El nombre de Daniel y el de sus dos amigos no fue escogido al azar. Reflejaban la confianza del pueblo hebreo en un solo Dios. De ahí lo astuto y perverso de Nabucodonosor al cambiarles sus nombres. Estos ahora hacían referencia a dioses de la Mesopotamia, y eso no fue casual.
Al igual que Daniel, debemos afirmar nuestro corazón en el Señor, porque no es propiedad nuestra, sino de nuestro salvador. Es Él quien ha obrado salvación en nosotros. Además, debemos buscar no contaminarnos, sin argüir excusas como las circunstancias, o lo que hacen los demás.
El cambio de nombre es de mucha importancia para Dios. Él cambió el nombre de personas como Abram a Abraham o de Jacob a Israel; en ambos casos por lo significativo de la acción de Dios en la vida de esos hombres. Ahora bien, Apocalipsis 2:17 parece indicar que así pasará con nosotros.