristo, sí, compró para todos ‘la justificación de vida’; el texto Romanos 5:18 lo dice”. Pero decir tal cosa es decir que en últimas la eficacia de la obra de Cristo depende de una decisión del pecador, la de “aceptar a Cristo”. Pues, mire la comparación que Pablo hace en Romanos 5:12-21. Pablo compara lo de Adán con lo de Cristo. Ahora, en el caso de Adán, lo que resultó de su pecado no tenía nada que ver con una decisión de sus descendientes. Lo mismo es el caso en la obra de Cristo. Adán actuó como cabeza y representante de toda la raza, es decir, de todo ser humano, esto por decisión de Dios. Igual Cristo actuó como cabeza de su iglesia, a favor de todo miembro de la misma. El resultado no dependía de una decisión humana, sino de una decisión de Dios. Dios “nos escogió en Cristo”. “Todos los que el Padre me dio, vendrán a mí”, dijo Cristo, Juan 17. Sí, vendrán a Cristo; con toda seguridad creerán en Cristo, pero no es lo de creer en Cristo en primera instancia lo que asocia al creyente con Cristo, sino el hecho de la obra de Cristo en obediencia al Padre, cumpliendo todas las exigencias pendientes en lugar de los pecadores elegidos. ¡La cosa es segura! Igual de segura es su justificación al creer, así como es segura la pecaminosidad de los nacidos de Adán por el hecho de ser de él. Claro, los condenados serán condenados por su pecado, pero su caída en el pecado, el hecho de nacer ya constituidos pecadores, se debe a haber sido afectados por lo que Adán hizo en nombre de sus descendientes. ¡LA COSA ES SEGURA!

No hay necesidad de añadir nada a lo que Cristo logró en la cruz. “…Por un acto de justicia resultó la justificación de vida para todos los hombres”. Es decir, para todos los hombres afectados por Cristo, hay justificación. Por supuesto, estos mismos, creyentes en Cristo, por haber recibido el don de la fe, y, al creer, ya en unión con Cristo por la fe, éstos, vivificados por su Espíritu, éstos, todos éstos, se deleitan en hacer buenas obras para la gloria de Dios.

Con razón Pablo escribió otra carta, la de Gálatas, intentando evitar que los creyentes buscaran seguridad mediante algo añadido por ellos a lo suficiente que Cristo ya había hecho. “O, Gálatas insensatos,” les escribe. “¿Quién les impidió obedecer a la verdad?” Lea toda esta carta, pues el peligro de cada creyente en Cristo es confiar también en sus propios aportes para tener paz con Dios y seguridad de vida eterna. No, solo Cristo salva, y Cristo salva sin más que su propia obra, una obra suficiente para hacernos pueblo de Dios y que tengamos a Dios por nuestro Dios.


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