La oración - 3
Pastor Augusto Ramírez, 26 de abril de 2015
Una prueba de que alguien es cristiano es la dedicación al estudio de la palabra de Dios, y como respuesta a ese estudio, debe estar la oración. Además de esto, se repasan los siete aspectos que muestran cómo la oración en el Antiguo Testamento comparte muchas de las enseñanzas que el Señor Jesucristo da en el Padre Nuestro.
El Señor Jesucristo muestra, una vez más, lo desviado que estaba el pueblo de Israel, esta vez en la oración. Eleva el significado de la oración que se hacía, y restablece esta práctica, enseñando que de lo que se trata es de alinear nuestra vida a Dios. Las oraciones deben ser bíblicas y comenzar por Dios, no se trata de repetir.
La oración presentada por el Señor Jesús no es un rezo, sino un bosquejo. Se le pueden dar muchas interpretaciones, o miradas, desde ángulos que enriquecen, desde donde se mire. Por ejemplo, el Padre Nuestro puede analizarse desde la relación del cristiano con Dios. Se verán otros dos enfoques de análisis.
Pasaje central: Mateo 6:5-13 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. 7 Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. 8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. 9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.