“Pero el pueblo de la tierra intimidó al pueblo de Judá, y lo atemorizó para que no edificara.” Esdras 4:4
El pueblo judío retornó del exilio con el objetivo de reconstruir el templo de Jerusalén, figura del celestial, algo vital para su comunión con Dios. Pero encontró tamaña oposición que hasta se logró que sus enemigos pararan temporalmente la obra.
Los que han nacido de nuevo son hoy el templo del Espíritu Santo, y como tal su vida espiritual necesita ser diariamente edificada, pero así como Judá, sufrimos horrenda oposición. De afuera las críticas, acusaciones, ridiculización, las tentaciones a que actuemos carnalmente o que volvamos al mundo; de dentro nuestro viejo hombre usando con todas sus fuerzas su perversidad: la pereza, la negligencia, el amor al dinero, la búsqueda de la fama, el poder y la gloria terrena, la incitación a los placeres mundanos, etc. Pero, así como Judá finalmente venció, así el verdadero pueblo de Dios, debido a Cristo lo hizo todo por ellos, vence.
Como mayor es el que está en nosotros, que el que está en el mundo, es que en todas estas cosas somos más que vencedores. Esa es la evidencia de ser templo del Dios viviente.
Feliz día.
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