“Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna, y castigaré a los hombres que reposan tranquilos como el vino asentado, los cuales dicen en su corazón: Jehová ni hará bien ni hará mal.” Sofonías 1:12
Sofonías profetizo en la época del rey piadoso Josías. En 2 Reyes 22,23, y 2 Crónicas 34,35 leemos sobre las profundas reformas que este temeroso rey realizó. El pueblo parecía responder a la exhortación a vivir piadosamente, pues hasta confirmó el pacto de fidelidad a Dios realizado por el rey, pero Jeremías 3:6-10 habla de que ese volverse a Dios fue fingido; la maldad de Judá seguía creciendo en su corazón, algo confirmado por el libro de Sofonías. El texto de hoy anuncia la búsqueda minuciosa y el castigo por parte de Dios a los que externamente se identificaban como el pueblo de Dios, pero que, en la práctica, con su ociosidad, hundidos en su vida impura, negaban a Dios. El pensamiento: “Dios ni hará bien ni hará mal”, va mucho más allá de negar la acción de Dios en lo bueno y lo malo, es una manera directa de negar su existencia.
Una persona que no conoce a Dios, tal como los judíos mencionados, puede mentalmente no negar la existencia de Dios y expresar con su boca que cree en Él, puede participar externamente de todas las actividades religiosas que un cristiano practica, leer la Biblia, orar, cantar, asistir a los cultos, usar lenguaje espiritual, mostrar una moral externa, pero en su alma no está Dios, niega su existencia. ¿Cómo se sabe? Se sabe, porque aunque a usted Él lo esté mirando como si su vida fuera recta, su mente está ocupada por lo meramente terrenal y temporal; su mente no está meditando realmente en la Palabra de Dios para querer ser santo; no lucha contra los pensamientos perversos, antes los medita, los alimenta, los disfruta, los saborea y cuando ve la oportunidad, los lleva a la práctica, sin el temor de que Dios lo está mirando, y como dijo un indígena, algo que ya hemos citado: “En ese momento no existe Dios para uno.” ¡Cuidado! Nos es fácil engañar a los hombres, pero a Dios… es imposible, y a menos que nos arrepintamos y nos convirtamos a Jesús para que Él aplique su sangre, perdonándonos y limpiándonos de toda inmundicia, de ninguna manera escaparemos al juicio de Dios. ¿Lo creen?
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